Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Me encanta un buen truco de magia, ya sabes, una ilusión muy bien ejecutada que no podría ser real, pero el efecto parece tan convincente que te quedas con la pregunta en la cabeza: «¿cómo hizo eso?».
Estoy cautivado, no porque crea en la magia, sino porque un mago experto parece haber logrado lo imposible.
A veces, sin embargo, nuestra existencia cotidiana nos adormece ante la verdadera magia y los milagros que ocurren a nuestro alrededor. A menudo, estamos tan ocupados «ganándonos la vida» que nos adormecemos ante la maravilla de estar vivos.
«Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es creer que todo es un milagro». – Albert Einstein.
Como bahá’í, cuanto más envejezco, más inclinado estoy a ver todo como milagroso. ¡Cada mañana se siente como otro gran día para estar vivo! Sé que cuando voy a través de mis días expectante y disfrutando de las interacciones y eventos a mi alrededor, vivo una existencia más rica y feliz. Si observo con atención y reflexiono, podría aprender algo, ¡algo realmente importante!
Para mí, el sentido de asombro infantil se vuelve especialmente agudo al ayunar, orar o meditar. Últimamente, en esos estados espirituales he llegado a apreciar el concepto de que el mundo en el que vivimos funciona como un libro de texto cósmico. Las enseñanzas bahá’ís dicen que cada cosa creada abre una puerta que conduce a una comprensión más cercana y más sorprendente de nuestro Creador:
…se hallará dotado de vista nueva, oído nuevo, corazón nuevo y mente nueva Contemplará las manifiestas señales del universo y penetrará los misterios ocultos del alma. Mirando con el ojo de Dios, percibirá dentro de cada átomo una puerta que le conducirá a las posiciones de la certeza absoluta. En todas las cosas descubrirá los misterios de la Revelación divina y las pruebas de una manifestación perdurable. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 140.
Así que Einstein lo entendió bien. En nuestro mundo increíble, los milagros suceden a nuestro alrededor en todo momento. Pero todavía estoy tratando de comprender esto por completo: con lo asombroso que son nuestro mundo y nuestro universo, las enseñanzas bahá’ís nos dicen que este plano físico de la existencia es, en última instancia, una ilusión, una mera sombra de la realidad espiritual:
Has de saber que el Reino es el mundo real y este lugar inferior es tan sólo su sombra extendida. Una sombra no tiene vida propia; su existencia es sólo una fantasía y nada más; no son sino imágenes reflejadas en el agua que al ojo aparecen como pinturas. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 134.
¿Cuán genial es eso? Como dije antes, ¡me encanta un buen truco de magia! Esto responde, para mí, una pregunta que vi en un foro en línea que decía: «¿Por qué hay tan pocos milagros actualmente? ¿Por qué parece que hubo más milagros en el Antiguo Testamento, en los días de Elías o en los días de Moisés, de lo que hay hoy?».
¿Qué tal tomarse el tiempo para reconocer esos milagros ordinarios y cotidianos que ocurren a nuestro alrededor? Aprender a buscar estos podría ser la señal del crecimiento personal y la expansión espiritual:
Atestigua las maravillosas muestras de la obra de Dios, y reflexiona sobre su alcance y carácter. Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, pág. 85.
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