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Miles de sonrisas: fe y alegría

David Langness | Jul 13, 2018

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David Langness | Jul 13, 2018

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Cuando tenía nueve años, le pregunté a mi mamá qué quería que yo fuera cuando sea grande. «Solo quiero que seas feliz», respondió.

Ella podría haber dicho: «quiero que seas un gran físico o el médico que descubra la cura para el cáncer o el presidente», pero no lo hizo. En cambio, ella estableció una barra más alta, un objetivo mucho más difícil: ser feliz.

Todo ser humano quiere ser feliz, pero pocos de nosotros llegamos allí. Piénsalo un momento. ¿Eres feliz? Este es el consejo de Bahá’u’lláh cuando buscas la felicidad:

¡OH HIJO DEL ESPIRITU! Mi primer consejo es este: Posee un corazón puro bondadoso y radiantes, para que sea tuya una soberanía antigua, imperecedera y sempiterna. – Las Palabras Ocultas, p. 3.

Es así que, al llegar a edad adulta, me embarqué en una búsqueda para llegar a ser una persona más feliz. Intenté trabajar duro en esa parte de ser «radiante», porque esa parecía ser la clave.

Llegué a conocer personas que eran radiantemente alegres y, bueno, yo quería algo de eso. Era muy claro para mí que su resplandor provenía de una verdadera felicidad interna, que a su vez proviene de trascender las inevitables tragedias y luchas de la vida. El resplandor, me di cuenta, la hermosa cualidad que brilla en un corazón puro y bondadoso, se observa con mayor frecuencia en los niños, cuya inocente pureza y felicidad inspira a casi todos. Los estudiosos del comportamiento nos dicen que los niños se ríen cientos de veces al día y que los adultos se ríen un promedio de 17 veces al día. Tal vez eso es lo que quiso decir Cristo, pensé, cuando dijo: «conviértanse en niños pequeños».

En las enseñanzas, las escrituras y las oraciones Bahá’ís, uno de los temas predominantes implica el reconocimiento de las cualidades, o nombres, del Ser Supremo. Esos nombres divinos -el generoso, el bondadoso, el auxiliador, el amoroso, el amable- le dan a los bahá’ís una idea de los atributos de Dios, las cualidades que cada uno de nosotros podemos desarrollar individualmente en nuestro propio carácter espiritual.

Así que una de las cosas que me ayudó en mi búsqueda de felicidad fue descubrir una breve tabla de Bahá’u’lláh que comienza con la frase: «En el nombre de Dios, el humorista». Al leer esto quedé fascinado e intrigado, así que investigué un poco. En el árabe original, Bahá’u’lláh usó la palabra «mazzah», provisionalmente traducido como «el humorista». Sin embargo, «mazzah» tiene múltiples matices de significado, que no necesariamente se refieren a un bromista, a un comediante o a una persona frívola. En cambio, se refiere a un humorista en el más alto y más noble sentido del término, alguien que difunde la alegría a los demás de una manera lúdica, amable y amorosa. Ese título me dio una perspectiva completamente nueva de cómo pensar en el Creador, y cómo podría tratar de emular esa cualidad.

Entonces empecé a notar que muchos bahá’ís de todo el mundo ya lo habían desarrollado. Muchas personas han comentado sobre esto, pero por alguna razón, tal vez los ejemplos de Bahá’u’lláh y Abdu’l-Bahá, o su constante aliento para llegar a ser felices y alegres, los bahá’ís de todo el mundo parecen gravitar hacia el gran y gracioso regalo de hacer sonreír a los demás. Vaya a una reunión bahá’í y probablemente verá a qué me refiero.

Entonces, ¿qué es lo que hace que la Fe bahá’í sea una religión tan feliz? Probablemente vino directamente de Abdu’l-Bahá:

“… debéis tener amor infinito el uno por el otro cada uno prefiriendo al otro antes que a sí mismo. La gente debe sentirse tan atraída hacia vosotros que exclamen: “¡Qué felicidad existe entre vosotros!”; y verán en vuestros rostros las luces del Reino. Entonces, maravillados, se volverán hacia vosotros y buscarán la causa de vuestra felicidad. Debéis dar el mensaje mediante la acción y el hecho, no sólo de palabra. La palabra debe estar unida al acto. Debes amar a tu amigo más que a ti mismo; sí, es deseable sacrificarte a ti mismo. Que todo os señalen y pregunte: “¿Por qué esta gente es tan feliz?”. Deseo que seáis felices… que riáis, sonriáis y os regocijéis para que otros puedan ser felices a través vuestro. – Abdu’l-Bahá, La Promulgación a la Paz Universal, p. 218.

Personalmente, sigo intentando alcanzar la mayor felicidad posible, pero he aprendido que los bahá’ís son genuinamente felices por muchas razones.

Los bahá’ís celebran la llegada y el hermoso mensaje de un nuevo profeta de Dios, Bahá’u’lláh, Él por sí mismo genera inmensa alegría y felicidad. Todos participamos en una comunidad bahá’í global diversa con literalmente cada nacionalidad, grupo racial, cultura, clase y edad; que reduce las barreras entre las personas en todas partes, enfatiza la unidad y hace que las actividades de la comunidad Baha’i sean divertidas e interesantes. Los festivales bahá’ís, los días santos y las celebraciones son para la hospitalidad y el humor. Las comunidades bahá’ís se reúnen cada diecinueve días para una fiesta, que tiene propósitos espirituales y sociales.

Una vez le pregunté a una amiga qué tal había sido su experiencia en la charla bahá’í a la que había asistido por primera vez, esta era una reunión informal sobre las enseñanzas bahá’ís para buscadores espirituales. «Miles de sonrisas», me respondió sonriendo.

Además, he descubierto que los bahá’ís generalmente son personas interesantes, atentos, amantes de la diversión, literales o fundamentalistas. Eso es probablemente cierto porque las enseñanzas bahá’ís enfatizan el servicio a los demás, la revelación progresiva y la unidad. En definitiva, los principios bahá’ís señalan el camino hacia un plan para un nuevo mundo unificado, libre de guerra, racismo y conflicto, que hace que los bahá’ís sean optimistas, entusiastas y positivos con respecto al futuro de la raza humana. La risa, después de todo, significa esperanza.

¿Quieres ser feliz? Yo también, por eso soy bahá’í.

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