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Tres razones para empezar tu mañana con oraciones

David Langness | Feb 23, 2024

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David Langness | Feb 23, 2024

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Mi adorada esposa, siempre tan madrugadora, sostiene que el amanecer es el recurso natural que más se desaprovecha. Siempre quiere ver ese momento glorioso cada día, cuando la mayoría de la gente intenta dormir un poco más.

Gracias a ella, he aprendido lo sagrada y serena que puede ser una mañana tranquila y apacible. El amanecer, esa hora de renovación, la primavera de cada día, tiene el poder de refrescar nuestras almas. Así que, hace mucho tiempo, empecé la práctica espiritual de recitar esta oración de Bahá’u’lláh todas las mañanas:

He despertado bajo Tu amparo, oh mi Dios, y corresponde a quien busca ese amparo permanecer dentro del Santuario de Tu protección y la Fortaleza de Tu defensa. Ilumina mi ser interior, oh mi Señor, con los resplandores de la Aurora de Tu Revelación, así como iluminaste mi ser exterior con la luz matinal de Tu favor.

Cada amanecer, decía el poeta místico sufí Rumi, puede enseñarnos algo: «La brisa del amanecer tiene secretos que contarte. No vuelvas a dormirte», escribió.

Cuando el sol asciende por el horizonte del Este, los bahá’ís de todo el mundo recitan oraciones al amanecer, saludando al nuevo día con alegría, contemplación y anticipación espiritual.

¿Por qué?

1. Dar gracias al Creador al amanecer

Pues bien, en primer lugar, el profeta y fundador de la fe bahá’í, Bahá’u’lláh, instó a todos a orar durante las primeras luces de la madrugada en pasajes como estos:

  • Al amanecer de cada día ha de comulgar con Dios y perseverar con toda su alma en la búsqueda de su Amado.
  • Ponderad en vuestros corazones acerca de la clemencia y las bendiciones de Dios y dadle gracias al atardecer y al amanecer.

Orar temprano por la mañana, en el tranquilo y meditativo amanecer, tiene un poder y un significado especial para los bahá’ís.

2. Oraciones matutinas de los escritos bahá’ís

En segundo lugar, las enseñanzas bahá’ís contienen varias oraciones maravillosas y edificantes destinadas a ser recitadas al amanecer, como ésta:

¡Él es el Compasivo, el Todogeneroso! ¡Oh Dios, mi Dios! Tú me ves, Tú me conoces, Tú eres mi Asilo y mi Refugio. A nadie he buscado ni a nadie buscaré salvo a Ti; ningún camino he hollado ni camino alguno hollaré sino el camino de Tu amor. En la lúgubre noche de la desesperación, mi mirada expectante y llena de esperanza se vuelve hacia la aurora de Tu ilimitado favor, y a la hora del amanecer mi alma lánguida se reanima y fortalece con el recuerdo de Tu belleza y perfección. Quien sea asistido por la gracia de Tu misericordia, aunque no sea más que una gota, se convertirá en un océano sin límites, y el átomo más insignificante que sea ayudado por la efusión de Tu cariñosa bondad brillará como una estrella resplandeciente.

¡Oh Espíritu de pureza, Tú que eres el Generosísimo Proveedor! Cobija bajo Tu protección a este extasiado y fervoroso siervo Tuyo. Ayúdale en este mundo de la existencia a permanecer constante y firme en Tu amor, y permite que esta ave de alas rotas encuentre refugio y amparo en Tu divino nido que se encuentra en el árbol celestial.

El amanecer, normalmente limitado a ese breve momento en que la primera luz del nuevo día aparece en el cielo, tiene una definición más amplia para los bahá’ís: en su Libro más sagrado, Bahá’u’lláh definió el momento de las oraciones del alba como «muy de madrugada, entre el amanecer y la salida del sol, y hasta dos horas después de la salida del sol». Desde una perspectiva bahá’í, pues, el amanecer representa ese momento de cada madrugada, antes, durante y después de la salida del sol, cuando el día es nuevo.

3. El significado metafórico de las oraciones matutinas

En tercer lugar, y quizás esto sea lo más importante, el significado simbólico del amanecer relatado a lo largo de los escritos bahá’ís alude al amanecer de un periodo revolucionario en la historia de la humanidad: la llegada de un nuevo mensajero del Creador, señalando el advenimiento de una nueva era, una nueva revelación y una humanidad recién despertada. En un discurso que pronunció en París, Abdu’l-Bahá, hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, dijo:

Dios no deja a sus hijos sin consuelo; por el contrario, cuando la oscuridad del invierno los envuelve, Él les envía nuevamente sus Mensajeros, los Profetas, con una renovación de la bendita primavera. El Sol de la Verdad aparece una vez más en el horizonte del mundo, brillando ante los ojos de aquellos que duermen, despertándoles para que puedan contemplar la gloria de una nueva aurora. Entonces, el árbol de la humanidad vuelve a florecer, produciendo los frutos de rectitud para la curación de las naciones.

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Este fuerte símbolo del amanecer de una nueva aurora, dijo Abdu’l-Bahá, es motivo de regocijo para todos:

¡Elevad vuestros corazones más allá del presente y contemplad el futuro con fe! Hoy la semilla ha sido sembrada, sus granos caen sobre la tierra, mas aguardad el día cuando se convertirá en un árbol glorioso y sus ramas se llenarán de frutos. ¡Regocijaos y estad contentos, pues este día ha amanecido, tratad de comprender su poder, pues, en verdad, es maravilloso! ¡Dios os ha coronado con honor y en vuestros corazones ha puesto una estrella radiante; verdaderamente, su luz iluminará el mundo entero!

Aludiendo a ese amanecer metafísico global y espiritual, Bahá’u’lláh escribió que «La oscuridad ha sido ahuyentada por la naciente luz de la misericordia de tu Señor, Fuente de toda luz».

En su tratado místico Los siete valles, Bahá’u’lláh comparó metafóricamente el ser interior de cada persona con un espejo, que tiene la capacidad de encarnar y reflejar el Sol naciente de la Verdad, e iluminar nuestros corazones y almas:

¡Oh hermano Mío! Un corazón puro es como un espejo; purifícalo con el bruñido del amor y el desprendimiento de todo salvo Dios, para que en él pueda brillar el sol verdadero y despuntar el alba eterna.

Este profundo y significativo símbolo del amanecer también expresa el principio primordial bahá’í de la revelación progresiva, como Abdu’l-Bahá explicó en otro discurso que pronunció en París:

Algunas veces el sol surge del centro del horizonte; en verano lo hace más hacia el norte, en invierno más hacia el sur, pero es siempre el mismo sol, aun cuando sean diferentes los puntos de su amanecer.

De igual manera, la verdad es una, aunque sus manifestaciones puedan ser muy diferentes. Algunas personas tienen ojos, y ven. Veneran al sol, cualquiera que sea el punto del horizonte desde el cual aparezca; y cuando el sol ha dejado el cielo invernal para aparecer en el cielo de verano, saben cómo encontrarlo nuevamente. Hay otras que sólo veneran el punto del cual amaneció el sol, y cuando amanece con toda su gloria desde otro lugar, continúan en contemplación delante del punto de su anterior aparición. Lamentablemente, estas personas están privadas de las bendiciones del sol. Aquellos que en verdad adoran al sol, lo reconocerían en cualquier lugar en que pudiera aparecer, e inmediatamente volverían sus rostros hacia su resplandor.

Debemos adorar al sol en sí mismo, y no meramente el lugar donde aparece. De igual manera, las personas de corazón iluminado veneran la verdad cualquiera que sea el horizonte donde aparece. No están circunscritas a la personalidad, sino que siguen la verdad, y están capacitadas para reconocerla sin importar el lugar de donde provenga. Es esta misma verdad, la que ayuda a la humanidad a progresar, la que otorga vida a todos los seres creados, pues ella es el Árbol de Vida.

Personalmente, ahora nunca me salto las oraciones del amanecer; se han convertido en una parte importante de mi vida, porque me ayudan a marcar el curso de cada día en un camino espiritual. En ese momento todavía sagrado de la mañana, cuando sale el sol, me encanta dirigirme a mi Creador y ofrecerle mis oraciones. Ningún día parece completo sin ese momento de contemplación, gratitud y amor. Si esta práctica espiritual de las oraciones al amanecer es nueva para ti, pruébala unas cuantas mañanas y comprueba si cambia tu perspectiva, y tu vida, como lo ha hecho con la mía.

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