Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Los escritos Bahá’ís dicen que el infierno es una metáfora, no un lugar físico existente para el tormento, sino que es una estación espiritual impuesto por uno mismo.
Pensad que el amor y la buena camaradería son las delicias del cielo; pensad que la hostilidad y el odio son los tormentos del infierno. – ‘Abdu’l-Bah’a, Selección de los escritos de Abdu’l-Bahá, p. 245.
Pero el paraíso y el infierno de la existencia se encuentran en todos los mundos de Dios, tanto en éste como en los mundos espirituales y celestiales. …
Las recompensas del otro mundo son la paz, las mercedes espirituales, los diversos dones espirituales del Reino de Dios, el logro de los deseos del alma y del corazón, y la reunión con Dios en el mundo de la eternidad. Del mismo modo, los castigos o tormentos del más allá consisten en la privación de mercedes absolutas y favores divinos especiales; consisten en caer en el plano más ínfimo de la existencia. – Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas preguntas, p. 244.
La luz debe esparcirse por doquier, para que, en la escuela de la humanidad, todos puedan adquirir las características celestiales del espíritu, y vean por sí mismos que, más allá de toda duda, no existe infierno más cruel ni abismo más ardiente, que poseer un carácter malvado e insano; no hay fosa más oscura ni tormento más aborrecible, que manifestar cualidades que merecen la condenación. – ‘Abdu’l-Bah’a, Selección de los escritos de Abdu’l-Bahá, p. 136.
Por supuesto, experimentar el “infierno” depende de la sensibilidad espiritual del alma que ha ascendido, algo que no se puede dar por sentado. Si uno es espiritualmente insensible en esta vida y se ha convertido, a través de un proceso de deliberado de decisiones, inmune a la culpabilidad, podría ser que esta persona puede permanecer espiritualmente inconsciente después de esta vida, al menos temporalmente.
Raymond Moody, en su libro que relata experiencias cercanas a la muerte, describe un modelo de experiencia que podría explicar por qué estas almas inconscientes y aquellos sujetos de su primera obra que, a pesar de haber experimentado una muerte clínica, no pudieron recordar ninguna experiencia después de la muerte. Ese reino de “espíritus aturdidos” es una condición en la que las almas parecen atrapadas entre el mundo físico y el espiritual de la existencia.
De acuerdo con las explicaciones de los sujetos de Mooby, estos espíritus parecen inconscientes, descuidados, apagados. Están físicamente muertos, pero siguen conectados emocionalmente al mundo físico.
Primero, declaran que estos seres parecen ser, en efecto, incapaces de cortar los vínculos con este mundo físico. Un hombre relata que el espíritu que él vio aparentemente «no podía progresar en el otro mundo porque su Dios sigue viviendo aquí». Esto es, parecían atados a cierto objeto, persona o hábito en particular. – Raymond Moody, Reflexiones de la Vida después de la Vida, p. 18.
Al igual que los sujetos que experimentaron un “limbo poco placentero”, estas almas no estaban condenadas a vivir en una condición de aturdimiento eterno, sino que solo se quedaron hasta que pudieron resolver cualquier problema, dificultad o apego que los mantenía en aquel estado.
A diferencia de los sujetos que experimentaron este “limbo poco placentero”, y a diferencia de los sujetos que experimentaron culpa y vergüenza durante el repaso panorámico su vida, estos “espíritus apagados” no parecen estar en un estado de culpa o arrepentimiento; en lugar de esto, se encuentran inconscientes de lo que les ha acontecido, “sin saber quiénes son o qué son”. -Ibid, p. 20.
Se encuentran entre dos mundos, no son capaces de regresar al reino físico, pero sin interés de averiguar qué es lo que les espera más allá. Se encuentran apegados a la existencia física en la que ya no pueden participar, o están espiritualmente ciegos, sin ser capaces de percibir el mundo del espíritu. Algunos incluso intentan «comunicarse sin éxito con personas que estuvieron físicamente vivas». -Ibid, p. 21.
Con una representación mejorada de las experiencias negativas de la otra vida que ofrece Moody en “Reflexiones de la vida después de la vida”, este altera drásticamente la impresión dominante creada por su primera obra y proporciona una especie de confirmación empírica de los principios que gobiernan las desagradables experiencias posteriores a la vida discutidas en los escritos Bahá’ís. Por ejemplo, las evidencias de Moody demuestran claramente una relación entre la conducta en el mundo físico y la experiencia posterior de uno en el más allá. La evidencia también implica una visión más compleja que la división simplista de dos partes: un cielo y un infierno. De hecho, Moody afirma correctamente que no hay razón para dudar de que existan infinitas posibilidades:
Quiero que los demás eviten tomar mi lista de elementos comunes como un modelo fijo y exhaustivo de lo que debe ser una experiencia cercana a la muerte. Hay un espectro enormemente amplio de experiencias, algunas personas que tienen solo uno o dos de los elementos, y otros con la mayoría de ellos. Anticipo que la lista que he desarrollado se agregará, modificará y reformulará. -Ibid, p. 87.
¿Cómo podemos cada uno de nosotros evitar estas experiencias negativas en la otra vida? Las enseñanzas bahá’ís dicen que debemos encontrar nuestro verdadero propósito aquí en esta existencia física, y dedicarnos a un proceso de crecimiento espiritual, tanto en esta vida como en la siguiente:
Tanto antes como después de abandonar este marco elemental, el alma humana progresa en las perfecciones pero no en la estación. …Por tanto, siendo así que las perfecciones de la humanidad son ilimitadas, el hombre también es capaz de continuar perfeccionándose después de dejar este mundo. – ‘Abdu’l-Bahá, Contestación a algunas preguntas, p. 277.
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