Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Abdu’l-Bahá, el ejemplo de la Fe Bahá’í, dijo: «Pensad en todo momento en prestar algún servicio a todo miembro de la raza humana«. – Selecciones de los Escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 5.
En algún momento de la vida puede ser natural considerar prestar un servicio importante a los demás. Podríamos estar agradecidos por nuestra propia buena fortuna y desear devolver algo por ella, o tal vez tengamos una causa o problema que posea un gran significado personal para nosotros, una causa a la que con mucho gusto daríamos nuestro tiempo y energía.
Generalmente vemos el servicio a los demás como algo más allá de lo que haríamos «normalmente». Pero ¿qué pasaría si tuviéramos que expandir ese concepto e infundir el espíritu de servicio y la bondad mostrada sin pensar en todo lo que hagamos y lo viéramos como una ganancia para nosotros mismos? ¿Qué pasaría si tomáramos las lecciones aprendidas de transformarnos espiritualmente a nosotros mismos, nuestra vida familiar y la vida de quienes nos rodean y las aplicáramos a nuestras interacciones al servirnos unos a otros? Estos artículos finales de nuestra serie discuten el significado espiritual del servicio y cómo puede ser un catalizador para unir a una comunidad.
Por supuesto, las necesidades sociales y espirituales del mundo evolucionan con el tiempo, y los requisitos sociales de cada época difieren porque la civilización misma evoluciona y cambia. Las necesidades de la humanidad cambian a medida que progresamos. Como explica el principio bahá’í de revelación progresiva, para permitirnos continuar con el avance de la civilización, hemos recibido enseñanzas, sabiduría y mandamientos a través de los profetas de Dios, quienes renuevan y expanden estas enseñanzas de tiempo en tiempo.
Desde épocas tempranas, el amor siempre ha sido un vínculo que une a las personas. Sin embargo, el círculo de a quién debemos amar ha crecido. En un momento, cuando las posibilidades de comunicación y viajes eran muy limitadas, era suficiente amarnos unos a otros y amar a nuestros vecinos como a nosotros mismos, porque todos los demás vivían muy lejos. Más tarde, a medida que nuestra exposición al mundo se expandió, fue apropiado amar a la tribu, la ciudad y la nación a la que también pertenecíamos. Ahora debemos amar a toda la familia humana. En una época en la que es posible comunicarse instantáneamente con personas prácticamente en cualquier parte del mundo, nadie está demasiado lejos para ser amado, y una de las mejores maneras en que podemos demostrar ese amor es sirviéndose unos a otros:
El mérito del hombre reside en el servicio y la virtud, y no en la pompa de las riquezas y la opulencia. Poned atención para que vuestras palabras estén purificadas de ociosas fantasías y deseos mundanos y para que vuestras acciones estén limpias de astucias y sospechas. No disipéis la riqueza de vuestras preciosas vidas en pos de una inclinación perversa y corrupta, ni dejéis que vuestros esfuerzos se empleen en promover vuestro interés personal. Sed generosos en vuestros días de abundancia y pacientes en la hora del quebranto. A la adversidad le sigue el éxito y el regocijo viene tras la pena. Guardaos de la ociosidad y la pereza, aferraos a lo que beneficie a la humanidad, ya seáis jóvenes o viejos, de alto rango o humildes. – Bahá’u’lláh, Las tablas de Bahá’u’lláh, pág. 91.
El amor no es el único mandamiento que Dios nos ha dado que puede expandirse para satisfacer las necesidades de una comunidad mundial. En el pasado se nos dio un mandamiento conocido como la Regla de Oro, que nos exhorta a tratar a los demás como nos gustaría ser tratados. Esto ayudó a definir nuestro estándar de interacción entre nosotros y estableció las bases para la reciprocidad conductual.
Las enseñanzas bahá’ís enfatizan que el servicio a los demás debe tomar el centro del escenario como una nueva regla de oro, declarando que deberíamos preferir a los demás sobre nosotros mismos. El servicio es un vínculo que une a las personas; como el amor, no surge de la obligación, sino de una preocupación desinteresada por el bienestar de los demás. El servicio, dicen las enseñanzas bahá’ís, puede ser un medio de adorar a Dios:
…todo esfuerzo y dedicación realizados por una persona con todo su corazón, es adoración, si están inspirados en motivos elevados y el deseo de servir a la humanidad. Esto es adoración: servir a la humanidad y proveer las necesidades de las gentes. El servicio es oración. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 213.
…el hombre no puede recibir un don más grande que el de alegrar el corazón de alguien. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 154.
En esta época, la adoración a Dios no se limita a la oración y la piedad. Nuestras intenciones y acciones pueden ser como una oración en pensamiento y en obra, y el trabajo realizado con espíritu de servicio es una forma legítima de adoración. No importa cuál sea nuestra ocupación, podemos perseguirla en una actitud servicial y de alegría.
Los bahá’ís creen que ya no es suficiente simplemente sentir amor el uno por el otro; debemos demostrar ese amor ayudando a otros. En una época en la que es normal distanciarnos de los demás y contentarnos con amarnos desde lejos, tal vez sí entendemos el concepto de cuidarnos los unos a los otros, pero no lo ponemos en práctica, la mejor manera de unir y transformar el mundo en el que vivimos es convirtiendo nuestros elevados ideales en hechos tangibles. Un viejo proverbio dice que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos. Esto sigue siendo cierto, pero Dios también ayuda a quienes ayudan a los demás.
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