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¿Hay lugar para la monarquía en la cosmovisión bahá’í?

Victor Kulkosky | May 2, 2023

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Victor Kulkosky | May 2, 2023

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La reciente muerte de la reina Isabel II de Gran Bretaña ha reavivado el debate público sobre la validez y necesidad de las monarquías en un mundo que avanza hacia gobiernos elegidos democráticamente.

Muchos sostienen que las monarquías deberían ser abolidas o rebajadas de categoría, y que los fondos públicos destinados a mantenerlas deberían eliminarse o reducirse considerablemente.

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La Fe bahá’í promueve muchas ideas progresistas –igualdad de género, abandono de todos los prejuicios, armonía de la ciencia y la religión, investigación independiente de la verdad, la paz global y la unicidad de la humanidad– por lo que cabe preguntarse si las monarquías tienen cabida en el mundo bahá’í.

Sí, pero Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, puso el listón muy alto para el comportamiento de un monarca.

En su libro «El llamamiento al señor de las huestes», Bahá’u’lláh completó la proclamación de su misión con discursos dirigidos a varios monarcas reinantes, cuyos dominios abarcaban grandes partes del mundo durante el siglo XIX. Les reprendió con un lenguaje enérgico por sus fallos, les advirtió del desastre inminente y de la caída de sus imperios, les aconsejó que fueran justos y equitativos y les instó a tomar medidas para garantizar el bienestar de sus súbditos.

Advertencia profética a Napoleón III

Un ejemplo del tono crítico de Bahá’u’lláh es su tabla al emperador francés Napoleón III, que se encuentra en «El llamamiento al señor de las huestes». En esa carta, Bahá’u’lláh escribió que comprendía la verdadera razón por la que Napoleón III convocó la Guerra de Crimea. Esa guerra, librada entre 1853 y 1856, implicó una alianza de Francia, Gran Bretaña y la Turquía otomana contra Rusia. Bahá’u’lláh se dirigió directamente a Napoleón III, diciéndole:

¡Oh Rey! Escuchamos las palabras que proferiste en respuesta al Zar de Rusia sobre la decisión tomada en cuanto a la guerra. Tu Señor, verdaderamente sabe, está informado de todo. Dijiste: “Dormía en mi lecho cuando me despertó el llanto de los oprimidos que eran ahogados en el Mar Negro”. Esto es lo que te oímos decir y, ciertamente, tu Señor da testimonio de lo que digo. Atestiguamos que lo que te despertó no fue su llanto, sino los impulsos de tus propias pasiones, porque te probamos y te hallamos deficiente.

El consenso entre los historiadores es que la guerra de Crimea fue innecesaria y se libró principalmente para impulsar las estrategias políticas de Gran Bretaña y Francia de debilitar a Rusia.

Bahá’u’lláh advirtió a Napoleón III de las terribles consecuencias de su guerra de agresión:

Levántate y da cumplida satisfacción por lo que se te escapó. Dentro de poco, el mundo y todo lo que posees perecerán, y el reino seguirá siendo de Dios, tu Señor y el Señor de tus padres de antaño.

Por lo que has hecho, sobre tu reino caerá la confusión y tu imperio pasará de tus manos, como castigo por lo que has cometido. Entonces sabrás cuán evidentemente has errado. Los disturbios envolverán a todo el pueblo de ese país a menos que te levantes para ayudar a esta Causa y sigas a Aquel que es el Espíritu de Dios (Jesucristo) en este Recto Sendero. ¿Acaso tu pompa te ha vuelto orgulloso? ¡Por Mi Vida! No durará; más aún, pasará pronto a menos que te aferres firmemente a esta recia Cuerda. Vemos la humillación apresurándose tras de ti, mientras tú eres de los negligentes.

Bahá’u’lláh escribió esas palabras en 1869. Un año más tarde, Francia sufrió una impresionante derrota en la Batalla de Sedán, en la Guerra Franco-Prusiana. Napoleón III fue capturado, obligado a abdicar y enviado al exilio. El Kaiser Guillermo I de Alemania fue coronado en el Palacio de Versalles, sede del poder de la monarquía francesa. En París, la clase obrera y los veteranos de guerra se rebelan contra las autoridades francesas y establecen brevemente la Comuna de París, que los militares franceses sofocan con una fuerza brutal.

La recompensa prometida a la reina Victoria

La tabla de Bahá’u’lláh a la reina Victoria empleaba un tono muy diferente, elogiándola por la reciente abolición de la esclavitud en su país:

Hemos sido informados de que has prohibido el comercio de esclavos, tanto de hombres como de mujeres. Esto es, en verdad, lo que Dios ha ordenado en esta maravillosa Revelación. Dios, verdaderamente, ha destinado una recompensa para ti, debido a esto.

También elogió a la reina Victoria por conceder más poder al Parlamento:

También hemos oído que has confiado las riendas del consejo en manos de los representantes del pueblo. Tú, por cierto, has hecho bien, pues con ello se reforzarán los cimientos del edificio de tus asuntos y se apaciguarán los corazones de todos los que están bajo tu sombra, sean elevados o humildes. Sin embargo, les incumbe ser dignos de confianza entre Sus siervos y considerarse representantes de todos los que habitan la tierra.

Bahá’u’lláh no dice cuál sería la recompensa de la reina Victoria, así que sólo podemos especular. Una de sus descendientes, la reina María de Rumanía (1875-1938), se hizo bahá’í más tarde en su vida. Además, la monarquía británica es la única a la que Bahá’u’lláh se dirigió directamente y que sigue intacta. O tal vez su recompensa no le haya sido concedida en este mundo.

Algunos lectores señalarán las muchas atrocidades que el Imperio Británico, sobre el que gobernaba la reina Victoria, cometió durante su reinado. Sin embargo, los elogios de Bahá’u’lláh a la reina Victoria se refieren a asuntos que él trató específicamente en sus escritos, no a una aprobación general de todas sus acciones. A lo largo de sus escritos, critica a los monarcas, individual y colectivamente, por la injusticia, la opresión, la acumulación de riquezas y el fracaso a la hora de lograr la paz.

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