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¿Cómo se vería un mundo de amor?

Andy Tamas | Ago 27, 2020

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Andy Tamas | Ago 27, 2020

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Todas las religiones nos enseñan a ser amables con los demás, sin importar sus antecedentes o circunstancias. ¿Pero entonces cómo realmente se vería un mundo amoroso e inclusivo?

El ejemplo que encuentro es mi madre. Ella trataba a todos los que entraban a su casa como a un hijo. Ella aceptaba a todos. El color de su piel, su religión, y de qué familia provenían no importaba. Hizo que todos se sintieran cómodos porque los aceptaba como eran, y sabían que podían confiar en ella.

Mi mamá no tenía mucho, pero compartía todo. Vivía en una casa con solo dos habitaciones, una gran sala de estar y un dormitorio. Había chicas migrantes de otros países que trabajaban en los bares de nuestra ciudad, pero que dormían en la calle porque eran muy pobres. Mi madre iba a los bares donde trabajaban para decirles que no necesitaban dormir en la calle. Les ofrecía su casa para que tuvieran un lugar donde quedarse, aunque a veces docenas de personas dormían en su sala de estar. Cuando una chica nueva se mudaba, le pedía a sus otros huéspedes que por favor hicieran algo de espacio para uno más. Ella no aceptaba dinero de alquiler. Dejaba que la gente se quedara todo el tiempo que quisiera. Incluso cocinaba para ellos. Y nunca pedía nada a cambio.

Un día vio a una madre en la calle que daba cada bocado de comida que tenía a sus hijos. Sin decir una palabra, mi madre fue a comprarle comida. Todo el mundo en el vecindario la llamaba «mami». Su amor estaba lleno de sacrificios, y así es como sabías que estaba dando de corazón.

Nunca he conocido a nadie más como ella. Ella regalaba su ropa. Si tuviera 5 dólares, regalaría 4. Después de mudarme a los Estados Unidos, le preguntaba por qué no tenía dinero, incluso después de haberle enviado algo. Me dijo que no me preocupara. Estaba cuidando a muchos niños. Ella creía que cualquier cosa buena que ella hiciera me regresaría a mí. Incluso cuando estaba agonizando, nos dijo cuál de sus ropas debían ir a cuál familia necesitada de nuestro vecindario.

Mi madre era mi ejemplo personal de cómo es el amor, pero este tipo de historias también existen en todas las religiones. En la fe bahá’í tenemos muchas historias de Abdu’l-Bahá el hijo de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í. Una vez dijo: «Ser un bahá’í significa, sencillamente, amar a todo el mundo; amar a la humanidad y tratar de servirla; trabajar por la paz y la hermandad universal«. 

En una historia, un amigo le envió a Abdu’l-Bahá una tela de piel para que Abdu’l-Bahá pudiera hacerse un buen abrigo. En lugar de hacer un abrigo para sí mismo, lo hizo cortar para hacer 20 gorras para los ancianos del pueblo.

En otra historia, Abdu’l-Bahá estaba en París, dando charlas sobre la fe bahá’í y sus principios. Sus anfitriones le organizaron una estancia en un hotel. La historia dice que una de las personas que lo visitó era un pobre hombre negro que amaba mucho a Abdu’l-Bahá. Un día, cuando este hombre vino a visitar a Abdu’l-Bahá, alguien le dijo que la administración del hotel no lo quería allí porque su presencia no se ajustaba a las «normas» del hotel. El pobre hombre se fue.

Cuando Abdu’l-Bahá se enteró de esto, mandó llamar al responsable y le ordenó que encontrara a su amigo que fue rechazado tan groseramente. Abdu’l-Bahá dijo “No vine para ver hoteles o muebles caros, sino para ver a Mis amigos. No vine a París para ajustarme a las costumbres de Paris, sino para establecer el modelo de Bahá’u’lláh”.

Desearía que todos tratáramos de vivir como lo hizo Abdu’l-Bahá. Por eso quiero que nuestros hijos tomen clases sobre la unidad y el amor. Independientemente de la religión a la que pertenezca alguien, todos necesitamos practicar el amor y la amabilidad que nos piden nuestras distintas creencias. Todos necesitamos aprender un tipo de amor inclusivo.

Estoy seguro de que este tipo de clases tendrían que empezar cuando los niños son pequeños, tal vez de 5 años de edad. Creo que si empezamos a enseñar esas virtudes a una edad temprana, y las practicamos en nuestras comunidades, podemos realmente transformar nuestro mundo. Sé que muchas veces la gente predica sobre cosas que no practican. Pero si hacemos un hábito cuando nos encontramos con la gente, para verlos por lo que son y amarlos por lo que son, entonces nuestras comunidades florecerán.

Todos nosotros podemos hacer una diferencia en nuestra comunidad, no importa cuán pequeña sea. Puedes escuchar a alguien. Puedes apoyar a alguien que está pasando por dificultades. Puedes hacer un impacto ayudando a un amigo necesitado. Y esa persona puede tomar ese amor y compartirlo con otros, no solo con la gente de su comunidad religiosa. Sé abierto y ten conversaciones con los demás. Extiende la mano y crea verdaderos lazos de amistad que nutran una verdadera comunión de espíritus y almas. Cuando realmente alcanzas a Dios en tu corazón, alma y mente, creo que Dios pondrá en tu corazón el amor genuino hacia todas las personas.

Yo aplico esto a mí mismo, también. Le doy dinero a la gente cuando la conozco, pero siempre me esfuerzo por darle a la gente mi atención y mi calor. Cuando eres sincero, cuando te acercas a alguien en este mundo con la energía y las intenciones correctas, lo sentirán. Sonríe. Háblales con un corazón abierto, de un alma a otra. Puede ser tan simple como hacer un cumplido. Solo háblales con la intención de crear un vínculo o compartir una sonrisa.

Esta vida física que estamos viviendo terminará algún día. Tu legado no será solo la cantidad de dinero que pases a otros. Será sobre todo el número de vidas que tocaste con tu bondad, y cómo hiciste sentir a la gente. Cuando mi madre falleció, me sorprendió cuánta gente vino a su funeral, y cuánta gente llamó a la familia con historias de cómo ella los ayudó. Vi el increíble legado que dejó, y supe que era el tipo de legado por el que había que luchar.

Estoy haciendo un llamado a toda la humanidad para encarnar a Dios. No solo hablar, sino también caminar amando genuinamente y haciendo una diferencia en la vida de las personas. Bahá’u’lláh escribió, «Que los hechos y no las palabras, sean vuestro adorno».

La verdadera adoración es el servicio a la humanidad, no pasar muchas horas en lugares de culto. Esta es la forma en que creo que podemos tener un mundo que es inclusivo y amoroso.

Con eso en mente, hago un llamado a los seguidores de todas las religiones a encarnar realmente sus creencias. Al final del día, todas las religiones están hablando el mismo lenguaje de amor y bondad. Todo lo que tenemos que hacer es ponerlo en acción. No quiero que nos limitemos a hablar de la Regla de Oro, quiero que la vivamos.

Esto tiene que empezar en nuestros lugares de culto. Podemos curar nuestra sociedad de toda esta división y odio y dar el ejemplo. Jesús enfatizó el amor y la preocupación por los necesitados. Bahá’u’lláh enfatizó la igualdad de mujeres y hombres, la unidad de todas las religiones, y el fin de los prejuicios de todo tipo. Estas enseñanzas son lo que necesitamos en el mundo ahora mismo.

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