Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si una persona se desprende de todas las cosas, desarrolla la humildad para considerar nuevas ideas y ora regularmente por la guía de Dios, ¿encontraría tal buscador verdadero al nuevo mensajero de Dios dondequiera que aparezca en la Tierra?
Quise explorar esta pregunta central cuando empecé a escribir mi nueva novela, llamada The Wise Men of the West—A Search for the Promised One in the Latter Days (Los Reyes Magos de Occidente: la búsqueda del prometido de los últimos tiempos).
Este pasaje del Libro de la Certeza de Bahá’u’lláh sobre un verdadero buscador me animó mucho:
Si se esparcieran en los rincones más remotos del Oriente los fragantes perfumes de Dios, él de seguro los reconocería y aspiraría su fragancia aunque habitara en los últimos confines del Occidente. – pág. 156.
Sabemos que las señales relativas a la venida del Prometido aparecieron en muchos lugares del mundo a principios del siglo XIX, después del Primer Gran Despertar de los años 1730 y 1740, marcado por una creciente conciencia de la importancia de que el individuo se responsabilice de su propia salvación y progreso espiritual.
Otro amplio despertar espiritual tuvo lugar de manera más notable en el noreste de los Estados Unidos, así como en partes de Europa, donde varias pistas bíblicas llevaron a un gran número de personas a esperar el retorno de Cristo durante la década de 1840 en lo que se conoció como el «Segundo Gran Despertar».
Sin embargo, por muy convincentes que hayan sido esos indicios en cuanto al momento del retorno de Cristo, todos parecían decididos a aferrarse a una visión literal de la forma de su aparición. Por ejemplo, al mirar el versículo de Apocalipsis 1:7 que dice «todo ojo le verá», muchos concluyeron que no era necesario salir a buscar al Prometido, porque sería fácilmente visible a los ojos externos, sin considerar que este versículo podría haberse referido a nuestra visión espiritual interna.
Muchos tampoco se dieron cuenta de que las referencias bíblicas al «fin del mundo» eran en realidad una mala traducción de la Biblia King James del griego original de Koine. El término griego – eon – debería haber sido traducido como «el fin de la era». Casi todas las traducciones recientes de la Biblia ya han corregido este error, pero la mente pública todavía asocia el retorno de Cristo con el fin del mundo físico.
Por supuesto, la mayoría también aceptó sin duda alguna que el regreso de Cristo significaría naturalmente que el mensaje cristiano era correcto, y que por lo tanto todas las demás religiones, equivocadas.
Pero Dios es más grande de lo que nuestras mentes finitas podrían imaginar. Aunque el Creador de Cristo también creó el universo, la Tierra entera y toda la humanidad, parecía que nadie se daba cuenta de que la cuestión del retorno debía considerarse desde una perspectiva más amplia.
En ese momento, pocos occidentales conocían algo sobre religiones fuera de su herencia judeocristiana, ni consideraban que estas religiones fueran dignas de su atención. Muy pocos imaginaban que otras religiones pudieran estar esperando la venida de su propio Prometido. Y los que sí, generalmente veían tales predicciones como una oportunidad para probar cuál religión era la correcta y cuál la incorrecta. La idea de que Dios pudiera cumplir simultáneamente las profecías de todas las religiones era impensable, sobre todo cuando las interpretaciones literales demasiado simplificadas aseguraban que sus profecías eran recíprocamente excluyentes y contradictorias.
¿Cómo, por ejemplo, podría el Prometido descender del cielo, como muchos cristianos esperaban, y al mismo tiempo levantarse de la tierra, como creían algunos musulmanes? ¿Cómo podía venir del oeste, como muchos de los budistas esperaban, mientras al mismo tiempo venir del este, como Jesús había indicado? ¿Cómo podía destruir a todos los opresores, cuando los apreciados líderes de cada grupo religioso se habían convertido en los verdaderos opresores?
Pero, me preguntaba, ¿qué hubiera pasado si hubiera habido un «verdadero buscador» en los Estados Unidos en la década de 1840? ¿Qué tal si alguien que se hubiera desprendido completamente de las expectativas materialistas normales y hubiera buscado la aparición de alguien con cualidades similares a las de Cristo – particularmente la cualidad de todos los mensajeros de Dios, como es el conocimiento innato desde una edad temprana? ¿Y si hubiera habido alguien dispuesto a viajar a Tierra Santa para llevar a cabo su búsqueda y hubiese aprendido de todas las personas que encontrara por el camino, incluyendo no sólo a los miembros de otras denominaciones cristianas, sino también a los miembros de religiones completamente diferentes, en su búsqueda del Prometido?
¿Qué podría haber encontrado un verdadero buscador? Si las fragancias de las enseñanzas del Prometido se esparcieran por el Oriente, ¿hubiera podido un verdadero buscador del Occidente realmente encontrarlo?
Para responder a estas preguntas, escribí una novela que sigue el camino de dos de estos buscadores. Su viaje a Tierra Santa en 1843 y 1844 les abre puertas adicionales, ya que se encuentran con algunos descubrimientos impactantes. Por ejemplo, mientras buscan entender el significado de «1260» -uno de los números clave que se encuentran en los libros proféticos de la Biblia, y el único que se encuentra en los dos libros más proféticos- Daniel y el Apocalipsis- se dan cuenta de que esto coincide exactamente con el año 1844 en el calendario islámico. El descubrimiento de que gran parte del Islam chiíta también espera su propio Prometido en ese mismo año impacta profundamente a estos buscadores cristianos, hace que piensen más allá de las limitaciones previas y finalmente los convence de avanzar hacia el este para aprender los detalles del conocimiento chiíta de un famoso maestro de Karbila llamado Siyyid Kazim.
Los Reyes Magos de Occidente, en algunos aspectos, reflejan la historia de los Reyes Magos de Oriente desde los tiempos de Jesús. Esos sabios viajaron desde Persia hacia el oeste para encontrar al mensajero sagrado cuya aparición había predicho Zoroastro. Ahora, según creen los bahá’ís, los del occidente pueden viajar hacia el oriente de Persia para encontrar al nuevo mensajero cuya aparición predijo Jesús.
La nueva novela de Jay Tyson, The Wise Men of the West—A Search for the Promised One in the Latter Days, está disponible aquí.
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