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Reflexionando sobre las ganancias y la participación en beneficios

Zarrín Caldwell | Ene 23, 2019

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Zarrín Caldwell | Ene 23, 2019

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Hace unos meses leí un artículo del New York Times que explicaba cómo algunas compañías seleccionadas distribuyen la riqueza entre los empleados a través de planes generosos e igualitarios de participación en beneficios.

El artículo comparó esta práctica con muchas de las compañías actuales, donde la participación en beneficios sirve principalmente a aquellos de alto rango ejecutivo, pero no tanto a los trabajadores comunes.

Según la Enciclopedia Británica, la participación en beneficios es «un sistema mediante el cual los empleados reciben una parte de los beneficios netos de la empresa que los emplea». Tales pagos son distintos de los ingresos regulares. Aunque ahora existe en varias partes del mundo, principalmente en Europa occidental, Estados Unidos y América Latina, aprendí que la participación en beneficios se introdujo por primera vez en las fábricas de lana en Inglaterra a fines del siglo XIX.

Curiosamente, las figuras centrales de la Fe Bahá’í se refirieron a esta práctica en el mismo período de tiempo:

Así pues, resulta evidente que la acumulación de fortunas excesivas a manos de unos pocos, mientras las masas padecen necesidad, representa una iniquidad y una injusticia. Por otra parte, la igualdad absoluta sería un obstáculo para la vida, el bienestar, el orden y la paz de la humanidad. En una cuestión tal es preferible mostrar moderación. Por lo que concierne a los capitalistas ello significa moderación en cuanto a la acumulación de ganancias, y consideración por el bienestar de los pobres y necesitados, es decir, que los trabajadores y artesanos perciban un jornal fijo y establecido, y que tengan una participación en las ganancias generales de la fábrica. – Abdu’l-Bahá, Contestaciones a unas Preguntas, pág. 332.

En el mismo pasaje, Abdul-Bahá agregó:

…los fabricantes e industriales acumulan una fortuna todos los días, y los pobres artesanos no ganan su sustento diario. Semejante situación es el colmo de la iniquidad, ningún hombre justo puede aceptarla. Deben establecerse leyes y normativas que permitan a los trabajadores recibir del propietario de la fábrica sus jornales y una participación en la cuarta o quinta parte de los beneficios, ajustada a la capacidad de la fábrica. En cualquier caso, aunque fuese según otro método, el conjunto de trabajadores y fabricantes deberían compartir de forma equitativa los resultados y beneficios. – Ibid., pág. 331.

Es difícil imaginar que muchas compañías hoy en día acepten darles a sus trabajadores tan generosas acciones.  Incluso en los Estados Unidos (según la Cámara de Comercio de los EE. UU.), Solo el 20 % de las empresas participan en los esquemas de participación de beneficios y con frecuencia la compensación es muy modesta.  Los críticos pueden comentar sobre los problemas de la participación de beneficios, como los problemas con los «beneficiarios no contribuyentes», cuando las empresas quiebran, las devoluciones inconsistentes, etc. Sin embargo, los principios esenciales detrás de la participación en beneficios parecen importantes para reflexionar.

Si bien los escritos bahá’ís no abordan en detalle la teoría económica, sí ofrecen pautas importantes relacionadas con la creación de una sociedad justa. Estos incluyen la necesidad de eliminar los extremos de riqueza y pobreza; la debida preocupación por el bienestar de los pobres y los necesitados; la importancia de equilibrar las necesidades de capital y trabajo. La riqueza no es mala en sí misma, sino que debe gastarse en el bienestar de la sociedad y ser gobernada por la justicia. Como   Bahá’u’lláh aconsejó:

No disipéis la riqueza de vuestras preciosas vidas en pos de una inclinación perversa y corrupta, ni dejéis que vuestros esfuerzos se empleen en promover vuestro interés personal. – Las Tablas de Bahá’u’lláh, pág. 91.

Este método parece ser al menos una de las formas de reflejar los principios expuestos anteriormente. Dadas las crecientes brechas de ingresos en todo el mundo, así como las contribuciones de los trabajadores al éxito de una empresa; la motivación y el aumento de la productividad que puede generar la participación en beneficios, debería incentivar a las empresas a revisar esta poderosa idea.

Espero ser muy optimista con respecto a este camino, ya que lo he visto en acción. En un viaje de trabajo durante el año pasado, tuve el privilegio de acompañar a un grupo de visitantes internacionales en un recorrido por la sede de Bob’s Red Mill en Oregón. La compañía de granos se fundó a fines de la década de 1970, pero el propietario Bob Moore eventualmente desarrolló un Programa de Propiedad de Acciones para Empleados y convirtió a todos en empleados-propietarios. La diferencia positiva en la cultura de la organización, y el orgullo que las personas asumieron en su trabajo, me resultaron muy evidentes. El propio Moore recibió a nuestra delegación y claramente tenía una ética de servicio y una preocupación genuina por sus trabajadores.

Esas cualidades morales elevadas, en lugar de la codicia, hacen toda la diferencia. En gran parte, ahora parece olvidado, pero la economía funciona mejor cuando está fundada en una base moral.

En una carta al mundo bahá’í en marzo de 2017, el órgano rector de la Fe Bahá’í, la Casa Universal de Justicia, pidió a los bahá’ís de todo el mundo que reflexionaran sobre sus propios roles individuales en la vida económica mundial. Su consejo parece universalmente aplicable:

«La vida económica es el ámbito para la expresión de la honestidad, la integridad, la confiabilidad, la generosidad y otras cualidades del espíritu». – pág. 18.

La carta continuó afirmando que los individuos alcanzan su estación más alta siguiendo un camino de servicio y virtud, en lugar de buscar la adquisición infinita de «una parte cada vez mayor de los recursos materiales del mundo». Imagínese lo diferente que podría ser nuestra situación económica si tomáramos este mensaje en seriamente a la práctica.

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