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¿Por qué dejamos para después lo que podemos hacer hoy?

Michelle Márquez | Abr 8, 2020

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Michelle Márquez | Abr 8, 2020

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Últimamente he escuchado a varias personas decir cosas tales como “me levantaré a la 1:00 pm para que mi día no parezca tan largo”, “ya me vi todas las series de Netflix y no sé qué más hacer” o “¿cómo hago para evitar el aburrimiento?”.

La procrastinación es la acción de postergar asuntos que tenemos que hacer por realizar cosas que nos generan una autocomplacencia inmediata. En estos tiempos de cuarentena, es necesario que de una vez por todas luchemos contra esa inercia natural que nos agobia por lograr lo que queremos o debemos. Personalmente, escribí este artículo porque era algo que quería hacer desde hace dos años y no había “tenido el tiempo”, lo cual no pasa de ser una simple excusa. Decidí que era el momento de escribirlo y que, si no era ahora, no sería nunca.

También he podido reflexionar (con tanto tiempo libre) sobre cómo puedo utilizar mi tiempo de manera provechosa y no procrastinar. La procrastinación solo trae consigo sentimientos de frustración, inutilidad o desesperanza, algo que no necesitamos especialmente en este momento en el que la humanidad está atravesando una etapa difícil en su proceso de desarrollo.

“Que cada amanecer sea mejor que su víspera y cada mañana más rica que su ayer.” – Bahá’u’lláh, Las tablas de Bahá’u’lláh.

En estos tiempos en los que no sabemos qué más hacer porque creemos que lo hemos hecho todo, es de gran ayuda colocarnos metas, programar las actividades que deseamos hacer y realizarlas. Suena simple y sencillo, pero para muchos de nosotros no lo es.

Los expertos sugieren que cuando las personas empiezan por concentrarse solo diez minutos en una tarea, logran terminarla. Esto se debe a que el cerebro humano funciona en gran medida a través de la inercia. También podemos implementar otras estrategias como la de dividir labores de gran magnitud en tareas más pequeñas

Algo que me ha funcionado es escoger tres metas que deseo cumplir en una semana, luego planificar mi día para saber de qué forma puedo alcanzar dichas metas, incluyendo tareas como aseo personal o del hogar. Pero no a todos nos funciona de la misma forma: hay personas que deben hacer un plan ordenado de lo que realizarán cada día de la semana para luego poder cumplirlo, realmente admiro a esas personas, como hay otras que logran alcanzar sus metas con un bosquejo en su mente que poco a poco se va volviendo rutina.

Lo importante es no rendirse y si algo no salió como fue planificado, puedo volverlo a intentar o quizás buscar otra forma de realizarlo. Es importante siempre mantener nuestra visión en lo que queremos lograr, y en los buenos hábitos que desarrollaremos y mantendremos al final de este periodo. De esta manera, luego de esta crisis por la que atraviesa la humanidad, no lleguemos a sentir que no hicimos nada productivo con nuestro tiempo y nos arrepintamos de no haber aprovechado el tiempo, recurso sumamente valioso que no se recupera.

Además, los escritos bahá’ís nos dicen que hemos sido creados nobles y que, por tanto, debemos esforzarnos por desarrollar nuestro máximo potencial: “¡Oh Hijo del Espíritu! Te he creado noble, sin embargo, tú te has degradado. Elévate pues, a la altura de aquello para lo cual fuiste creado”. (Bahá’u’lláh, Las Palabras Ocultas). Entonces, al reflexionar sobre esto podemos pensar en lo que hacemos diariamente y preguntarnos: ¿es productivo lo que hago?, ¿me ayudará en alguna medida con mi progreso material y/o espiritual? O ¿qué puedo hacer para contribuir al desarrollo de la civilización?

Estas reflexiones profundas nos ayudarán seguramente a llevar una vida más coherente, con un significado especial que nos hará sentir satisfechos con nosotros mismos y generarán continuamente actitudes favorables que producirán un desenvolvimiento óptimo de cada individuo y cada comunidad.

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