¿Qué son las Escrituras Sagradas bahá’ís?

La tercera pregunta que mi Asamblea Espiritual Local me pidió que abordara para un alma curiosa fue sobre lo que los bahá’ís consideran escrituras sagradas: «¿Tienen algún texto religioso que lean/estudien?».

Sí, en efecto, como sin duda habrás adivinado por las citas que ya he citado al responder a estas preguntas.

Bahá’u’lláh escribió en vida (1817-1892) cientos de cartas, tablas y libros enteros que abarcan desde tratados místicos escritos directamente al alma del individuo hasta orientaciones destinadas a los dirigentes de naciones, religiones e instituciones de gobierno.

Los bahá’ís los consideran libros sagrados, sagrados por naturaleza, la Palabra creadora de Dios.

El hijo de Bahá’u’lláh, Abdu’l-Bahá, que fue designado por él como el único intérprete autorizado de sus enseñanzas, también escribió copiosamente. Nos ha legado múltiples volúmenes de sus charlas, algunas pronunciadas en Europa y en Estados Unidos y Canadá a principios del siglo XX, así como numerosos tratados sobre diferentes temas. El objetivo: enseñar a la humanidad cómo, según Bahá’u’lláh, «… llevar adelante una civilización en continuo progreso».

Los bahá’ís no sólo estudian esos textos para intentar comprender cómo podemos ayudar a cumplir ese cometido, sino también en busca de inspiración y orientación personal. Todos los bahá’ís que conozco tienen sus escrituras favoritas. Las mías incluyen dos de las obras más místicas de Bahá’u’lláh, ambas escritas en respuesta a preguntas de particulares. Una es Tabernáculo de Unidad, que he citado antes, y la otra es Los Siete Valles, que describe el viaje espiritual del alma hacia el Amado: Dios. Mi obra favorita de Abdu’l-Bahá es una recopilación de las charlas que dio en París, titulada «La Sabiduría de Abdu’l-Bahá».

Los textos manuscritos originales de las principales obras de Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá siguen existiendo y se conservan en un archivo seguro en el Monte Carmelo en Haifa, Israel. Este archivo forma parte del Centro Mundial Bahá’í, y eruditos de todo el mundo acuden allí para estudiarlos.

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Aunque los escritos autentificados de Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá se consideran escrituras y son la principal fuente de guía para los bahá’ís, también se nos anima a estudiar escrituras anteriores. De ahí que muchos bahá’ís (entre los que me incluyo) tengan bibliotecas domésticas que incluyen obras como el Bhagavad Gita (escritura hindú), la Biblia (Torá y Evangelio), Dhammapada (escritura budista), Corán y los escritos recopilados de luminarias indígenas como Black Elk (Lakota Sioux) y Deganawida (Iroquois), etc. A menudo incluimos pasajes de estas escrituras anteriores en nuestras reuniones devocionales.

Se anima a los bahá’ís a leer y reflexionar sobre las escrituras a diario, regando el jardín espiritual, por así decirlo. Bahá’u’lláh escribió:

Entona, oh Mi siervo, los versículos de Dios que has recibido, como son entonados por aquellos que se han acercado a Él, para que la dulzura de tu melodía encienda tu propia alma y atraiga los corazones de todos los hombres. Siempre que alguien recite en la intimidad de su aposento los versículos que Dios ha revelado, los ángeles esparcidores del Todopoderoso difundirán por doquier la fragancia de las palabras emanadas de su boca, y harán que palpite el corazón de todo hombre recto. Aunque al principio permanezca inconsciente de su efecto, sin embargo, la virtud de la gracia que le ha sido concedida debe necesariamente ejercer tarde o temprano influencia sobre su alma.