Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
En el momento de su muerte, el 28 de noviembre de 1921, Abdu’l-Bahá había escrito y hablado incansablemente sobre la unidad como el propósito declarado que animaba la revelación de su padre Bahá’u’lláh.
Abdu’l-Bahá se explayó sobre la mentalidad necesaria para promover esta importante meta bahá’í.
La Unidad que es productiva, que da resultados ilimitados es primeramente la unidad del género humano que reconoce que todos están cobijados bajo la sombra gloriosa del Todo Poderoso; que todos son servidores de uno solo Dios; porque todos respiran de la misma atmósfera, viven sobre la misma tierra; se mueven bajo el mismo cielo, reciben calor del mismo sol y están bajo la protección de un solo Dios. Ésta es la más grande unidad y sus resultados son duraderos si la humanidad se adhiere a ella… – Fundamentos de la unidad mundial.
Durante su visita a Estados Unidos en 1912, Abdu’l-Bahá comprendió el potencial que tenía la igualdad racial en un país que solo 50 años antes había abolido la esclavitud con la Proclamación de la Emancipación. También era consciente de las creencias sociales limitantes en cuanto a la raza que ataban a los estadounidenses, incluyendo a los primeros bahá’ís americanos. Lograr esta «grandísima unidad» implicaría un proceso largo y difícil, pero la demora en abordar la cuestión impediría que existieran los cimientos necesarios para una unidad duradera en cualquier ámbito del quehacer humano, ya sea cultural, político, religioso o científico.
En una sociedad dominada por un racismo corrosivo y pernicioso, ¿cómo podría Abdu’l-Bahá elevar tanto el pensamiento como la acción humana más allá de la práctica común? Como punto de partida, utilizó con frecuencia la palabra tolerancia al hablar y escribir sobre la unidad humana. Wikipedia define la tolerancia como una «actitud permisiva» hacia aquellos que difieren de nosotros.
Para los estadounidenses de principios del siglo XX, la promoción de la tolerancia racial iba en contra de las convenciones sociales, pero Abdu’l-Bahá se embarcó con alegría en su confrontación inicial con el racismo estadounidense. Sabía que la mera tolerancia y las opiniones liberales no eran más que peldaños que conducían a las únicas soluciones duraderas para los prejuicios raciales: el amor y la unidad.
Amor y compañerismo son absolutamente necesarios para ganar la complacencia de Dios, que es la meta de las aspiraciones humanas. Debemos unirnos. Debemos amarnos. Debemos alabarnos los unos a los otros. Debemos conferir aliento y encomio a toda la gente, para eliminar así la discordia y el odio que han causado la desunión o distanciamiento entre los hombres. – Fundamentos de la unidad mundial.
Con su propio ejemplo, Abdu’l-Bahá comenzó a ilustrar personalmente la visión de la unidad divina que la gente podía fomentar. En algunos casos exigió un nivel de conducta más elevado. Conmocionando a muchos, en su forma directa pero amable, desafió y socavó audazmente los cimientos de creencias largamente sostenidas.
En 1898-99 Phoebe Hearst, junto con su mayordomo personal Robert Taylor, visitó a Abdu’l-Bahá en Tierra Santa. Entre Abdu’l-Bahá y el Sr. Taylor, un afroamericano nacido en la esclavitud, surgió un profundo vínculo de amistad. Su estrecha relación desafió las normas de interacción racial.
En 1912, en una cena diplomática en Washington D.C., los asientos de la mesa reflejaban una ciudad profundamente segregada por razas. Abdu’l-Bahá insistió en que Louis Gregory, un abogado afroamericano y bahá’í, fuera añadido y se sentara junto a él en la cabecera de la mesa. Dondequiera que hablara en los Estados Unidos, exigía que las reuniones estuvieran abiertas a todos los que desearan asistir.
Para apreciar plenamente hasta qué punto desafiaba los prejuicios comunes de la época, en 1914, Abdu’l-Bahá alentó el matrimonio interracial de dos de los primeros bahá’ís estadounidenses, Louis Gregory y Louise Mathews, a pesar de las leyes de mestizaje generalizadas de la época. También ensalzó la fuerza y las virtudes de los niños nacidos de estos matrimonios interraciales.
Hoy en día, al ser testigos de los continuos efectos del racismo, vemos que nuestro futuro cercano se despliega ante nosotros sin que nada pueda cambiar su trayectoria, excepto el corazón humano. Hasta que los prejuicios no se conviertan en un triste y lejano recuerdo, no podremos salir de la oscuridad:
Por tanto, se ha establecido y probado que todos los prejuicios son destructivos para el edificio humano. Mientras persistan esos prejuicios, ha de permanecer dominante la lucha por la existencia y continuará la sed de venganza y rapacidad. – Fundamentos de la unidad mundial.
Algunos han descrito la locura como la continuación de los mismos comportamientos esperando un resultado diferente. ¿Es ahí donde estamos y donde deseamos quedarnos? Abdu’l-Bahá tenía otra visión para América y el mundo:
Toda la humanidad habitará conjuntamente como una sola familia mezclándose como las olas del mar, brillará como las estrellas de un solo firmamento y aparecerá como frutos del mismo árbol. Ello será la felicidad y ventura del género humano. Esto significa la iluminación del hombre, la Gloria Eterna y la Vida Perdurable; esto es una Gracia Divina. Yo deseo esta situación para vosotros, y ruego a Dios que los pueblos de América puedan alcanzar este Gran Fin, para que las virtudes de esta democracia queden aseguradas y sus nombres ensalzados eternamente. – Fundamentos de la unidad mundial.
Abdu’l-Bahá, con su gran sabiduría, desafió a América a romper las fronteras de la existencia y a pasar a la iluminación espiritual necesaria para desempeñar nuestro papel en el establecimiento de la «grandísima unidad». La tolerancia puede desintegrarse en un minuto, y no es más que un peldaño hacia la meta perdurable de la luz del amor. Los bahá’ís invitan a todo el mundo a participar en la realización de esta visión para la humanidad dentro de nuestra realidad compartida.
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