Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Amas a tu país? La mayoría de nosotros lo hacemos. Sin embargo, las enseñanzas bahá’ís nos piden que ampliemos nuestro amor por el país a un alcance más amplio: el amor por el mundo.
Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe Bahá’í, escribió:
“Todos vosotros sois los frutos de un solo árbol y las hojas de una misma rama. Que ningún hombre se gloríe de que ama a su país, que más bien se gloríe de que ama a su especie”. – Las Tablas de Bahá’u’lláh, p. 84.
Aquella lealtad más amplia a la humanidad misma, al mundo entero en el lugar de a una nación en particular, define mucho de lo que significa ser un bahá’í y trabajar por construir “…una comunidad mundial en la que la furia de un caprichoso y militante nacionalismo haya sido convertida en una perdurable conciencia de ciudadanía mundial”– Bahá’u’lláh y la Nueva Era, p. 231.
Los bahá’ís creen en la unidad del mundo y sus pueblos, sus religiones y sus países. Mientras que el mundo de hoy se divide en más de 200 naciones, las enseñanzas bahá’ís piden a esas naciones que cedan su soberanía y su opción de hacer la guerra, poniendo esos poderes en manos de un parlamento mundial elegido democráticamente que refleje la realidad de la unidad orgánica de nuestro planeta. De hecho, los escritos bahá’ís dicen que ese propósito, la unidad mundial, ha impulsado la revelación de todas las religiones:
“Todos los Profetas han sido enviados a la tierra con un propósito único; por eso Jesucristo Se puso de manifiesto, por eso Bahá’u’lláh elevó la llamada del Señor: para que el mundo del hombre llegue a ser el mundo de Dios; este dominio inferior, el Reino; esta oscuridad, la luz; esta perversidad satánica, todas las virtudes del cielo; y que toda la raza humana conquiste la unidad, la hermandad y el amor, que reaparezca la unidad orgánica y sean -26- destruidas las bases de la discordia, y que la vida eterna y la gracia sempiterna se conviertan en la cosecha de la humanidad”. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pp. 25-26.
Entonces, ¿son bahá’ís patriotas? Sí, lo son, los bahá’ís aman a sus países y obedecen a sus gobiernos. Pero los bahá’ís también extienden su patriotismo a la Tierra misma, creyendo que, como dijo Bahá’u’lláh: «la tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos». – Las Tablas de Bahá’u’lláh, pág. 167. Los bahá’ís también creen firmemente que la paz no puede llegar al mundo sin la unidad global, y que solo el poder convincente de la palabra de Dios puede hacer posible la verdadera unidad:
«El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida. Esta unidad no podrá jamás lograrse mientras se permita que los consejos que ha revelado la Pluma del Altísimo pasen desatendidos». -Bahá’u’lláh, Pasajes de los Escritos de Bahá’u’lláh, p. 150.
¿Esas dos lealtades, el amor patriótico del país y el amor altruista, aquel amor más amplio por la humanidad y nuestro planeta, representan un conflicto inherente para los bahá’ís? No, Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe Bahá’í dijo:
«El amor al propio país, inculcado y enfatizado por la enseñanza del islam como “elemento de la Fe de Dios”, no es condenado ni se hace desmerecer por esta declaración, este toque de trompeta de Bahá’u’lláh. No debiera, y de hecho no puede, interpretarse como rechazo a un sano e inteligente patriotismo, ni considerarse a la luz de una censura pronunciada contra éste, ni tampoco busca socavar la lealtad y apego de ningún individuo hacia su país, ni está en pugna con las legítimas aspiraciones, deberes y derechos de ningún estado o nación en particular. Lo que da a entender y proclamar es solamente la insuficiencia del patriotismo, a la vista de los cambios fundamentales efectuados en la vida económica de la sociedad y la interdependencia de las naciones, y como consecuencia de la constricción del mundo, debida a la revolución de los medios de transporte y comunicación; condiciones que no existían, ni podían existir, en los días de Jesucristo o de Muhammad. Exige una lealtad más amplia, que no debiera estar, y de hecho no está, en conflicto con lealtades menores. Infunde un amor que en vista de su alcance debe incluir, y no excluir, el amor al propio país. Mediante esa lealtad que inspira y ese amor que inculca, echa los únicos cimientos sobre los cuales puede prosperar el concepto de ciudadanía mundial y puede descansar la estructura de la unificación del mundo. Sin embargo, insiste en que se subordinen las consideraciones nacionales e intereses particulares a los imperativas y supremas exigencias de la humanidad como un todo, por cuanto en un mundo de pueblos y naciones interdependientes se favorece mejor a la parte, favoreciendo al todo». – Shoghi Effendi, El Día Prometido ha Llegado, pp. 113-114.
Podemos ver aquí un concepto fascinante: “se favorece mejor a la parte, favoreciendo al todo”. Piensen un poco en este concepto y consideren sus ramificaciones.
En muchos sentidos, la sociedad moderna del siglo XXI sigue funcionando según los principios darwinianos del siglo XIX: la supervivencia del más apto, la competencia y la consiguiente clasificación de las personas entre unos pocos ganadores y muchos perdedores. Pero las enseñanzas bahá’ís adoptan un enfoque muy diferente. La unidad, el principio bahá’í central, requieren una forma completamente nueva de considerar los problemas del mundo, uno que primero considera y prioriza la ventaja del conjunto sobre la ventaja de cualquier individuo, grupo o nación en particular.
Sólo ese enfoque holístico, que prometen las enseñanzas bahá’ís, nos traerá solidaridad, seguridad y paz:
“El mundo se mueve, realmente, hacia su destino. La interdependencia de los pueblos y naciones de la tierra es ya un hecho consumado, a pesar de lo que digan o hagan los jefes de las fuerzas que dividen al mundo. Su unidad en la esfera económica es ahora entendida y reconocida. El bienestar de una parte significa el bienestar del todo, y la miseria de una parte trae la miseria al todo. La Revelación de Bahá’u’lláh, en Sus propias palabras, ha “dado un nuevo impulso y fijado una nueva dirección” a este vasto proceso que opera ahora en el mundo… un solo cuerpo, único, orgánicamente unido e indivisible”. – Ibid., p. 114.
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