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Reformando el voluntariado: ¿cómo realmente creamos un cambio?

Rosa Cerrogrande | Jul 16, 2020

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Rosa Cerrogrande | Jul 16, 2020

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Algunos estudios sugieren que el voluntariado mejora la salud física y aumenta el bienestar mental. Una constatación común es que las personas que realizan tareas de voluntariado son más proactivas, desarrollan capacidades y se consideran felices.

La Organización de las Naciones Unidas menciona: “El carácter de servicio de la acción voluntaria a menudo induce a la gente a describirla como un “cálido resplandor” que asocian al hecho de ayudar a alguien y contribuir al bien público, además de sentirse más fuertes y llenos de energía. ” (ONU, 2011. Informe sobre el estado del voluntariado en el mundo).

Estos beneficios personales son muy importantes, pero ¿será suficiente? En nuestra sociedad actual, el ayudar a otros generalmente se centra en la búsqueda de la satisfacción personal y, desafortunadamente, cada vez más  se promueve en base a ciertas teorías sociales como algo loable. No se puede negar que el voluntariado beneficia al individuo: le ayuda a generar capacidades, desarrolla habilidades y actitudes, aumenta su educación ciudadana, y fortalece las conductas de asociatividad.

Existen varias organizaciones y asociaciones en la sociedad involucradas en actividades voluntarias; sin embargo, estos esfuerzos no han sido suficientes para sanar algunos de los males sociales por los que trabajan por reparar. Muchos tienen una orientación muy centrada en el individuo o en el beneficio de las propias organizaciones, sutilmente quitando del foco el desarrollo colectivo, tan importante para un avance integral de la sociedad. Dan preferencia a las ideas y estrategias de personas en posiciones de poder, en vez de fomentar el empoderamiento de personas en todos los niveles sociales. De esta forma, el voluntariado se convierte en nada más que una estrategia de autoayuda para los voluntarios, sin tener un impacto positivo profundo en la sociedad.

La Comunidad Bahá’í Internacional se refiere a dos enfoques extremos para la transformación social que existen en la sociedad. En uno, que considera al cambio social “como resultado del desarrollo de individuos mediante recursos como la educación, la capacitación y el acceso de medios materiales”, nos lleva a un mundo donde “incluso aquellos que se benefician de tales recursos se pueden ver de pronto participando en estructuras sociales opresivas.” El otro enfoque “percibe a los seres humanos enteramente como un producto de la sociedad, y el cambio se considera imposible a menos que las estructuras sociales, en especial aquellas relacionadas con el poder político, sean transformadas primero”. Pero este a menudo lleva a “la idea de que el fin justifica los medios, dando como resultado condiciones de injusticia y opresión”.

Por lo tanto, el incremento de la capacidad de individuos y comunidades para crear estructuras sociales más justas y equitativas requiere una noción de desarrollo que evite estos extremos. Pero, ¿cómo podemos practicar un voluntariado realmente orientado al servicio de la comunidad?

El verdadero bienestar del individuo se alcanzará solamente cuando tenga la misma relevancia que el bienestar colectivo, es decir: la transformación individual y colectiva no pueden separarse, deben ir de la mano. Esta doble transformación puede ser vista como procesos de cambio que van íntimamente entrelazados, evitando todo tipo de extremos.

El desarrollo del individuo, es decir, el desarrollo de potencialidades, no se puede separar del avance de la sociedad, ya que sus actitudes y conductas moldean su entorno, y estos a la vez son moldeados por la estructura de la sociedad, uno actúa sobre el otro.

El hecho de que el individuo participe en una transformación social implica de por sí que este desarrolla un espíritu de servicio;  sin embargo, sí es necesario  un mayor análisis del  desarrollo de capacidades del individuo y el servicio a la sociedad, sus necesidades y cómo ayudar a desarrollar las capacidades de las comunidades.

Cuando el voluntariado es visto como un servicio a la comunidad rápidamente se puede   adoptar una actitud de aprendizaje, la cual es indispensable para realizar un esfuerzo colectivo y permite poner en movimiento un proceso sistemático y orgánico en la sociedad. Se establecen buenas relaciones con los demás, con la comunidad y con las instituciones de la sociedad, en un espíritu desinteresado y olvidándose de su propio beneficio.

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