Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Veamos si podemos intentar responder a la eterna pregunta humana: «¿Tengo un alma?», definiendo primero la palabra. Estas tres definiciones progresan de la más simple a la más compleja.
Así es como Wikipedia define el alma:
Alma o psique (Griego antiguo: ψυχή psykhḗ, de ψύχειν psýkhein, «respirar») comprende las capacidades mentales de un ser vivo: razón, carácter, sentimiento, conciencia, memoria, percepción, pensamiento, etc. Dependiendo del sistema filosófico, un alma puede ser mortal o inmortal.
En contraposición, he aquí cómo lo define el diccionario Webster: alma (sōl) n. [[OE: sawol]] 1 una entidad sin realidad material, considerada como la parte espiritual de una persona 2 la naturaleza moral o emocional de una persona.
Finalmente, Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, definió el alma de esta manera:
En verdad, digo que el alma humana es, en su esencia, uno de los signos de Dios, un misterio entre Sus misterios. Es uno de los poderosos signos del Omnipotente, el heraldo que proclama la realidad de todos los mundos de Dios. En ella se halla oculto lo que ahora el mundo es completamente incapaz de comprender…
En verdad digo que el alma humana está por encima de toda salida y retorno. Está quieta, mas se remonta; se mueve, y empero está quieta. Es, en sí, una prueba que da testimonio de la existencia de un mundo contingente, así como la realidad de un mundo que no tiene principio ni fin. – Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 51.
A juzgar por la definición más simple aquí – que el alma comprende nuestras capacidades mentales humanas – podemos responder positivamente a la pregunta «¿Tengo alma? Sin duda alguna, cada ser humano tiene al menos algunas habilidades mentales y, por lo tanto, tiene un alma.
Sin embargo, si nos movemos a la siguiente definición y al siguiente nivel de complejidad, donde Webster define un alma como una entidad espiritual «sin realidad material», algunas personas empiezan a tener más problemas al respecto. Si no podemos verla o tocarla, muchos podrían preguntarse, ¿cómo podemos saber que existe? Las enseñanzas bahá’ís abordan esta importante pregunta diciendo que percibimos dos tipos de conocimiento humano:
El primero es el conocimiento sensorial, es decir el conocimiento que se adquiere mediante la vista, oído, olfato, gusto y tacto; es el llamado conocimiento sensorial o sensible. Así, debido al hecho de que puede ser visto, se dice del sol que es perceptible… Así son las realidades denominadas perceptibles.
La otra clase de conocimiento humano es intelectual. Se trata de una realidad intelectual que no posee forma exterior, ni ocupa lugar, ni es perceptible por los sentidos. Por ejemplo, la facultad del intelecto no es perceptible, como tampoco lo son ninguna de las cualidades humanas; por el contrario, éstas son realidades intelectuales. Asimismo, el amor es una realidad intelectual no perceptible, pues el oído no la oye, el ojo no la ve… De igual modo, la esencia de la naturaleza es una realidad intelectual no perceptible. El espíritu humano es una realidad intelectual, y no una realidad perceptible. – Abdu’l-Bahá, Contestación a algunas preguntas, pág. 109-110.
Ciertamente, con esta explicación en mente, podemos estar de acuerdo en que la definición de Webster del alma humana tiene sentido. Describe algo sin forma, algo que no podemos ver ni tocar pero que todos sabemos instintivamente que poseemos – un espíritu interior que contiene nuestra «naturaleza moral o emocional». El hecho de que tengamos sentimientos, principios, pensamientos, deseos y aspiraciones prueba que una parte intangible de nosotros, el espíritu interior de cada persona, es real.
La definición mística de Bahá’u’lláh del alma humana va mucho más allá de estas simples descripciones, desafiándonos a comprender su misterio. ¿Qué quiso decir Bahá’u’lláh, por ejemplo, cuando escribió que el alma es «... una prueba que da testimonio de la existencia de un mundo contingente, así como la realidad de un mundo que no tiene principio ni fin«?
Tal vez un «mundo contingente», en este contexto, representa el mundo en que vivimos todos los días; y «un mundo que no tiene ni principio ni fin» significa la realidad eterna más amplia y extensa más allá de esta existencia meramente temporal y física aquí en la Tierra. Desde la perspectiva bahá’í, entonces, el alma humana tiene una doble realidad, una que existe tanto en el mundo contingente como en el mundo más allá del solo material.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que una prueba de esa realidad viene del hecho de que todos experimentan la naturaleza dual de su alma cuando sueñan:
Además, esta inmortal alma humana está dotada con dos clases de percepción: una se efectúa a través de un medio; la otra, en forma independiente. Por ejemplo, el alma ve a través de la medición del ojo, oye con el oído, huele a través de las fosas nasales y toca los objetos con las manos. Estas son las acciones u operaciones del alma a través de medios. Pero en el mundo de los sueños ve cuando los ojos están cerrados. El hombre parece muerto, yace allí como muerto; los oídos no oyen, sin embargo, él oye. El cuerpo yace allí, pero él – es decir, su alma – viaja, ve, observa. Todos los medios del cuerpo están inactivos, todas las funciones parecen inútiles. A pesar de ello, existe una percepción inmediata y vivida del alma. Se experimenta regocijo. El alma viaja, percibe, siente. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 406.
¿Tengo un alma? Por supuesto que sí, nos aseguran los escritos bahá’ís. Nuestras almas, de hecho, a diferencia de nuestros cuerpos, vivirán para siempre:
…el hombre, posee dos realidades: una realidad conectada a los sentidos, es decir, la que es compartida con el animal, y otra realidad que es de carácter consciente e ideal. Esta última es la realidad colectiva y la descubridora de misterios… Por tanto, es real, eterna y no sufre cambios o transformaciones. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 408.
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