Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Incluso en el exilio en Bagdad, con su naciente Fe aún no proclamada públicamente, Bahá’u’lláh conocía las intenciones dañinas, incluso asesinas, de ciertos funcionarios del gobierno y del clero religioso.
Pero Bahá’u’lláh permaneció sereno a pesar de las amenazas inminentes, y durante ese tiempo comenzó a revelar algunas de las primeras y más importantes obras bahá’ís, libros místicos como Las Palabras Ocultas, Los Siete Valles y Los Cuatro Valles.
Este hecho por sí solo distinguiría más tarde a la Fe bahá’í como un fenómeno único en el mundo: una nueva religión global basada en los escritos originales de su Fundador. En revelaciones anteriores, las escrituras sagradas siempre habían sido escritas por otros, por discípulos y seguidores del nuevo profeta, pero en la Fe bahá’í, el propio profeta y fundador, Bahá’u’lláh, escribió y dictó directamente su revelación. Como resultado, cualquiera puede leer hoy los profundos y hermosos escritos de Bahá’u’lláh y sentirse inspirado por ellos.
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Bahá’u’lláh, quien ya era un consumado poeta y calígrafo, compuso a finales de la década de 1850 Las Palabras Ocultas, un poderoso libro compuesto de breves aforismos presentados como si la voz de Dios mismo hablara al corazón y a la mente humanos. Compuesta principalmente mientras Bahá’u’lláh caminaba por las orillas del río Tigris, esta obra nos habla del amor de Dios como fuerza creadora de la humanidad:
¡OH HIJO DEL HOMBRE! Amé tu creación, por eso te creé. Por tanto, ámame para que mencione tu nombre y llene tu alma con el espíritu de vida.
¡OH HIJO DEL ESPÍRITU! Te he creado noble; sin embargo, tú te has degradado a ti mismo. Elévate, pues, a aquello para lo que fuiste creado.
¡OH HIJO DEL HOMBRE! Regocíjate en la alegría de tu corazón, para que seas digno de encontrarme y de reflejar Mi belleza.
¡OH HIJO DEL SER! No te ocupes con este mundo, pues con fuego probamos el oro y con oro probamos a nuestros siervos.
Los tratados y libros místicos que Bahá’u’lláh escribió durante este periodo, y las charlas que daba a las cada vez más numerosas multitudes que se agolpaban para escucharle, empezaron a provocar una renovación espiritual entre los babíes. Les enseñó a evitar la política divisiva, a obedecer a los gobiernos justos, a ser dignos de confianza y honestos, a amar a sus semejantes y ser caritativos, y a rendir su voluntad a la Voluntad de Dios.
Los escritos de Bahá’u’lláh tuvieron un gran impacto en la espiritualidad de los babis, y también comenzaron a difundir sus enseñanzas a otros. A principios de 1860, Bahá’u’lláh escribió El Libro de la Certeza, que defiende la unidad de Dios y Sus mensajeros. Este libro, considerado a menudo como la obra temprana más importante de Bahá’u’lláh, describe las grandes religiones como una revelación única y progresiva del mismo Dios; parte de un proceso continuo de guía espiritual destinado a conducir a la humanidad hacia la maduración.
El Libro de la Certeza explora y destaca las conexiones entre las religiones de la tradición de Abraham: el judaísmo, el cristianismo y el islam. Dictada en el transcurso de dos días, esta notable obra modela una base única para el establecimiento de la unidad entre todas las religiones, incluidas todas las confesiones que remontan su herencia a Abraham. Árabes y judíos descienden de Abraham a través de sus hijos Ismael e Isaac, respectivamente. Moisés, Jesús y Muhammad declaran que Abraham es su antepasado.
En El Libro de la Certeza, Bahá’u’lláh creó una nueva visión de estos fundadores de las mayores religiones del mundo, cuyos seguidores hoy en día suelen verlos como profetas rivales. Durante siglos se han librado guerras en intentos de demostrar la superioridad de una Fe sobre otra. Pero Bahá’u’lláh no los veía como competidores. Los veía a todos como educadores divinos de la misma escuela de religión.
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Bahá’u’lláh enseñaba que los profetas de Dios aportan las mismas enseñanzas éticas y espirituales básicas en todas las épocas. Sin embargo, sus prescripciones específicas para vivir, las leyes sociales de su Fe, varían de una época a otra, porque las necesidades de cada tiempo son diferentes. En palabras de Bahá’u’lláh, Dios envía a todos estos profetas sucesivos:
Dado que todas esas Aves del Trono celestial son enviadas del cielo de la Voluntad de Dios, y como todas surgen para proclamar Su irresistible Fe, son por tanto consideradas como una sola alma y una misma persona. Pues todas beben del mismo Cáliz del Amor de Dios, y todas participan del fruto del mismo Árbol de la Unicidad.
Él explicó que el mismo Dios los envió a diferentes pueblos en diferentes épocas para ayudarles a progresar tanto espiritual como materialmente, y que todos los pueblos y culturas habían sido receptores de estos mensajes sagrados a lo largo del tiempo.
Esta enseñanza central bahá’í, conocida como revelación progresiva, vincula a todos los fundadores de las grandes religiones del mundo en una misma cadena del ser, un único sistema de creencias.
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