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Justicia

¿Seguimos perpetuando patrones sutiles de desigualdad?

Nabil Grueso | Jun 13, 2020

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Nabil Grueso | Jun 13, 2020

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Algunas de las batallas espirituales más difíciles contra las que debemos luchar no son necesariamente las que reconocemos a primera vista, sino son aquellas que están almacenadas en un nivel subconsciente.

Recientemente he estado reflexionando acerca del papel que tenemos en luchar contra el modelo predominante en nuestra sociedad que privilegia al hombre.

Crecí en Bogotá, Colombia, junto con mis tres hermanas menores y mis padres. Mis hermanas y yo fuimos educados bajo los principios universales propuestos por la fe bahá’í, en un entorno de amor y comprensión. Desde pequeños mi mamá nos enseñó aspectos muy útiles de la vida incluyendo, por supuesto, cómo hacer nuestros deberes del hogar.

Más adelante, cuando era poco más que un adolescente y compartía con algunos de mis amigos más cercanos y sus familias, pude ver cómo los deberes del hogar recaían principalmente sobre las mujeres de la casa. En mi caso, recuerdo decir a mis padres de vez en cuando que estaba atareado con la universidad u ocupado con alguna otra cuestión para librarme de hacer algunos deberes del hogar (que igual debían hacerse y por ende los terminaban haciendo mis hermanas mientras nuestros padres trabajaban).

No significa que mis amigos y yo no colaboráramos con los quehaceres de nuestras casas; nosotros ayudábamos también, nuestras madres procuraron inculcarnos este deber, pero la principal responsabilidad en este asunto era de las mujeres. Seguramente buscaban crear más conciencia en nosotros sobre este tema porque ellas mismas crecieron en un entorno donde las mujeres eran las responsables del hogar y los hombres los responsables de llevar el dinero a la casa. Pero esto solo se lograba hasta cierto nivel y luego caía ante lo predominante en la mayoría de la sociedad.

A lo largo de la historia de la civilización, la mujer siempre ha sufrido un rol inferior al del hombre en todos los sentidos. Sin embargo, las enseñanzas de la Fe bahá’í abolen por completo estas diferencias traídas de tiempos de antaño:

Se tenía a la mujer como creada exclusivamente para criar hijos y atender los deberes del hogar. Se consideraba contrario a la castidad que siguiera el camino de la educación; así se convirtió en prisionera del hogar. […] Bahá’u’lláh destruyó estas ideas y proclamó la igualdad del hombre y la mujer. Hizo que la mujer fuera respetada, al dictar que todas las mujeres deben educarse, que no debe haber diferencia en la educación de los dos sexos y que el hombre y la mujer comparten los mismos derechos. A los ojos de Dios no hay diferencia de sexos Quien posea pensamientos puros, aquel cuya educación sea superior, cuyos logros científicos sean mayores, cuyas obras filantrópicas sean sobresalientes, sea hombre o mujer, blanco o de color, puede aspirar a tener todos los derechos y reconocimiento; no hay diferenciación en absoluto. – Abdu’l-Bahá, La promulgación de la paz universal.

Ahora, cuando examino las pocas etapas por las que mis amigos y yo hemos pasado en la vida y las contrasto con las vidas de mis hermanas y las de mis amigas, me doy cuenta de que, si bien hay cierta igualdad de oportunidades para acceder a educación superior o algunos trabajos, las mujeres aún cargan la responsabilidad de realizar la mayor parte de los deberes del hogar. De hecho, hubiese sido de beneficio para los hombres durante su juventud aprender las valiosas lecciones de responsabilidad al hacer más deberes de la casa, de forma que fuese equitativo con las mujeres.

Hasta el momento he mencionado solo uno de los aspectos sobre los cuales hay más presión sobre las mujeres, y este es apenas uno de muchos. Hoy en día me resulta más evidente identificar algunos patrones que se siguen perpetuando de forma inconsciente, y que reafirman el modelo desbalanceado en favor del hombre. Por ejemplo, los estándares de belleza impuestos sobre las mujeres ―creados por maquinarias económicas desde muchas décadas atrás, y que hoy se toman como aspectos invariables del día a día de una mujer―; la expectativa por que logren ser madres entre sus 20s y sus 30s ―en especial por parte de familiares mujeres de las generaciones precedentes―; la presión por ser más femeninas, dulces y complacientes, entre muchos otros.

Incluso, he llegado a la conclusión de que muchos aspectos relacionados con el entendimiento de la “caballerosidad” continúan perpetuando la desigualdad. Algunos ejemplos son el hecho de que al bajar de un carro la tradición dicte que el hombre debe abrirle la puerta a la mujer, o darle la mano al bajar de un lugar alto, o pagar por las entradas del cine o la comida, entre otros. Y lo único que logran es fomentar el punto de vista de que la mujer pertenece al sexo débil y que no es capaz de hacer lo mismo que el hombre, cuando debiera ser todo lo contrario. Al mismo tiempo, esto no significa que debamos ser descorteses o poco amables, sino que deberíamos practicar la cualidad de la amabilidad y cortesía como virtudes universales sin dirigirlas únicamente hacia un sexo.

‘Abdu’l-Bahá, el hijo del profeta y fundador de la Fe bahá’í, claramente lo mencionó en una de sus charlas en su viaje a Estados Unidos y Canadá, alrededor del año 1912: Hasta que no se establezca plenamente la realidad de la igualdad entre el hombre y la mujer, no será posible lograr el desarrollo social más elevado de la humanidad. Aun si se concede que la mujer es inferior al hombre en algún grado de capacidad o logro, ésta o cualquier diferencia continuaría produciendo discordia o perturbación. El único remedio es la educación, la oportunidad; porque la igualdad quiere decir igualdad de capacitación. – La promulgación de la paz universal.         

Este es un tema que tiene muchas aristas, pero en cuanto a lo que nos concierne a los hombres, creo que podemos esforzarnos más por ser más conscientes de esas sutiles formas de desigualdad y luchar contra ellas.

Ojalá en el lapso de solo un par de generaciones podamos dejar completamente atrás cualquier rezago de desigualdad por género. Al final, lo que se desea lograr es la construcción de una civilización más justa para todos los seres humanos, sin crear diferencias por color, etnia, procedencia o género. Por lo pronto… mi amor, ¡yo lavo los platos!

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Comentarios

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  • Badi Villar
    Jun 21, 2020
    -
    El principio de la igualdad de derechos y oportunidades es con seguridad un tema con muchas aristas, pero también uno que se presta a agendas ideológicas, como las que son comunes en el discurso feminista. Mujeres y hombres somos iguales en lo espiritual, intelectual y en cuanto a aptitudes morales y sociales. Somos diferentes anatómica y fisiológicamente, y eso es un hecho. En promedio, los hombres somos más grandes y fuertes que las mujeres, solemos realizar actividades físicas que conllevan mayor riesgo, lo cual está bien. Proteger y cuidar de las mujeres, así como de los niños, ancianos, enfermos y ...los débiles, es una obligación moral para todo hombre joven y adulto, sano y capaz. Esto está en consonancia con el principio bahá'í.
    Read more...
  • Jessica María Ortiz Brand
    Jun 14, 2020
    -
    Es muy interesante el artículo. Es imperativo la educación universal y en especial a las mujeres. Desafortunadamente, las mujeres transmiten estos antivalores de manera sutil en la vida cotidiana pensando que este es el mejor obrar. Es necesario que seamos conscientes de ello para romper con las cadenas y empezar a vivir en un mundo donde está igualdad de derechos y oportunidades para ambos sexos sea una realidad.
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