Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís nos aseguran que Dios siempre vela por la humanidad, principalmente a través del desarrollo gradual de las enseñanzas espirituales por parte de una serie continua de mensajeros y profetas divinos.
Como una extensión de esta experiencia, ahora veo el mundo físico como un reflejo de Dios. Mientras escribo esto, recuerdo que, al igual que el reflejo en un espejo, no importa cuán puro sea este reflejo, este no puede ser exactamente la realidad.
Abdu’l-Bahá, hijo de Bahá’u’lláh, explicó nuestra incapacidad humana para conocer directamente la realidad de Dios:
Lo que nosotros imaginamos no es la Realidad de Dios; Él, el Incognoscible, el Impenetrable, está muy por encima de la más elevada concepción humana. – La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 30.
Esto no significa que no podamos relacionarnos con Dios; solo significa que no podemos literalmente conocer o comprender toda su realidad ilimitada. En cambio, podemos observar sus cualidades a través de sus mensajeros, en términos bahá’ís, las manifestaciones de Dios. Si queremos conocer a Dios, las enseñanzas bahá’ís dicen que debemos conocer a esas manifestaciones y seguir su ejemplo. Esforzarse por comprender y practicar las cualidades espirituales que Cristo o Buda o Bahá’u’lláh ejemplificaron, hacer esto nos acerca lo más posible a la realidad de lo Divino. Como lo explicó Abdu’l-Bahá:
En la Manifestación de Dios, el espejo perfectamente pulido, aparecen las cualidades de la Deidad en una forma que el ser humano es capaz de comprender. – Ibid., pág. 31.
Poseemos dentro de nosotros estas cualidades, aunque limitadas como seres humanos falibles que somos. Cuando vivimos de acuerdo a nuestro máximo potencial; cuando consideramos a todas las personas con dignidad, respeto y amor; cuando enfocamos nuestra energía en ayudar a mejorar a la humanidad; cuando cuidamos nuestro planeta, entonces estamos reflejando la esencia de Dios y, por lo tanto, su existencia.
Algunos de nosotros podemos preguntarnos cómo llegar a reconocer los signos de Dios en un mundo como el de hoy, ya que estamos rodeados por la degradación ambiental, la desunión política, los extremos de pobreza y riqueza, intolerancia, violencia y otros signos de desintegración social. Las enseñanzas bahá’ís explican que los viejos sistemas deben desintegrarse, para que los nuevos sistemas puedan ocupar su lugar, que la desunión que vemos actualmente representa una consecuencia de ese proceso. Tal vez podamos imaginar esto al considerar un proceso paralelo en la naturaleza donde, por ejemplo, un árbol muere para que otros puedan crecer en su lugar.
En nuestro mundo social, encontramos que este proceso de desintegración está acompañado por un progreso de integración. Si a veces pensamos que las cosas no podrían ser peores, y luego empeoran, esto pone a prueba nuestra fe. Podemos sentirnos cínicos y decepcionados o incluso conmocionados y angustiados. Por otro lado, podemos encontrar consuelo al saber que los contratiempos son temporales y que nuestro movimiento general continúa siendo hacia adelante. Solo para ofrecer un ejemplo del mundo físico, podemos pensar en un sendero que sube por una colina muy empinada, pero a lo largo del camino notaremos porciones planas o incluso inclinadas hacia abajo.
Entonces, cualesquiera que sean nuestras fuentes de noticias, necesitamos equilibrar nuestra exposición a las malas noticias con la búsqueda de las buenas noticias. Me alienta conocer los avances en salud y saneamiento, acceso educativo, tecnologías útiles, mayor atención y acción para abordar nuestra emergencia climática, entre muchos otros signos de progreso. Lamentablemente, los acontecimientos positivos suelen verse eclipsados por las noticias más inquietantes de todo el mundo. Debemos, entonces, buscar intencionalmente y ser alentados por el progreso general de la humanidad.
¿Qué puedo hacer yo como individuo? Me inspira la idea de que lo que podría hacer es lograr «reflejar» cualidades divinas. También estoy inspirada en observar y aprender de los demás. Es cierto que no podemos estar siempre en nuestro mejor momento, pero intentemos como podamos. No podemos dejar que eso nos impida reconocer nuestro potencial para reflejar cualidades divinas y reconocer lo mismo en otras personas.
Esta breve cita bahá’í lo resume muy bien:
…lo exterior es la expresión de lo interior. La tierra es el espejo del Reino; el mundo material se corresponde con el mundo espiritual. – Abdu’l-Bahá, Contestación a unas preguntas, pág. 341.
Como muchos de nosotros sabemos por experiencia personal, las clases de yoga casi siempre terminan con una pose de oración y el intercambio de la palabra «namaste». No pretendo ser una experta en yoga ni en las muchas dimensiones de esta palabra, pero comúnmente se interpreta como «El dios en mí saluda al dios en ti». ¿No es esto una prueba más de las cualidades divinas dentro de todos nosotros y, para el caso, un ejemplo de una verdad eterna?
Las enseñanzas bahá’ís están de acuerdo con esta idea. Abdu’l-Bahá habló de la humanidad en palabras como estas: “Sois todos olas de un solo mar, espejos de un solo reflejo«. – Abdu’l-Bahá en Londres, pág. 48.
Para terminar, me gustaría invitarlos a experimentar a Dios en el mundo de hoy a través de la inmersión en la naturaleza, reconociendo a todos sus mensajeros y viendo las cualidades más elevadas en todas las personas. Todos los que se esfuerzan por seguir la elevada visión traída por el fundador de su Fe; todos los que siguen esa Fe a través de su propia aceptación de ella y no solo obediencia ciega; y todos los que se esfuerzan por poner en práctica principios y prácticas espirituales para hacer avanzar la civilización y cuidar nuestro planeta y sus criaturas: estas personas experimentan y reflejan la existencia de Dios en el mundo de hoy.
Namaste.
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