Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Nosotros, los seres humanos, controlamos completamente nuestro destino? ¿Recae nuestro destino solo en nuestras manos?
Ya sea que analicemos la historia de Adán y su decisión de comer la manzana prohibida, o la antigua historia de Gilgamesh, parece que el hombre siempre ha considerado que él tiene las riendas de su propio destino, al igual que muchas personas hoy en día.
Sin embargo, si creemos en un Ser Supremo, como lo hacemos la mayoría de nosotros, tal vez comprendamos, como dicen las enseñanzas Bahá’ís, que nuestro Creador posee un papel crucial sobre el destino de cada ser viviente.
El destino y la predestinación consisten en las relaciones necesarias e indispensables, las cuales existen en las realidades de las cosas. Estas relaciones han sido ubicadas en las realidades de los seres existentes por medio del poder de la creación, y todo episodio es una consecuencia de la necesaria relación. Por ejemplo, Dios ha creado una relación entre el sol y el globo terrestre, según la cual los rayos del sol habrán de brillar y el suelo habrá de producir. Estas relaciones constituyen la predestinación, y su manifestación en el plano de la existencia es el destino. – ‘Abdu’l-Bah’a, Selección de los escritos de Abdu’l-Bahá, p. 198.
Generalmente, las personas suelen creer en un Creador porque aceptan las enseñanzas de alguno de los profetas de la línea de mensajeros y educadores sagrados que se extiende desde Adán. Estos interlocutores divinos, como Buda, Moisés, Cristo, Muhammad y, para nuestra época, Bahá’u’lláh, traen las enseñanzas de Dios y su voluntad a la humanidad de época en época. Cuando seguimos las enseñanzas de uno de estos profetas, adoptamos su nombre.
Las enseñanzas Bahá’ís dicen que las enseñanzas y tradiciones sociales de cada uno de los mensajeros pueden diferir, pero su luz es la misma, todas emanan de una única fuente:
Las realidades individuales de las Manifestaciones Divinas no están separadas de la Gracia de Dios ni del Esplendor Señorial. Del mismo modo, el globo solar no se halla separado de su propia luz. Por tanto, puede decirse que la ascensión de la Santa Manifestación es simplemente el abandono de esta forma elemental. Por ejemplo, si una lámpara iluminase este nicho, y acto seguido la luz dejara de iluminarlo por haber sido destruido éste, no por ello habrían de interrumpirse las dádivas de la lámpara. En resumen, la Gracia Preexistente de las Santas Manifestaciones es como la luz, su individualidad se asemeja al globo de cristal, y el cuerpo humano al nicho: si el nicho se destruye, la lámpara continúa ardiendo. Las Manifestaciones Divinas son como espejos diferentes, puesto que poseen su propia individualidad. No obstante, lo que se refleja en dichos espejos es un mismo sol. Por lo demás, es evidente que la realidad de Cristo es diferente de la de Moisés. – ‘Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas preguntas, p. 244.
Usando esta metáfora, podemos decir que la humanidad se ha aferrado a los espejos y no al sol, fracasando así en separar la realidad espiritual de la realidad física, Al llamarnos entre nosotros cristianos, budistas o musulmanes, puede, entonces, separarnos del resto de la humanidad, si es que permitimos que nuestras creencias nos dividan.
Desde una perspectiva Bahá’í, sin embargo, Dios en Su sabiduría ha tenido siempre, y siempre tendrá, un plan divino para la humanidad. Él ha cumplido y continuará cumpliendo gran parte de este plan al enviar una sucesión progresiva de mensajeros divinos interconectados para revelar Su voluntad para la época y edad en la que aparecen.
Una vez que aceptemos que cada uno de estos profetas y mensajeros hablan con la misma voz y profieren las mismas palabras esenciales, nos educaremos en unidad, en lugar de enfrentarnos entre nosotros por nuestras diferencias.
La humanidad comparte la misma fuente de ser. En palabras de Bahá’u’lláh, todos hemos sido creados “del mismo polvo” para que “nadie se exalte a sí mismo por encima del otro”. – Las Palabras Ocultas, p. 20. Las enseñanzas Bahá’ís nos aseguran que todos hemos sido creados en semejanza espiritual de Dios y todos tenemos un papel que tomar en el mejoramiento de la vida de la humanidad y su bienestar, tanto en este mundo como en los mundos venideros. En otras palabras, cada uno de nosotros tiene un papel significativo en el plan estratégico de Dios.
¿Por qué creen en esto los Bahá’ís? Porque la historia ha demostrado que los profetas y mensajeros de Dios son los verdaderos líderes de la humanidad, cuyas enseñanzas forman una gran base para grandes civilizaciones duraderas, mucho después del el fallecimiento su fundador.
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