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Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í. El sitio web oficial de la Fe Bahá’í es Bahai.org y el sitio web oficial de los bahá’ís de los Estados Unidos es Bahai.us.
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¿Quiero ser bahá'í?
Cultura

No me digan qué hacer

Rodney Richards | Mar 28, 2019

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Rodney Richards | Mar 28, 2019

Las opiniones y puntos de vista expresados en este artículo pertenecen al autor únicamente, y no necesariamente reflejan la opinión de BahaiTeachings.org o de alguna institución de la Fe Bahá'í.

La mayoría de nosotros, entendiblemente, no nos gusta cuando alguien nos dice qué hacer o qué pensar.

Cuando el jefe nos pide o nos dice que hagamos algo, es posible que no estemos preparados para aquella petición individual, pero probablemente accedamos a ello porque es parte del trabajo. Cuando nuestro cónyuge nos pide o nos dice que hagamos algo, probablemente lo hagamos porque los amamos y respetamos. Sin embargo, cuando un extraño nos pide o nos dice que hagamos algo, podemos quedarnos en blanco y pasar por un proceso de pensamiento y sentimiento para determinar cómo responderemos.

Pero personas desconocidas nos piden o nos dicen que hagamos cosas todo el tiempo. Los anuncios de televisión, radio, periódicos y revistas, esas ventanas emergentes que aparecen en la pantalla de nuestra computadora, constantemente nos piden una reacción positiva. Quieren que llamemos a ese número 800 o que hagamos clic para comprar un servicio o artículo que dicen que nos ayudará. Estos mensajes nos bombardean constantemente, y dedicamos nuestro tiempo a evaluar sus ofertas para decidir si las necesitamos o queremos, o si el precio que están pidiendo vale la pena, o si es que se trata de una buena causa.

Podemos descartar todo y no aceptar ninguna de estas peticiones individuales, o podemos evaluar cada una o cierto tipo de petición, según las opciones que nos puedan interesar.

Por eso, como bahá’í, no les pido a las personas que se unan a la Fe bahá’í a menos que ellos mismos estén listos y hayan indicado que están preparados para abrazarla.

La Fe Bahá’í da la bienvenida a todos, con la creencia de que tiene un mensaje para toda la humanidad. Pero la fe también se ejemplifica por lo que hacen sus seguidores:

La Fe Bahá’í encarna principios y leyes independientes. Tiene su propio libro sagrado. Prescribe la peregrinación y la adoración. Un bahá’í realiza oraciones obligatorias y observa el ayuno. Él da, de acuerdo con sus creencias, diezmos y contribuciones. Se le exige que sea de conducta recta, que manifieste un carácter loable, que ame a toda la humanidad, que sirva al mundo de la humanidad y que sacrifique sus propios intereses por el bien y el bienestar de su prójimo. Está prohibido cometer actos impropios. Abdu’l-Bahá dice: “Un bahá’í es conocido por los atributos manifestados por él, no por su nombre; es reconocido por su carácter, no por su persona. – La Casa Universal de Justicia, 19 de octubre de 1983.

Los bahá’ís no les dicen a los demás qué es lo mejor para ellos, aunque la mayoría de los bahá’ís probablemente dirían que la Fe los ha ayudado de innumerables maneras. Los bahá’ís tratan de mantenerse alejados de ser santurrones, de una actitud de elitismo y de «saberlo todo». Humilde y abiertamente, los bahá’ís ofrecen el mensaje de Bahá’u’lláh a través de sus palabras y acciones, de forma personal con el objetivo de conectar corazones y mentes. Los bahá’ís no usan sus lenguas como espadas, ni separan a las personas de lo que conocen y aman, como sus familias o comunidades. En cambio, los bahá’ís usan su discurso y sus acciones para la unión. Bahá’u’lláh escribió:

Y cuando haya inscrito en su alma la quintaesencia del significado interior y las explicaciones que le hemos otorgado, desentrañará todos los secretos de estas alusiones, Dios brindará tranquilidad divina a su corazón y hará que sea contado entre los que están en paz consigo mismos. – Bahá’u’lláh, Las Gemas de los Misterios Divinos, pág. 14.

La lengua espiritual, contraria a una lengua materialista que está destinada a atraer nuestras necesidades materiales, habla el lenguaje del espíritu, el espíritu que conecta los corazones humanos. Nuestras acciones humanas también pueden hablar un lenguaje espiritual o uno puramente material.

Abdu’l-Bahá habló sobre esta conexión:

Considerad lo que Cristo logró. Hizo que las almas alcanzaran una posición en la que con completa buena voluntad y alegría ofrendaran sus vidas. ¡Qué poder! Miles de almas humanas, con la máxima alegría debida a sus sensibilidades espirituales, estaban tan atraídas hacia Dios que quedaron desposeídas de volición, privadas de voluntad en Su sendero. Si se les hubiera dicho simplemente que el sacrificio en el sendero de Dios era bueno y loable, esto nunca hubiera sucedido. No hubieran actuado. Cristo los atrajo les arrebató las riendas del control, y ellos avanzaron extasiados para sacrificarse. – La Promulgación a la Paz Universal, pág. 262.

Sin embargo, hoy es muy difícil sobrepasar las defensas que las personas han levantado alrededor de sus corazones y mentes a las cosas espirituales. Por las mismas razones expuestas anteriormente, estamos constantemente bombardeados con solicitudes y miles de voces que nos dicen qué hacer y cómo pensar. Cada uno proclama que «saben más». Ellos «saben» lo que es mejor para nosotros. Ellos «saben» lo que necesitamos y queremos. Ellos «saben» lo que debemos hacer.

Es necesario tener una constitución fuerte para clasificar todo este “ruido” externo y determinar qué camino espiritual debemos seguir. Debido a que las religiones han perdido su brillo a lo largo de los siglos, mientras que los líderes humanos defectuosos han modificado sus bases espirituales, hemos perdido la fe en Dios y en la religión para guiarnos correctamente. Incluso a los creyentes fieles, devotos y sinceros de las religiones históricas de hoy en día les resulta imposible seguir los cientos de reglas y prácticas que se han introducido en ellas. Sin embargo, ocurre un resurgimiento cuando se vuelve a las raíces y los dictámenes originales de la fe que defienden, en detrimento y daño de los llamados no creyentes.

La solución para cualquier buscador de la verdad es investigar de manera independiente la realidad del tema que enfrentan. Ese proceso implica estar abierto a recibir la verdad del asunto a través de preguntas e investigaciones, determinadas por el propio nivel de comodidad y aceptación del buscador.

Implica responder a las preguntas: “¿Esto une o desune? ¿Es beneficioso o perjudicial?

Deja que tu corazón, mente y espíritu guíen tu búsqueda. No dejes que los demás te digan qué aceptar, investiga por ti mismo. Siempre es tu elección.

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