Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Por segunda vez en el año, los bahá’ís de Ottawa y sus amigos de ideas afines se beneficiaron recientemente de las ideas de un antiguo miembro de la Casa Universal de Justicia de los bahá’ís: el Dr. Firaydoun Javaheri.
Durante la primera reunión con nuestra comunidad bahá’í, el Dr. Javaheri habló sobre las condiciones actuales en el mundo en una calurosa charla prepandémica en la Universidad de Ottawa – ¡nos dimos la mano y un abrazo! Escuché y transpiré, mientras nos encontrábamos hombro con hombro.
Siendo los tiempos actuales lo que son, su última charla fue en Zoom.
Originario de Irán, el Dr. Javaheri se formó como agrónomo, luego se mudó como pionero a África donde trabajó en varias naciones, principalmente en Gambia y Zambia, finalmente como director técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación. Como activista voluntario, estuvo a la vanguardia de los crecientes esfuerzos de la comunidad bahá’í en el desarrollo social y económico, sirvió en consejos locales y nacionales elegidos -los bahá’ís los llaman «Asambleas Espirituales»- y posteriormente como «Consejero» designado para el continente africano. A los 50 años fue elegido para servir como miembro de la Casa Universal de Justicia, y lo hizo por tres períodos de cinco años, viviendo y trabajando en el Monte Carmelo en Haifa, Israel, donde se encuentra el Centro Mundial Bahá’í. Actualmente jubilado, vive en el sur de Ontario (Canadá), donde tiene lazos familiares.
Entonces, ¿qué tenía para decir esta persona tan querida pero tan profundamente humilde?
El Dr. Javaheri habló sobre el estado del planeta. Señaló que la raza humana, a medida que el año 2019 se acercaba al 2020, y dirigida en gran parte por jóvenes, estaba finalmente centrándose de forma masiva en la amenaza que supone el cambio climático. Sin embargo, justo cuando esta ola de atención y preocupación estaba alcanzando una masa crítica, surgió una pandemia mundial. La perturbación climática no desapareció, aunque una desaceleración económica generalizada hizo que la respiración se hiciera más fácil en muchas grandes ciudades. Pero a medida que se propagaba el novedoso coronavirus y se profundizaba la respuesta a esta segunda crisis internacional, el «acto inhumano» del asesinato de George Floyd causó una «indignación mundial sin precedentes» por las injusticias raciales de larga data. Ante una emergencia apilada sobre las otras emergencias planetarias, el Dr. Javaheri lo expresó de esta manera: «La humanidad está exigiendo el establecimiento de un proceso que instituya una verdadera igualdad racial en el mundo». Pero hay más. En todas estas instancias cruciales, «La gente está exigiendo un mundo más unido». O, como dijo Abdu’l-Bahá en una charla que dio en París:
Nuestros mayores esfuerzos deben estar dirigidos hacia el desprendimiento de las cosas del mundo; debemos luchar por ser más espirituales, más luminosos, por seguir el consejo de las Enseñanzas Divinas, por servir a la causa de la unidad y de la verdadera igualdad, por ser generosos, por reflejar el amor del Altísimo sobre todos los seres humanos, para que la luz del Espíritu se manifieste en todos nuestros actos, con el fin de que toda la humanidad se una, que el turbulento mar del mundo se calme, y que las rugientes olas desaparezcan de la superficie del océano de la vida, y esté por siempre tranquilo y apacible.
Ya hemos visto esto antes. Debido a las secuelas de ambas guerras mundiales, por ejemplo, la humanidad hizo esfuerzos para crear un orden internacional – la Liga de las Naciones, las Naciones Unidas – pero cada vez, las naciones y los líderes se quedaron cortos en cuanto a las medidas necesarias para unir realmente a la raza humana. El final de la Guerra Fría ofrecía una promesa similar, e instituciones como las Naciones Unidas establecieron muchos objetivos humanos al comenzar el nuevo milenio, pero estos han sido en gran medida ignorados y siguen sin ser alcanzados.
Muchos obstáculos han frenado o detenido la realización de aquel viejo sueño de paz y armonía, pero lo más claro es el grave desequilibrio entre nuestros niveles de atención a las dimensiones espirituales, éticas y morales de la vida humana, en contraposición a las materiales. Colectivamente, somos como un pájaro que intenta volar con una sola ala. Revoloteamos hacia arriba, y luego caemos.
Entonces, ¿cuáles son los remedios particulares para las crisis que enfrentamos y para todos los males del mundo? El Dr. Javaheri prescribió varios, directamente de las enseñanzas bahá’ís: la eliminación de los prejuicios raciales y de cualquier tipo; la renovación de los conceptos de liderazgo; una mayor apreciación del poder de las relaciones y de la capacidad de crecimiento dentro de nuestros vecindarios locales; una conciencia de cómo las actitudes y prácticas consumistas distorsionan nuestros esfuerzos para abordar los problemas mundiales; y, sobre todo, un reconocimiento más activo acerca la unidad intrínseca de la humanidad.
Para los bahá’ís, y cada vez más para la gente de altas miras, tales prescripciones forman los verdaderos cimientos de todo progreso genuino. Todas ellas son los pilares de la proclamación de Bahá’u’lláh en el siglo XIX sobre las necesidades de la humanidad en esta era de rápidos cambios. Hoy en día, la humanidad es ampliamente consciente de estos principios. Entonces, ¿cómo ayudamos en los esfuerzos de la humanidad para superar sus debilidades en el camino hacia la integración global, hacia un verdadero matrimonio de progreso espiritual y material? En el próximo ensayo de esta serie, exploraremos esa pregunta crucial.
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