Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En esta época de distanciamiento social, en la que la gente prefiere prescindir de los apretones de manos y los abrazos, podríamos fácilmente concluir que la unidad humana podría tener consecuencias potencialmente infecciosas en nosotros.
Pero la unidad humana, en su sentido más profundo, va mucho más allá del contacto físico; se extiende por el tejido espiritual más profundo de nuestras sociedades:
… considerad que la causa del bienestar, la felicidad, el gozo y la comodidad de la humanidad son la amistad y la unión, mientras que la disensión y la discordia conducen sin duda a dificultades, humillación, agitación y fracaso.
De hecho, las dificultades y la agitación producidas por esta pandemia de coronavirus pueden enseñarnos mucho sobre la unidad, la solidaridad y la cohesión social.
Mucho antes de la aparición del coronavirus, nuestras culturas sufrían una enorme desunión. Nos separamos por clase económica, por los colores de nuestra piel, por religión, por nacionalidad, por afiliación política e incluso por cuestiones triviales de gusto y preferencia. En Occidente, nuestra predilección por el individualismo radical nos separa aún más. La disensión y la discordia nos alejan en las redes sociales y en los bienes culturales compartidos.
«Pero la unidad… tiene una poderosa ventaja, especialmente en momentos de calamidad».
Toda esta desunión ha afectado poderosamente a las instituciones de nuestras sociedades que solían proporcionarnos un sentido de pertenencia. Las iglesias, los clubes sociales, las asociaciones cívicas, los sindicatos… todos han disminuido drásticamente su número de miembros. La mentalidad pueblerina que caracterizaba gran parte de la vida social y económica del mundo ha cambiado profundamente al emigrar la mayoría de la población mundial a los centros urbanos, donde es mucho más difícil ser conocido como individuo. Las enormes corporaciones multinacionales dominan, lo que tiende a empujar a las empresas más pequeñas a la obsolescencia. El culto a la celebridad separa aún más a los privilegiados con gran fama y riqueza de las masas que los adoran y los presentan como modelos de conducta. La ilusión de la individualidad crea un fino barniz de civismo, pero debajo se esconde un individuo atomizado sin conexión ni parentesco con el resto de la sociedad humana.
Como resultado de todo esto, o quizá como consecuencia de ello, nuestro sentido de la solidaridad y la unidad humanas ha disminuido profundamente.
Pero la unidad -como dirá cualquiera que haya vivido en un pequeño pueblo- tiene una poderosa ventaja, especialmente en momentos de calamidad. Cuando ocurre un desastre, la gente se necesita mutuamente. Ninguno de nosotros puede sobrevivir solo, especialmente en esta era tecnológica. Cada uno de nosotros, sin excepción, tiene que comprometerse activamente con el bien común, con el amor a toda la humanidad. Necesitamos de la unidad para lograr hacer frente a las calamidades.
La pandemia de coronavirus, ha planteado a la humanidad en su conjunto un reto tremendo, inmediato y mortal, como nunca antes habíamos visto. Nos ha dado algo demasiado valioso como para desperdiciarlo: un enemigo común que tenemos que combatir y derrotar juntos. Así es como lo expresa un cirujano que está en la primera línea de la lucha contra la pandemia:
Estamos viviendo una crisis de salud pública mundial que avanza a una velocidad y escala nunca vistas por las generaciones actuales. Las grietas de nuestros sistemas médicos y financieros se están abriendo como una herida cortante. Independientemente de cómo se desarrolle esto, la vida será para siempre un poco diferente para todos nosotros. – Dra. Cornelia Griggs, New York Times, 19 de marzo de 2020.
Eso es lo bueno de una crisis: que «la vida será para siempre un poco diferente para todos nosotros». Así que, ahora que estamos luchando juntos contra un enemigo común, ¿qué diferente debería ser la vida? Cuando la pandemia haya remitido ¿volveremos a la misma sociedad fragmentada y desunida de siempre, o reconoceremos los beneficios de la unidad y actuaremos para extenderlos a todos?
Piensa en las crisis mundiales que has vivido: guerras, ataques terroristas masivos, pandemias y otras catástrofes. ¿Recuerdas cómo te sentiste cuando la crisis empezó a remitir? Probablemente tuvo una sensación de alivio y gratitud porque usted y sus seres queridos sobrevivieron, porque el mundo volvió a sentirse estable y seguro. Y lo que es más importante, tuvo una sensación de unidad y solidaridad con los demás. Todos se habían unido y colaborado amistosamente y habían superado un periodo peligroso con los demás; todos habían tirado en la misma dirección para ayudar; y también fueron ayudados por otros. A eso se le llama amistad, solidaridad, cooperación y unidad: la comprensión activa de que dependemos unos de otros, cada día, para nuestra propia supervivencia y mucho más.
Desde la perspectiva bahá’í, estas graves pruebas y dificultades mundiales tienen un propósito: unirnos aún más como una sola familia humana:
Como sabrán muy bien, durante las últimas semanas y meses, un mundo temeroso ha ido aceptando una crisis sanitaria de rápida evolución que afecta a la población de muchos países, y cuyas consecuencias para la sociedad todavía no pueden estimarse con ninguna certeza. Estamos seguros de que ustedes, como nosotros, han sentido una gran preocupación por el bienestar de la humanidad, especialmente por aquellos que son más vulnerables. Pocas veces ha sido tan evidente que la fortaleza colectiva de la sociedad depende de la unidad que puede manifestar en acción, desde el escenario internacional hasta las bases, y sabemos que ustedes están prestando su apoyo a los esfuerzos decisivos que se están realizando a este respecto con el fin de proteger la salud y el bienestar de todos…
Por difícil que sea la situación actual, y por muy cerca de los límites de su resistencia a los que se lleve a algunos sectores de la sociedad, la humanidad atravesará finalmente esta prueba y emergerá al otro lado con una visión más amplia y una apreciación más profunda de su inherente unicidad e interdependencia. – La Casa Universal de Justicia, 19 marzo 2020.
«La fortaleza colectiva de la sociedad», escribió la Casa Universal de Justicia, depende «de la unidad que puede manifestar en acción, desde el escenario internacional hasta las bases…». Como escribió Bahá’u’lláh:
El propósito fundamental que anima a la Fe de Dios y a Su Religión es el de salvaguardar los intereses y promover la unidad de la raza humana, y estimular el espíritu de amor y de camaradería entre los hombres. – Las tablas de Bahá’u’lláh.
Este hecho básico, tan relevante en las enseñanzas bahá’ís, tiene profundas implicaciones en la forma de afrontar la pandemia de coronavirus. ¿Puede el mundo entero manifestar unidad en la acción contra un enemigo viral común? ¿Nos cubrimos las espaldas unos a otros, y los pulmones? ¿Podría nuestra respuesta colectiva al primer enemigo verdaderamente global de toda la raza humana hacer que nos deshagamos de las viejas animosidades, odios y prejuicios que nos dividen y desunen? ¿Podríamos, como sugiere la Casa Universal de Justicia, emerger al otro lado «con una visión más amplia y una apreciación más profunda de su inherente unicidad e interdependencia»?
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