Cómo la intuición me salvó la vida

Un día, cuando estaba en la escuela primaria, pasé con mi familia el Día de la Madre. Después, de camino a un evento, mi hermano me preguntó si quería ir con él en su coche.

No sé cómo explicarlo, pero algo no me parecía bien y decidí hacer caso a mi instinto.

Le dije que prefería ir con mi hermana, y él se mostró decepcionado. Mi hermana incluso me animó a ir con él, pero yo seguía diciendo «no».

Mi hermano tuvo un accidente de coche ese día, y más tarde me dijo que si hubiera ido con él, no habría sobrevivido. Ese recuerdo siempre me ha acompañado.

La experiencia me enseñó a una edad temprana a confiar en mi instinto, o intuición, pase lo que pase. La definición de intuición puede parecer poco clara a veces, pero, afortunadamente, los escritos bahá’ís dan luz sobre este tema:

La intuición es un poder, o una luz, por la que un ser humano percibe las realidades de las cosas más allá de los sentidos externos. – Abdu’l-Baha, citado por Marzieh Gail en Summon Up Remembrance, p. 235.

Este sentimiento de perspicacia y conocimiento trasciende la comprensión superficial. Aumenta mi conciencia de una verdad que requiere fe para seguirla porque no se basa en percepciones sensoriales. Este poder me guía por la vida, ya que a menudo me ayuda a percibir quién es sincero y quién no, o qué caminos debo tomar y cuáles debo evitar.

Creo que este poder funciona como un músculo que necesita desarrollarse. Requiere centrarse en el interior, escuchar atentamente y seguir esa voz intuitiva que viene de dentro. Como dijo Abdu’l-Bahá:

Tenéis intuición. Debéis seguirla siempre, porque cuando la seguís, esta aumenta y se vuelve más clara. Solo unos pocos poseen este don. Es como el tintineo de las campanas, un sexto sentido, como la voz de Dios que habla. Cuanto más se sigue la intuición, más aumenta. – Abdu’l-Bahá, citado por Ramona Allen Brown en Memories of Abdu’l-Baha, p. 14. [Traducción provisional por Oriana Vento]

Mi madre, que también es una persona muy intuitiva, se dio cuenta de que cuanto más escuchaba a su intuición, más clara, frecuente y fuerte era la guía divina. Al igual que escuchar a mi instinto salvó mi vida hace muchos años, también salvó la vida de mi madre antes de que yo naciera. Ella cuenta:

Cuando estaba embarazada de Teisha, iba conduciendo por la 270 y de repente … algo me dijo que mirara a mi izquierda y vi un coche que se salía de su carril … que venía directo a mi puerta. … Mientras miraba hacia adelante [pensé]: ’¿Puedo acelerar? No, hay un coche delante de mí. ¿Puedo reducir la velocidad? Hay alguien detrás de mí’. Alguien viene hacia mi lado lateral. No tengo opción, pero algo me dice: ’Si giras bruscamente, ya que estás en ese carril de la derecha, puedes correr por el terraplén. Esa es tu única opción para vivir’. Así que lo hice. Una fracción de segundo. Pero mientras lo hacía, el coche de detrás de mí… empezó a frenar, así que decidí que si subía el terraplén, tenía que salir de la autopista. No puedo reducir la velocidad. No puedo acelerar. Estoy entre dos coches, así que pisé el acelerador tan rápido como pude y corrí entre los coches y subí el terraplén. ¿Cómo sabía que debía mirar hacia esa dirección en ese momento? … No tuve tiempo, no tuve tiempo de pensar, no tuve tiempo de reaccionar, solo tuve tiempo de escuchar mi intuición que me decía que corriera por el terraplén.

Muchos de nosotros sabemos que debemos acudir a Dios en la oración, pero con demasiada frecuencia nos olvidamos de esperar y escuchar la respuesta. Siempre me he equivocado cuando he ignorado mi intuición, y siempre he tenido razón al confiar en ella. Tanto si lo llamamos corazonada, sexto sentido, voz o intuición, tenemos que creer en nuestra capacidad de recibir información de un poder superior a nosotros mismos, y fortalecer y desarrollar este poder escuchando esa voz. ¿Quién sabe? Puede que te salve la vida.