Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Todos queremos hacer del mundo un lugar mejor. Pero ¿por qué nos reprimimos?
A todos les encanta la idea de aportar algo bueno al mundo, de pasar la vida haciendo algo que mejorará las cosas para todos. Pero no siempre damos lo mejor de nosotros para poder hacerlo; y desafortunadamente, lo que nos retiene a menudo son las limitaciones que nos imponemos a nosotros mismos y a los demás.
Recientemente, comencé a ser más consciente de los tipos de pensamientos que podrían estar impidiéndome inconscientemente servir a mi comunidad lo mejor que puedo. Descubrí que, con el frenesí apresurado de mi agenda diaria, es muy fácil evitar reflexionar sobre mis acciones, pero cuanto más intento volver a centrarme, más me doy cuenta de que a menudo me retengo del servicio.
Quiero visitar a las familias en el vecindario donde imparto clases para niños e invitar a más niños a participar. Quiero tener conversaciones más significativas con las personas que me rodean. Quiero encontrar nuevas maneras de poder servir… Establecer metas es fácil, pero tomando el primer paso para poder lograrlos requiere mucho más esfuerzo.
A veces, cuando empiezo a pensar en la logística necesaria para hacer que algo suceda, parece que me paralizo. Empiezo a cuestionar mi propia capacidad de seguir adelante, y me pongo a imaginar los peores escenarios. Peor aún, recurro a la autocompasión: «si solo tuviera a alguien más que pudiera hacer estas cosas, si tuviera más tiempo, si solo…», etc.
No es propicio para ayudar a los demás, y en realidad es una manera muy egocéntrica de abordar los problemas, que no tiene lugar en los esfuerzos por mejorar el mundo. Entonces, ¿cómo podemos superar estas emociones contraproducentes?
La gente a menudo dice «¡Cree en ti mismo!» Pero, ¿y si, frente a la magnitud de lo que esperas hacer, eso no es suficiente?
Los escritos bahá’ís dicen:
No toméis en cuenta vuestras limitaciones y debilidad; fijad vuestra mirada en el poder invencible del Señor, vuestro Dios, el Todopoderoso….Levantaos en Su nombre, poned toda vuestra confianza en El y estad seguros de la victoria final. – El Báb, RA, pág. 119
Si queremos embarcarnos en un viaje para hacer algo que nunca se ha hecho antes, si queremos mejorar las cosas de tal forma que muchos consideren imposible, entonces, pensar demasiado sobre nosotros mismos, por supuesto, nos hará perder la motivación. Todos somos falibles, y nadie conoce nuestras faltas más que nosotros mismos. Es bueno tener confianza, pero creer en nosotros mismos solo puede llevarnos hasta cierto punto.
Abdu’l-Bahá habló sobre el concepto de «confirmación»: cuando hacemos un esfuerzo, Dios nos confirmará ayudándonos a tener éxito. Él utilizó el ejemplo de un ave, que hace que el esfuerzo para despegar del suelo, y el viento bajo sus alas lo empuja a una mayor altura. De la misma manera, dijo, las confirmaciones de Dios fortalecen nuestros esfuerzos y nos guían en la dirección correcta.
A veces, cuando se planifica comenzar una reunión de oración interreligiosa en un vecindario, un miedo irracional al rechazo amenaza con detenernos. Pensamos, ¿y si mis vecinos piensan que soy raro? ¿Qué pasa si encuentran que el concepto de una reunión comunitaria es tan perturbador que nunca me vuelven a hablar? ( Pensamientos como estos suelen ser completamente infundados, pero eso no los hace menos poderosos cuando se enfrentan al timbre de un vecino y al desafío de hacer algo por primera vez).
En momentos como estos, solo se necesita ese primer esfuerzo para identificar las confirmaciones. A menudo, nuestro vecino resulta ser mucho más entusiasta de lo que esperábamos, o incluso han estado pensando en hacer algo similar. Un camino que parecía nublado y aterrador al principio, ahora es claro y emocionante, y todo va encajando.
La magnanimidad del hombre debe ser celestial o, en otras palabras, debe ser asistida por la confirmación divina, para que él pueda llegar a ser la causa de la iluminación del mundo de la humanidad. – Abdu’l-Bahá, Las Tablas del Plan Divino, p. 23.
Tomar ese primer paso no se vuelve más fácil, pero cuando creemos en la ayuda de Dios y no solo en nosotros mismos, tenemos un poder infinitamente mayor. Ya no confiamos en nuestras propias habilidades y talentos; más bien, podemos aspirar a hacer cosas que nunca pensamos que podríamos hacer, enfrentar nuestros miedos y hacer cosas aún más grandes.
El servicio tiene que ver con la creación de capacidad .En nuestra búsqueda por hacer del mundo un lugar mejor, estamos mejorando constantemente nuestros pensamientos y comportamientos, tanto por nuestra cuenta como a través del trabajo con los demás .Cuando nos esforzamos por ser lo mejor que podemos ser, y a través de la oración y la meditación para llegar a una comprensión más profunda de nuestro verdadero propósito, descubrimos nuevas habilidades y talentos en nosotros mismos que podemos usar para servir a nuestra comunidad.
Lo mejor de todo es que podemos encontrar amigos que nos apoyen en nuestros esfuerzos por hacer un lugar mejor, y que nos unamos a través de la confianza en Dios y de una visión compartida de lo que queremos que el mundo se convierta, podemos superar aquella tendencia a paralizarnos, y en lugar de eso, persigamos con entusiasmo lo que nuestra alma nos está pidiendo que hagamos.
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