Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Bahá’u’lláh, en uno de sus escritos líricos conocidos como La Tabla del Fuego, describió las condiciones del mundo de la siguiente manera:
En verdad, los corazones de los sinceros se han consumido por el fuego de la separación…
Los que están cerca de Ti han sido abandonados en las tinieblas de la desolación. …
Los cuerpos de Tus elegidos yacen temblando en las arenas lejanas. …
Las manos anhelantes se levantan hacia el cielo de Tu gracia y de Tu generosidad. …
Los infieles se han levantado con tiranía por todas partes…
El ladrido de los perros se oye fuerte por todos lados…
La frialdad se ha apoderado de toda la humanidad…
La calamidad ha llegado al límite…
La oscuridad ha envuelto a la mayoría de los pueblos… – Bahá’u’lláh, Oraciones Bahá’ís, pp. 213-214.
Al leerlos uno se siente perdido y solo, abatido e incluso desesperado. Sin embargo, después de cada una de estas terribles descripciones, Bahá’u’lláh le pide a Dios su intercesión, rogando el cese de estos problemas. Más adelante, en la misma tabla, responde la voz del Creador, que termina en una promesa de esperanza y éxito, si tan solo la humanidad hiciera su parte:
Cuando destellan las espadas, ¡adelante! Cuando vuelen los dardos, ¡apresúrate!, oh Tú, Sacrificio de los mundos.
¿Te lamentas Tú o Me lamentaré Yo? Más bien, lloraré Yo por la escasez de Tus defensores, oh Tú, que has causado el lamento de los mundos.
En verdad, he oído Tu llamada, oh Gloriosísimo Bienamado. Y ahora la faz de Bahá está ardiendo con el calor de la tribulación y con el fuego de Tu radiante Palabra y Él se ha levantado con fidelidad en el lugar del sacrificio, mirando hacia Tu Voluntad, oh Ordenador de los mundos. – Ibid., pág. 218-219.
Cuando se trata de salvar a este planeta de los fuegos de la división permanente y la catástrofe ambiental, al igual que salvar a nuestra propia alma de la ignorancia y el ego, debemos acudir a Dios en busca de respuestas. Bahá’u’lláh parece decir que ese es el papel que podemos desempeñar para cambiar las cosas.
Saber lo que Dios quiere de nosotros no siempre es sencillo. Probamos diferentes religiones como probamos diferentes trajes de ropa, o no elegimos ninguna religión porque ninguna parece cumplir con sus ideales prometidos. Pero la Fe Bahá’í afirma ser diferente, y lo es. Los escritos bahá’ís proclaman la palabra de Dios para este día y época, el cual contiene planes personales y colectivos para salvarnos, y a la humanidad en su conjunto, de nuestras peores inclinaciones. Abdu’l-Bahá dijo:
Por tanto, esta civilización y este progreso material deben combinarse con la Más Grande Guía a fin de que este mundo inferior llegue a ser el escenario de la aparición de las dádivas del Reino, y los avances físicos se unan con las refulgencias del Misericordioso. Ello, para que la belleza y la perfección del mundo del hombre sean reveladas y puestas de manifiesto ante todos con la mayor gracia y esplendor. Así, serán reveladas la gloria y felicidad sempiternas. – Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 213.
Esta edad, a diferencia de cualquier otra época pasada, requiere un movimiento mundial para rescatar a la madre Tierra. El transporte, el comercio, la ciencia, las comunicaciones y la tecnología han convertido al mundo en un entorno global, y las prácticas del pasado no pueden sostenernos en el futuro. Por ejemplo, a pesar de que se instalaron lavadores de gases, las centrales eléctricas de carbón siguen siendo la fuente de energía más sucia, y casi 2 millones de megavatios de energía de carbón se producen principalmente en los Estados Unidos, Europa, India, China y Rusia. Las emisiones de carbono de las industrias y más de mil millones de vehículos en uso en el mundo contribuyen a la mala calidad del aire y al cambio climático. Los fluorocarburos y otros contaminantes contribuyen al debilitamiento de la capa de ozono. Estos y otros factores causan aumentos de temperatura con efectos catastróficos. Los océanos y ríos están inundados de basura flotante y aguas muy cálidas matan peces y destruyen hábitats. La lista continua.
Las enseñanzas de Bahá’u’lláh dicen que cada uno de nosotros debe ser sabio en nuestra administración de recursos a nivel individual y colectivo. Explican una visión del mundo en la que se reconoce que «la tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos». Bahá’u’lláh nos pidió a cada uno de nosotros que promoviéramos “los mejores intereses de los pueblos y las familias de la tierra ”.Abdu’l- Bahá llamó la atención sobre la creciente interdependencia del mundo y el hecho de que ya no es posible la «autosuficiencia». Prometió que la tendencia hacia un mundo unido aumentará, y esta se manifestará en forma de “unidad de pensamiento en las emprendimientos mundiales” y en otros ámbitos importantes de la existencia.
Un área de importancia crítica para la acción unificada implica la preservación los recursos del planeta. La unidad de pensamiento en los emprendimientos mundiales muestra que las naciones pueden liderar el camino con políticas que preserven la integridad de la frágil bioestructura y la biodiversidad de la Tierra.
Si aún no lo está haciendo, anime a sus líderes nacionales, y sí, a los locales y regionales, a aceptar que nosotros, como raza, debemos hacer algo ahora para evitar futuras interrupciones en la biosfera de la Tierra. No existe planeta B. Solo políticas bien pensadas conducirán a cambios en los esfuerzos individuales y colectivos para salvar a nuestro planeta de la calamidad. Esas políticas deben basarse en una filosofía espiritual, una que unifique en vez de dividir, tal como lo hace el objetivo declarado de Bahá’u’lláh:
Mi objetivo no es sino el mejoramiento del mundo y la tranquilidad dé sus pueblos. El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida. Esta unidad no podrá jamás lograrse mientras se permita que los consejos que ha revelado la Pluma del Altísimo pasen desatendidos. – Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 150.
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