Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Los bahá’ís creen que Dios es omnipotente, omnisciente, y el ordenador y creador de este universo material, pero al mismo tiempo nosotros, los seres humanos, no podemos tener ningún conocimiento directo de ese Creador.
Para ayudar a explicar esta «esencia desconocida» que conocemos como Dios, y la relación entre Él, sus mensajeros y la humanidad, los bahá’ís recurren a las explicaciones místicas proporcionadas por Bahá’u’lláh:
Es evidente para todo corazón perspicaz e iluminado que Dios, la Esencia incognoscible, el Ser divino, es inmensamente exaltado por encima de todo atributo humano, tal como existencia corpórea, ascenso y descenso, salida y retorno. Lejos está de su gloria el que lengua humana pueda apropiadamente referir su alabanza, o que corazón humano pueda comprender su misterio insondable. Él está y ha estado siempre velado en la antigua eternidad de Su Esencia, y permanecerá en Su realidad eternamente oculto a la vista de los hombres…
Estando así cerrada la puerta del conocimiento del Antiguo de los Días a la faz de todos los seres, la Fuente de gracia infinita ha hecho que… aparezcan del reino del espíritu aquellas luminosas Joyas de Santidad, en la noble forma del templo humano, y sean reveladas a todos los hombres, a fin de que comuniquen al mundo los misterios del Ser inmutable y hablen de las sutilezas de Su Esencia imperecedera. – Bahá’u’lláh, El Libro de la Certeza, pp. 68-69.
¿Quiénes son «esas luminosas joyas de santidad?» Bahá’u’lláh las llamó los profetas y mensajeros de Dios:
Estos Espejos santificados, estas Auroras de antigua gloria son, todos y cada uno, los Exponentes en la tierra de Aquel Que es el Astro central del universo, su Esencia y Propósito último. – Ibid., pág. 69.
Nosotros los humanos tenemos la bendición de ser visitados periódicamente por las «Joyas de Santidad» de Dios, esos mensajeros espirituales que vienen a hablarnos de su gloria y nos traen sus enseñanzas. Principalmente los conocemos como los profetas y fundadores de las grandes religiones del mundo: Cristo, Moisés, Abraham, Krishna, Buda, Muhammad y ahora Bahá’u’lláh. Las enseñanzas bahá’ís dicen que cada civilización humana recibe la palabra de Dios a través de un mensajero divino, pero que muchos de sus nombres han sido olvidados en la niebla de la historia antigua. Muchas sociedades indígenas en la Tierra veneran y recuerdan a sus santos mensajeros, pero a medida que avanza el tiempo, dicen las enseñanzas bahá’ís, el Creador inevitablemente renueva esos mensajes: «La religión de Dios es una sola religión, mas debe ser siempre renovada«. – Abdu’l-Bahá , Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 77.
Esos santos mensajeros aparecen entre nosotros como seres humanos, comen, beben y siguen nuestras costumbres tradicionales, pero al mismo tiempo se distinguen ya que exhiben los atributos sagrados de Dios tales como Su amor, generosidad, perdón, confiabilidad, etc. Luego, cuando llega la hora señalada, revelan el mensaje del Creador para ese nuevo «Día de Dios».
Y puesto que no puede haber ningún vínculo de comunicación directa que una al único Dios verdadero con Su creación, y ninguna semejanza puede existir entre lo transitorio y lo Eterno, lo contingente y lo Absoluto, Él ha ordenado que en toda edad y dispensación se haga manifiesta un Alma pura e inmaculada en los reinos de la tierra y del cielo A este sutil, misterioso y etéreo Ser Él Le ha asignado una doble naturaleza: la física que pertenece al mundo de la materia, y la espiritual que nace de la sustancia de Dios mismo. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 80.
Las enseñanzas bahá’ís explican cómo cada profeta de Dios trae un mensaje espiritual fundamental, consistente e inalterable entre todos los mensajeros anteriores de Dios, junto con un mensaje secundario que cada mensajero adapta de acuerdo con las circunstancias y condiciones de las personas y la era de esa dispensación religiosa. El mensaje secundario varía para adaptarse a los tiempos y condiciones, que luego pueden convertirse en la fuente subsiguiente de disputa y contienda entre las religiones y sus seguidores.
Abdu’l-Bahá, el hijo mayor de Bahá’u’lláh y el ejemplo perfecto de su Fe para todos los bahá’ís, nos brindó otro enfoque para obtener una mejor perspectiva de la naturaleza de las enseñanzas de Dios. Explicó que todos los seres humanos necesitamos una educación, y sin esa educación nuestro avance, tanto como individuos y como sociedad, sería imposible:
La educación divina es la que procede del Reino de Dios. Se trata de la verdadera educación y consiste en la adquisición de las perfecciones divinas. En efecto, en ese estado el hombre se convierte en el centro de las bendiciones divinas, en la manifestación de las palabras «hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». (Génesis 1:26)
Necesitamos un educador que sea al mismo tiempo educador en los dominios material, humano y espiritual, cuya autoridad sea eficaz en todas las condiciones…
A tenor de lo dicho, resulta evidente que el hombre necesita un educador…
Por consiguiente, el Educador Universal debe serlo al mismo tiempo en lo material, humano y espiritual, y debe poseer un poder sobrenatural para ocupar la posición del maestro divino. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas, pág. 32.
Esos educadores divinos son los profetas y mensajeros de Dios que han guiado a la humanidad moral y espiritualmente a lo largo de nuestra existencia.
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