Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
A lo largo de los años, en mis estudios y mi carrera, aprendí algunas habilidades muy valiosas para ayudar a mejorar la calidad de vida de mis clientes. Como cada individuo es único, la personalidad de cada persona puede ser tan diferente como el día y la noche.
Uno de mis principios favoritos en mi Fe, la Fe bahá’í, es la unidad en la diversidad. Siempre consideré tal diversidad como la diversidad de culturas; sin embargo, recientemente me di cuenta de que la diversidad también puede incluir distintos tipos de personalidad, como introvertidos y extrovertidos, tipos de sentimiento o pensamiento, sensibles o intuitivos, orientados a labores o a personas, y así sucesivamente. Todos somos seres humanos que piensan y sienten, humanos que están mejor sincronizados cuando nuestras acciones reflejan nuestros pensamientos, sin embargo, no todos reaccionamos de la misma manera porque nuestras personalidades varían.
Bahá’u’lláh nos reta a un nivel superior:
La esencia de la fe es ser parco en palabras y abundante en hechos. – Bahá’u’llláh, Las Tablas de Bahá’u’lláh, p. 156.
El tema de la unidad en diversidad me ha fascinado por mucho tiempo. Se trata de culturas, sí. Pero también se trata de las hermosas diferencias en la personalidad de cada persona que pueden surgir desde el nacimiento y, en consecuencia, hacer que una sociedad prospere. Bahá’u’lláh nos dice que cada ser humano está dotado de talentos y facultades únicos. No es sorprendente, entonces, que podamos competir entre nosotros. Pero no deberíamos hacer comparaciones que menosprecian a alguien debido a nuestras diferencias.
La Casa Universal de Justicia enfatiza el propósito de lograr ver y abrazar nuestra singularidad:
Mediten juntos sobre el verdadero propósito del mundo de la existencia y la vida del hombre; consideren la belleza y eficacia de una sociedad fundada en el principio de la unidad en diversidad; y deliberen sobre esa nobleza esencial del alma que permite al individuo ver su propia felicidad en la felicidad de los demás. – La Casa Universal de Justicia, 21 de marzo de 2011
Considere ahora un hermoso jardín que tiene todo tipo de flores diferentes. Cada flor tiene su propia belleza única, pero difieren en que uno puede necesitar más agua o menos agua, más sol o más atención que otra flor. El mismo principio se puede aplicar a las personas en términos de lo que necesitan o cómo responden a una crisis similar. O la cantidad de tiempo que una persona puede necesitar con amigos o familiares, en comparación con cuánto puede necesitar otra persona. Una persona puede recibir energía del compañerismo, mientras que otra puede sentirse agotada por demasiada charla.
Por ejemplo, la mayor parte de mi vida he sido un ávido lector y pensador. Siempre he necesitado un tiempo en tranquilidad y soledad para recargar energías, particularmente al final de un día ocupado. Salir con amigos puede ser muy divertido al principio, pero me agota antes que mis amigos más extrovertidos. Debido a mi introversión, los amigos a veces me dicen que debería leer menos y pasar más tiempo socializando. Solo sonrío para mí mismo. A medida que me hago mayor y me conozco más, encuentro más interés en mis proyectos privados que en los momentos públicos.
Este autodescubrimiento ocurrió gradualmente para mí. En mis veinte años, un psicólogo para el que trabajé comentó: «Eres un introvertido en el armario». Fue solo más tarde, cuando comencé mi estudio de los tipos de personalidad y comencé a trabajar con clientes, que comprendí a qué se refería.
Lo que importa es que cada individuo llegue a comprender su singularidad, además de identificar lo que le da energía frente a lo que le quita energía. Al apreciar las cosas que inspiran creatividad y servicio, mientras se evitan las personas y las situaciones que buscan dominar o manipular, uno puede descubrir y cumplir el destino de uno en esta vida fugaz.
La belleza de las personas es su diversidad de pensamiento, personalidad y cultura. Necesitamos a cada miembro de la familia humana para crear una sociedad próspera y productiva. Necesitamos que contribuyan a la diversidad de empleos y carreras que nacen de esos innumerables tipos de personalidad. No a todos, por ejemplo, les gustaría estar atrapados en un laboratorio de investigación que estudie enfermedades con un contacto diario mínimo con los demás. Otros pueden amar el mayor riesgo de saltar de aviones para ir a rescatar a personas necesitadas. Y aún otros preferirían sentarse en un escritorio creando análisis para nuevas aplicaciones. Luego hay algunos que pueden inspirar a millones de personas a vivir vidas mejores. Tal es una muestra de la maravillosa diversidad de tipos de personalidad.
Entonces, reconozcamos que los introvertidos pueden agotar más rápidamente sus reservas de energía después de demasiadas distracciones, mientras que los extrovertidos se convierten en un cable vivo entre las personas y las actividades. No es que al introvertido no le gusten las personas o sea poco sociable. Es solo que los sistemas de energía de las personas son diferentes y por lo tanto únicos.
Tal como yo, puedes reconocer ahora que juzgar y no permitir la diversidad de la personalidad puede obstaculizar el crecimiento de una sociedad y sus pueblos. Si por casualidad un vecino no responde a algún evento como lo haces tú, en su lugar, celebre esa diversidad. Porque al reaccionar todos de distinta manera ante las personas, las noticias o los estímulos, podemos apreciar la belleza del encantador jardín de flores de la humanidad y aprender a aplicar este principio de unidad en diversidad.
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