Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Ayer desperté pensando cuándo realmente terminará esta crisis sanitaria que nos mantiene en casa, alejados físicamente, como medida responsable para cuidar unos de otros.
Cuando la cuarentena termine y nos reencontremos con las personas que estimamos, será maravilloso. Tal vez apreciemos más ese abrazo que dábamos por sentado o el compartir bromas con amigos una tarde cualquiera. Solo hace un par de meses, nadie hubiera imaginado que una situación como esta podría ocurrir: una pandemia que afecta a toda la humanidad sin distinción. Ningún gobierno lo imaginó, tal como vemos y padecemos hoy. Incluso después de haber estallado la crisis en China, muchos mandatarios la subestimaron y no dieron mucha importancia a esta pandemia. “En verano, cuando llegue el calor, morirá naturalmente”, dijeron “China está muy lejos”.
Tal vez nos tapamos los ojos cuando una gran crisis se nos viene encima, o tal vez estamos acostumbrados a pasar por alto los problemas de otros y solo fijarnos en los nuestros.
Sea cual sea la respuesta, la humanidad en su conjunto va a ser llevada inevitablemente a considerar por qué una afección en un país lejano es, también, nuestro problema. Como dicen los escritos bahá’ís: “todas las cosas creadas están entrelazadas unas con otras por un vínculo completo y perfecto, como lo están, por ejemplo, los miembros del cuerpo humano… si un miembro del cuerpo humano es deficiente, produce una deficiencia en los demás miembros.”
Cuando enfermamos, todo nuestro cuerpo sufre. No podemos desvincular nuestros miembros de la totalidad de nuestro ser. Hacerlo sólo mostraría una falta de comprensión de nuestra naturaleza. Por increíble que pueda parecer, es eso mismo lo que nuestro planeta ha presenciado. Hemos creados líneas fronterizas que intentan dividir algo inherentemente indivisible: la humanidad.
Vemos políticos y gobernantes que parecen aferrarse a una visión que cada vez más se muestra errónea: creer que preocuparse solo por el propio bienestar es suficiente para alcanzar tranquilidad y prosperidad en su país. Como dijo Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe Bahá’í, hace más de ciento cincuenta años, “El bienestar de la humanidad, su paz y seguridad son inalcanzables, a menos que su unidad sea firmemente establecida.” Cada vez es más difícil negar nuestra unidad e interdependencia.
¿Pero qué significa realmente ser conscientes de que somos parte de una sola familia humana interconectada entre sí?
Si viéramos al vecino que vive al lado como un hermano, primo o tío, ¿acaso no nos preocuparíamos por su bienestar? Si no tuviera suficientes medios para conseguir alimentos durante esta crisis, ¿acaso no le proporcionaríamos de nuestra comida? Si algún querido miembro de nuestra familia que vive el otro lado del mundo se enfermara con una dolencia grave, ¿acaso no sufriríamos nosotros también? ¿importaría que no viva dentro de nuestras fronteras nacionales?
Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, escribió sobre nuestra naturaleza de los seres humanos: “Toda alma imperfecta es egocéntrica y sólo piensa en su propio bien. Mas, a medida que sus pensamientos se expanden ligeramente, comienza a pensar en el bienestar y la comodidad de su familia. Si sus ideas se amplían algo más, su preocupación será la felicidad de sus conciudadanos; y si continúan extendiéndose, pensará en la gloria de su país y de su raza. Pero cuando las ideas y opiniones alcancen el grado más elevado de expansión y lleguen a la etapa de la perfección, la persona se interesará por la exaltación de la humanidad. Será entonces un bienqueriente de todos los hombres y procurará el bien y la prosperidad de todos los países”.
Cuando un individuo logra desarrollar esta conciencia, entonces la pone de manifiesto con acciones de solidaridad que van más allá de su propia familia, preocupándose por las personas a su alrededor, ayudando al vecino, haciendo lo posible por aminorar el sufrimiento de otros. Esto demuestra que ha avanzado y progresado en la consciencia de su realidad espiritual. Muestra que es un alma en camino hacia la perfección. Tal vez, muchas cosas han tenido que pasar antes de que llegue a tal estado, tal vez ha tenido que sufrir primero ella misma para poder entender el sufrimiento de otros.
Los gobiernos del mundo, si verdaderamente logran desarrollar la consciencia de esa realidad, darán pasos cada vez más seguros hacia la inevitable unidad de la humanidad. Esta es la única manera de desarrollar finalmente un mundo pacífico, donde cada habitante de la tierra se sienta seguro y partícipe.
A veces, extraño salir a caminar y sentir la brisa sobre mi rostro, o ver a mis amigos y familia. Pero, por muy apegada que esté a esas pequeñas cosas, sé que si la enfrentamos de la forma correcta, esta crisis nos llevará al avance espiritual de nuestra civilización.
Comentarios
Inicia sesión o Crea una Cuenta
Continuar con Googleo