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Espiritualidad

Por qué nuestra alma busca un creador

Joseph Roy Sheppherd | Oct 23, 2021

PARTE 4 IN SERIES Una guía para el viajero espiritual

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Joseph Roy Sheppherd | Oct 23, 2021

PARTE 4 IN SERIES Una guía para el viajero espiritual

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En nuestro viaje espiritual para alcanzar los atributos de Dios, nuestras almas buscan, consciente o inconscientemente, a su Creador: el alma busca su fuente de forma instintiva.

En lo más profundo de nuestro ser existe la sensación de que falta algo en nuestras vidas, y cuanto más vivimos más lo notamos. Miramos a nuestro alrededor y nos preguntamos si esto es lo único que existe, y podemos empezar a sospechar que lo que buscamos no está en este mundo.

Podemos fijarnos muchos objetivos en la vida, pero el más importante es el de averiguar por qué estamos aquí.

Al principio buscamos sin tener idea de qué es lo que estamos buscando; puede que ni siquiera nos demos cuenta de que estamos en la búsqueda. Vagamos en todas direcciones, buscando un rastro de aquello que nuestra alma anhela. Esta búsqueda puede adoptar muchas formas, sobre todo si no nos damos cuenta que estamos buscando.

Podemos encontrarnos dedicados a un tema o problema social importante, dándole un lugar central en nuestras vidas y centrándonos en él hasta excluir todo lo demás. O puede que sigamos un camino menos altruista y pongamos nuestra energía y devoción en cosas que son más autoindulgentes y hedonistas, cosas que distraen nuestra atención de nuestro anhelo de amor de Dios. Podemos recorrer muchos caminos, tomar decisiones equivocadas y encontrarnos en muchos callejones sin salida, pero si aprendemos del viaje, creceremos espiritualmente a partir de todas estas experiencias. Al buscar rastros de nuestro Creador, aprendemos a tener paciencia, porque la búsqueda dura lo que dura. Encontrar la Fuente de nuestra existencia es como una búsqueda del tesoro: puede haber contratiempos en el camino y el mapa no siempre está claro, pero con paciencia, ingenio y esfuerzo, el tesoro puede encontrarse eventualmente:

El progreso espiritual se obtiene mediante los hálitos del Espíritu Santo y es el despertar del alma consciente del hombre para percibir la realidad de la Divinidad. El progreso material asegura la felicidad del mundo humano. El progreso espiritual asegura la felicidad y continuación eterna del alma.

Cuando llega el momento adecuado, por la gracia de Dios, encontramos por fin a nuestro Creador. Este proceso es diferente para cada persona, lo cual refleja las muchas maneras en que podemos recibir el amor y la guía de Dios. Para algunos, la oración y la meditación constantes pueden abrir un camino repentino hacia el Creador. Para otros, una experiencia dramática en la vida -ya sea la muerte de un miembro de la familia o el nacimiento de un hijo- puede encender ese interruptor. Para algunos, el servicio a los demás puede conectarnos con Dios.

Nos sentimos felices, porque hemos encontrado el amor de Dios. Ya no vagamos sin rumbo, sino que dirigimos nuestros pasos hacia el deseo de nuestro corazón. Nos encontramos llenos de amor, y descubrimos que cuanto más amamos a Dios, más sentimos el amor de Dios por nosotros. Poco a poco, como indican los escritos bahá’ís, llegamos a comprender que el amor de Dios siempre estuvo ahí, esperando que nos abriéramos a él:

¡OH HIJO DEL SER! A mame, para que Yo te ame. Si tú no Me amas, Mi amor no puede de ningún modo alcanzarte. Sábelo, oh siervo. – Las palabras ocultas.

Esa parte de nuestro ser espiritual que estaba latente en nosotros se despierta y comienza a desarrollarse, y nos acercamos a Dios. Finalmente, nos consumimos en nuestro amor por Dios. A partir de ahí empezamos a conocer el significado del verdadero amor. Las enseñanzas bahá’ís describen este estado del ser:

Y aquellas almas cuyo ser interior está encendido con el amor de Dios son como rayos de luz que se difunden y resplandecen como estrellas de santidad en un cielo puro y cristalino. Pues el verdadero amor, el amor real, es el amor a Dios, y está santificado por encima de las nociones e imaginaciones de los hombres. – Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá.

Con el tiempo, podemos empezar a comparar lo que sentimos en nuestro interior con lo que vemos a nuestro alrededor. Más que nunca, notamos la disparidad, y sentimos el descontento.

Podemos llegar a la conclusión de que este mundo no es un lugar muy espiritual, pues parece carecer del amor que llevamos en el corazón. La crueldad, la injusticia y el sufrimiento que vemos a nuestro alrededor se vuelven intolerables, como nunca antes. No podemos entender su propósito, y podemos preguntarnos por qué Dios permite que estas cosas sucedan.

No parece haber una respuesta a esta pregunta, e incluso cuando hay amor, siempre que no hay respuesta, hay duda. Sin embargo, la propia pregunta revela algo de las limitaciones de quien la formula, porque implica que Dios es de algún modo indiferente.

Pero sabemos que no es así. A medida que crecemos espiritualmente, empezamos a hacer mejores preguntas. Preguntamos: ¿Quién ha causado la crueldad, la injusticia y el sufrimiento en el mundo? La respuesta es que la humanidad lo ha causado y ha permitido que ocurra. Dios nos ha dado libre albedrío para tomar decisiones, y a veces hemos elegido ser crueles, injustos e indiferentes en lugar de amables, equitativos y solidarios. Nos damos cuenta de que no estamos solos en el proceso de crecimiento espiritual y que todos tenemos diferentes lecciones que aprender:

La única diferencia real que existe entre la gente son sus distintas etapas de desarrollo. Algunos son imperfectos, deben ser encaminados a la perfección; algunos están dormidos, deben ser despertados; algunos son negligentes, deben ser alentados; pero todos y cada uno de ellos son hijos de Dios. Amad a todos con todo vuestro corazón; ninguno es un extraño para el otro, todos son amigos. – La sabiduría de Abdu’l-Bahá.

En esta etapa de nuestro viaje espiritual, la duda se sustituye gradualmente por la comprensión. Empezamos a ver que la voluntad de Dios abarca mucho más que el amor, que hay mucho más que aprender. El dolor inherente al amor debe atemperarse con el conocimiento; debemos pasar de la fe ciega a una fe más educada e informada, capaz de conciliar la naturaleza y las limitaciones de este mundo. Las enseñanzas bahá’ís nos exhortan a pasar a esta etapa:

Rebasa las bajas etapas de la duda y elévate a las exaltadas alturas de la certeza. Abre el ojo de la verdad, para que puedas contemplar la Belleza manifiesta y exclames: ¡Santificado sea el Señor, el más excelente de todos los creadores! – Las palabras ocultas.

En el proceso, adquirimos nuevos conceptos y un vocabulario espiritual, que nos permiten empezar a entender por qué suceden las cosas y no simplemente cómo suceden. El viaje espiritual requiere algo más que una simple dirección; no solo necesitamos saber a dónde vamos, sino también por qué vamos allí. Emprendemos ese viaje espiritual para descubrir la voluntad de Dios.

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