Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Cómo podemos navegar entre conversaciones polémicas sin hacernos daño a nosotros mismos?
En demasiadas de mis conversaciones, me encuentro tratando de convencer a la gente de hacer una simple cosa: confiar en las mujeres negras. Recientemente tuve una conversación en la que intenté convencer a la otra persona de que el patriarcado es un componente real de nuestra realidad – y me dejó con un dolor de cabeza tremendo. En otras conversaciones menos conflictivas, he tenido que explicar que supervisar el tono con el que habla la gente oprimida cuando se está discutiendo su opresión es otra forma de control. Y recientemente me encontré en una reunión en la que un gran número de jóvenes participantes estaban siendo criticados en exceso.
En mis conversaciones también alenté a la gente a escuchar las experiencias de todos los negros de todos los géneros y a confiar en mujeres de diferentes identidades raciales y étnicas, pero considero que la conversación en torno a las mujeres negras es particularmente necesaria, ya que muchos movimientos hacia la justicia a menudo excluyen nuestras voces. Los movimientos feministas populares a menudo promueven el progreso de las mujeres blancas sobre el de las mujeres negras y morenas, y las luchas por la libertad holística de las personas negras a menudo hacen de los hombres de género cisgénero el foco principal. Cuando nos centramos en tratar de proteger a los niños y hombres negros del encarcelamiento y la muerte prematuros, a menudo no escuchamos lo suficiente de cómo los hombres negros, entre todos los hombres, deben esforzarse por hacerlo mejor por nosotros y luchar por nuestras necesidades únicas, también.
Las estadísticas sobre la salud de las mujeres negras muestran una tasa de mortalidad desproporcionadamente alta, y las investigaciones actuales indican que el racismo y el sexismo son los presuntos culpables. Nuestros esfuerzos por educar a los que nos rodean para activar el cambio también se cobran un precio y contribuyen a los resultados negativos de salud que se observan en nuestra sociedad en general.
¿Qué puede mejorar no solo nuestro estado mental y espiritual sino también nuestro bienestar físico? Somos preciosos y merecemos ser protegidos – ¿cómo podemos atravesar estas duras conversaciones sin hacernos daño a nosotros mismos?
Podemos elegir alejarnos de los temas desencadenantes, en lugar de agotarnos emocionalmente permaneciendo en un estado prolongado de provocación. Pero no siempre tenemos la opción de discutir o no discutir. A veces, nos enfrentamos a la ignorancia en el trabajo, en casa con la familia de la que no podemos alejarnos fácilmente, o en nuestra vida diaria normal por parte de extraños.
Los escritos bahá’ís, entre muchos otros escritos espirituales, nos animan a encontrar formas de llevar una vida llena de luz y felicidad: «Ya no estaré lleno de ansiedad, ni dejaré que las aflicciones me atormenten, ni me absorban las cosas desagradables de la vida«. Para mí, una de las cosas desagradables de la vida es la incertidumbre y la constante posibilidad de que alguien pueda decir o hacer algo que me deshumanice en cualquier momento.
Es enfermizo reconocer cuánto racismo, sexismo y avaricia capitalista contamina mi experiencia y la de mis seres queridos. Para desprenderme de ese sentimiento de impotencia, he tratado de desarrollar una conciencia sobre las cosas que sí puedo cambiar, y construir hábitos para tomar acción sobre ellas.
Estos son algunos de los objetivos que me he propuesto para protegerme cuando navego por el estrés relacionado con la opresión racial y de género.
Rodearme de personas con ideas afines que validen mis experiencias y no duden de mis interpretaciones.
Después de enfrentarme a conversaciones cargadas de «controversia», tengo una lista de personas a las que puedo recurrir. Con estas personas, puedo procesar lo que haya surgido durante la conversación. Aunque no siempre puedo controlar si estas conversaciones ocurren, pasar tanto tiempo como puedo alrededor de personas que promueven el bienestar de las mujeres negras y de las personas que son sistemáticamente oprimidas me rodea de energía positiva.
Un pasaje bahá’í nos aconseja «[espero] te vuelvas independiente de los que están sumergidos en la oscuridad del yo y transitan por el valle de la arrogancia y el orgullo, y seas de aquellos que caminan por el paraíso de la vida sempiterna«. En lugar de estar deprimida por amistades o relaciones con las que constantemente me enfrento a oscuras y retorcidas creencias, elijo estar rodeada de personas que traen la inspiración celestial a mi vida.
Pide a gente bien intencionada que se involucre en la ciencia y el arte para intentar arrojar luz sobre temas con los que no están familiarizados – en lugar de reinventar la rueda intelectualmente.
A menudo me sorprendo a mí misma poniéndome nerviosa tratando de explicar fenómenos bien documentados. En lugar de transmitir información que ya ha sido ofrecida por científicos, activistas y escritores y perturbar mi paz interior, he empezado a pensar que podría ser inmensamente útil confiar en los frutos del arte y la ciencia para ayudar a educar a aquellos con los que converso.
Las enseñanzas bahá’ís elevan tanto el conocimiento científico como el espiritual al mismo nivel cuando se trata de entender el mundo que nos rodea. En una charla en 1912, Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh dijo:
«El conocimiento científico es el más alto logro en el plano humano, pues la ciencia es la que describe las realidades. Es de dos clases: material y espiritual. La ciencia material es la investigación de los fenómenos naturales; la ciencia divina descubre las realidades espirituales. El mundo de la humanidad debe obtener ambas. El ave posee dos alas; no puede volar con una». Las artes también son descritas como una poderosa herramienta para elevar al mundo. «Las artes, los oficios y las ciencias elevan al mundo del ser».
Mi objetivo es confiar en estas herramientas y desviar el estrés de mí misma.
Recordarme a mí misma y a los demás que cuando entablamos conversaciones para promover la justicia y la igualdad, no es necesario asegurarse de que una persona lo entienda todo de una sola vez.
Aunque la cultura general de los Estados Unidos es en gran medida individualista, eso no significa que tenga que sucumbir a ella. La fe bahá’í promete que la sociedad se transformará a medida que todos nos comprometamos cada vez más a su mejoramiento.
He comenzado a ver las conversaciones que tengo, no importa cuán aparentemente ignorada me sienta, como potencialmente parte de una transformación mayor en la mentalidad de una persona. Me imagino que, al igual que cuando me educan a mí sobre algún tema, a menudo tengo que escucharlo una y otra vez de diferentes fuentes, en algún momento quienquiera que sea con quien estoy hablando entrará en contacto con alguien más. Esa persona se sumará a lo que he dicho, alejándolo un poco más de su ignorancia.
En lugar de esperar siempre hacer entender mi punto de vista a la persona que me provoca, puedo desprenderme y dejar que otros también contribuyan al proceso de difusión del conocimiento y a permitir el crecimiento. Esto ha hecho posible que me proteja y dejarlo ir cuando no hay nada más que pueda hacer.
“En lugar de esperar siempre hacer entender mi punto de vista a la persona que me provoca, puedo desprenderme y dejar que otros también contribuyan al proceso de difusión del conocimiento y a permitir el crecimiento.”
“Recientemente tuve una conversación en la que intenté convencer a la otra persona de que el patriarcado es un componente real de nuestra realidad...”
Pues bien, muchos ya estamos familiarizados con la controversial teoría feminista acerca de un opresivo sistema patriarcal vigente en todas partes, lo cual es bastante debatible ¿pero qué relación tiene esto con la Fe Bahá’í o con la práctica de tratar de convencer a otros acerca de una teoría social?