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Espiritualidad

La cortesía: el verdadero sello de una persona espiritual

David Langness | Dic 11, 2021

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David Langness | Dic 11, 2021

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Sociedades enteras de todo el mundo, e incluso sus líderes políticos, parecen haber perdido recientemente una de las virtudes humanas más importantes: la cortesía.

Los diccionarios definen la palabra «cortés» de esta manera:

Cortés: adj. Educado y gentil; respetuoso o considerado en el trato; marcado por el respeto y la consideración de los demás.

Piénsalo por un momento: ¿cuándo fue la última vez que te encontraste con una verdadera cortesía?

Mientras intentas recordar, puedes ignorar la práctica estándar de las empresas de atender al cliente con cortesía, que los empresarios intentan impartir a sus empleados por razones obvias relacionadas con las ventas. La verdadera cortesía se ha vuelto cada vez más rara, la que se experimenta cuando uno se da cuenta de que otra persona, ya sea alguien conocido o no, reconoce su humanidad común, se comporta con amabilidad y consideración hacia uno y muestra un mínimo de respeto.

De hecho, nuestra cultura global, con algunas excepciones notables en unos pocos lugares, ha descendido a una maraña de comportamientos nada corteses. Los guerreros del teclado se lanzan a los demás en Facebook; los insultos groseros vuelan a través del pasillo en las cámaras del gobierno; la murmuración, el chisme y la calumnia dominan muchas formas de los medios de comunicación; la polarización política nos separa unos de otros e incluso engendra odio; la grosería aumenta a medida que las guerras culturales convierten en enemigos a personas que ni siquiera se conocen; y nadie parece inmune a esta desagradable embestida.

Incluso cuando intentamos hablar y actuar con cortesía, a menudo no recibimos más que desprecio, vitriolo y falta de respeto a cambio. Cuando eso ocurre, la gente se enfada, por lo que tiende a convertirse en un círculo vicioso, en el que la cortesía se ve desplazada por la vulgaridad, la incivilidad y, después, por todo lo contrario a la cortesía: la barbarie.

Entonces, ¿cómo podemos recuperar la cortesía en nuestra cultura?

Las enseñanzas bahá’ís tienen una recomendación; en realidad, mucho más que una recomendación. Baháu’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í, describió la cortesía como «un mandamiento obligatorio»:

¡Oh pueblo de Dios! Os exhorto a practicar la cortesía, pues por encima de todo es la primera de las virtudes. Bienaventurado quien sea iluminado con la luz de la cortesía y esté ataviado con la vestidura de la rectitud. Quienquiera esté dotado de cortesía, ha logrado, por cierto, una sublime posición. Se espera que a este Agraviado y a todos los demás se les permita adquirirla, aferrarse a ella, practicarla y fijar nuestra mirada en ella. Éste es un mandamiento obligatorio que ha emanado de la Pluma del Más Grande Nombre. – Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh.

¿Notaste la forma en que Bahá’u’lláh, «la Pluma del Más Grande Nombre», escribió sobre la cortesía en este sorprendente pasaje? Expresó la esperanza de que todo el mundo, incluso él mismo («este Agraviado», ya que compuso esta tabla en 1891 mientras era prisionero del gobierno otomano), adquiriera la cortesía. ¡Qué pensamiento tan extraordinario, que un profeta de Dios, un alma exaltada, deseara él mismo esa virtud!

Por supuesto, los bahá’ís entienden que todos los profetas y mensajeros divinos, incluidos los grandes fundadores de las religiones del mundo como Buda, Krishna, Moisés, Jesucristo y Muhammad, llevaron vidas intachables y perfectamente espirituales. Cuando un profeta hace este tipo de declaración sorprendente, entendemos que entra en la categoría de la autoabnegación y la humildad. Pero aun así, oír que un mensajero de Dios desea la cortesía para sí mismo debe significar que la tiene muy alta en el panteón de los atributos humanos:

Nosotros, ciertamente, hemos escogido la cortesía y hemos hecho de ella el verdadero signo de los que están cerca de [Dios]. La cortesía es, en verdad, un atavío que sienta bien a todos los hombres, sean jóvenes o viejos. Bienaventurado aquel que adorna su templo con ella, y ay de aquel que está privado de este gran don. – Bahá’u’lláh, Epístola al Hijo del Lobo.

La simple cortesía humana corresponde a todos, por lo que el mandato de Bahá’u’lláh de la cortesía establece el nivel básico de comportamiento aceptable hacia los demás. Ciertamente, los profetas de Dios nos exhortan a todos en sus enseñanzas espirituales a amarnos unos a otros:

¡Por la rectitud del Señor! Habéis sido creados para mostrar amor unos por otros, y no perversidad y rencor. No os enorgullezcáis en el amor a vosotros mismos, sino en el amor a vuestros congéneres. – Bahá’u’lláh, Tablas de Bahá’u’lláh.

Pero si de alguna manera no podemos conseguir «mostrar amor unos a otros», parece decir Bahá’u’lláh, al menos podemos ser corteses:

Que la veracidad y la cortesía sean vuestro adorno. No permitáis ser privados del manto de la paciencia y justicia, para que los dulces aromas de santidad sean exhalados desde vuestros corazones sobre todas las cosas creadas. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh.

¿Qué podemos hacer, entonces, para desarrollar esta virtud humana de la cortesía cuando nos encontramos con su opuesto? Casi todos los días en este mundo descortés, tanto real como virtual, nos encontramos con alguien o algo que muestra falta de respeto, descortesía y falta de consideración. Cuando esto ocurre, ¿cómo sugieren las enseñanzas bahá’ís que reaccionemos?

Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh y líder de la fe bahá’í tras el fallecimiento de su padre, ejemplificó lo que puede llegar a ser una vida bahá’í. Infinitamente amable, considerado y cortés con todos los que conoció, llegó a ser conocido en todo el mundo, no solo por su abierta defensa de los principios bahá’ís de la paz, la justicia y la armonía humana, sino por ejemplificar esos principios en la forma en que vivía su vida cotidiana. En 1914, sabiendo que la Primera Guerra Mundial podría cortar pronto su comunicación con los bahá’ís del mundo, Abdu’l-Bahá dio este poderoso consejo a los bahá’ís de América:

Tratad a toda la humanidad y a todas las naciones, sectas y tribus como si fuesen tus parientes. No tengáis en cuenta sus actos, sino solo a Dios. Buscad vuestra recompensa en Él y no en ellos. Tratad a los ancianos de todas las naciones como a vuestros padres, a los jóvenes como a vuestros hermanos y a los niños como a los vuestros. No importa qué falta de cortesía o qué severa persecución o qué fuertes expresiones de odio y enemistad insondable recibas, no debes tener una excusa como la siguiente: «Tal o cual ha hablado mal de mí», «Tal o cual me ha hecho una injusticia», no, más bien no debes tener ninguna excusa, sino vivir de acuerdo con las Enseñanzas Divinas, ya sea que la humanidad resulte agradable o desagradable, ya sea que la humanidad resulte odiosa o amorosa, ya sea que te reciba o te expulse, para que tal vez te ayuden a enarbolar el estandarte de la paz y a levantar el Tabernáculo de la Unidad y la solidaridad del mundo de la humanidad, para que esta vida temporal pueda desembocar en la Vida Eterna, y esta oscuridad de la ignorancia que ha impregnado al mundo entero se convierta en la iluminación de la guía. – Abdu’l-Bahá, Mensaje a los bahá’ís de los Estados Unidos, 20 de agosto de 1914, Star of the West [Traducción provisional de Oriana Vento].

Aquí las enseñanzas bahá’ís nos dicen algo absolutamente notable: que enfrentarse a la rudeza e incivilidad con cortesía exalta nuestras propias almas.

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