Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Hace tiempo leí el libro Dignidad, de la Dra. Donna Hicks, pero el título me atrajo de nuevo porque últimamente he estado pensando mucho en el tema y porque mi propia dignidad se ha visto mermada.
En su libro y en este TED Talk, la Dra. Hicks define la dignidad como el aprecio y el valor de una persona.
Su trabajo en resolución de conflictos y su «Modelo de Dignidad» se centran en cómo responden los seres humanos vulnerables cuando la gente los trata como si no importaran.
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Confieso que escribo esto porque últimamente me han herido personas que me han tratado así.
Independientemente de la raza, la clase social o la edad a la que pertenezcamos, todos podemos sufrir cuando nos dicen –de diversas maneras y por las acciones o inacciones de otras personas– que no importamos. Las últimas tendencias, muy divisivas, de «cancelar» e «ignorar» a los demás envían ese mismo mensaje. Tal vez me haya quedado atrás, pero hace poco que me he familiarizado con el término «ghosting», cuando alguien pone fin a la comunicación o a una relación sin dar ninguna explicación. Por desgracia, estas tendencias sociales divisivas también se han colado en las comunidades religiosas.
«La capacidad de infligirnos heridas psicológicas en forma de violaciones de la dignidad está programada, al igual que la necesidad de conexión», escribió Hicks. «Cuando sufrimos las heridas de sentirnos humillados o disminuidos, una respuesta emocional hiperactiva puede tener consecuencias mortales». La autora remonta algunas de las raíces de los conflictos a estas violaciones de la dignidad: entre individuos, en grupos de trabajo empresariales y en conflictos de mayor envergadura, como las guerras civiles. Esas heridas pueden agravarse.
Como alternativa, Hicks transmite la importancia de demostrar «el cuidado y la atención por uno mismo y por los demás que merece cualquier cosa de valor». No pierdas la oportunidad, añade, «de ejercer el poder que tienes para recordar a los demás quiénes son: inestimables, inapreciables e insustituibles. Recuérdatelo a ti mismo también».
Esta última afirmación es igualmente importante. En su libro, Hicks hace referencia al filósofo de la Ilustración Immanuel Kant, que consideraba el suicidio moralmente incorrecto «porque violaba el imperativo de tratar no sólo a los demás, sino [también] a nosotros mismos como seres con dignidad y valor inherentes».
Valor y dignidad tienen significados similares para mí. Y, en los escritos bahá’ís, ambos tienen un componente espiritual, como señala claramente esta cita de Bahá’u’lláh:
De entre todas las cosas creadas, Él eligió para conferir Su especial favor a la joya pura de la realidad del hombre, y la dotó con la capacidad única de conocerle y de reflejar la grandeza de Su gloria. Esta doble distinción que le fuera concedida ha limpiado su corazón de la herrumbre de todo deseo vano, y le ha hecho merecedor de la vestidura con que su Creador se ha dignado cubrirle.
Puede que estemos o no a la altura de esa posición, pero sigue siendo un buen recordatorio para intentar ver lo divino en los demás.
En cuanto a la «dignidad», he descubierto que en los escritos bahá’ís la palabra suele ir acompañada de términos como cortesía, gracia, bondad, nobleza, aplomo, decoro, respeto y reverencia. Para mí, se utiliza para referirse a tener un porte digno, o a la forma en que uno se comporta, sin aspirar a un comportamiento vil y frívolo, sino honorable y elevado. En una advertencia sobre la excesiva libertad, por ejemplo, Bahá’u’lláh escribió: «hace que el hombre traspase los límites de lo apropiado y atente contra la dignidad de su posición».
En las enseñanzas bahá’ís, la dignidad también aparece en el contexto del reconocimiento de la humanidad esencial del «otro», como también menciona Hicks. Ese tema se refleja en estos dos pasajes de Abdu’l-Bahá, el primero de una charla que dio en París y el segundo de sus escritos:
Cuando la justicia perfecta reine en todo el mundo oriental y occidental, entonces la tierra se convertirá en un sitial de belleza. La dignidad y la igualdad de cada siervo de Dios serán reconocidas; el ideal de la solidaridad de la raza humana, la verdadera hermandad de la humanidad se realizarán; y la gloriosa luz del Sol de la Verdad iluminará las almas de todos los seres humanos.
¡Oh pueblos del mundo! El Sol de la Verdad ha aparecido para iluminar la tierra entera y para espiritualizar a la comunidad humana. Loables son sus resultados y sus frutos, abundantes las santas evidencias que proceden de esta gracia. Ésta es pura misericordia y generosidad del todo inmaculada; es luz para el mundo y para todos sus pueblos; es armonía y confraternidad, y amor y solidaridad; realmente, es compasión y unidad y el fi n de la separación; es estar en armonía, en completa dignidad y libertad, con todos los que están en la tierra.
El mundo amoroso y espiritual que describió Abdu’l-Bahá parece muy lejano en esta coyuntura histórica, en la que la cohesión social se desintegra en tantos frentes. Aun así, me pregunto cómo cambiarían las cosas –incluso en nuestras relaciones personales cotidianas– si tuviéramos siempre presente la palabra «dignidad».
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¿Tratamos a los demás con dignidad o la vulneramos? ¿Las personas que nos rodean se sienten escuchadas e importantes? ¿Nos tomamos el tiempo necesario para responder amablemente cuando alguien se acerca a nosotros? ¿O les damos la espalda de maneras sutiles y no tan sutiles? La Dra. Hicks escribió que la responsabilidad es uno de los diez elementos esenciales de la dignidad, señalando que todo el mundo merece una disculpa cuando se le ha hecho daño. Cuando honramos la dignidad de los demás, añade, también reforzamos la nuestra.
Las enseñanzas bahá’ís defienden la dignidad de todo ser humano; de hecho, Abdu’l-Bahá aconsejó a todos, en su libro «El secreto de la civilización divina», que cada uno de nosotros tiene esa responsabilidad:
Debemos ahora empeñarnos con gran resolución a alzarnos y valernos de todos esos instrumentos que promueven la paz y el bienestar y felicidad, el conocimiento, la cultura e industria, la dignidad, valor y dignidad de la raza humana entera.
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