Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
La mayoría de los que han oído hablar de la fe bahá’í conocen su tema central: la unidad. Por supuesto, todo el mundo estaría de acuerdo en que la unidad es algo bueno y que todos deberíamos esforzarnos por establecerla en el mundo.
Sin embargo, en nuestra sociedad actual la unidad parece un sueño inalcanzable, y mucho menos la unidad de toda la humanidad.
Sabemos que la unidad es esencial para el progreso, ya sea a pequeña escala, como un núcleo familiar, un círculo más amplio de amigos y familiares, o en nuestras comunidades locales. Sin embargo, las enseñanzas bahá’ís prevén la construcción de la unidad en la sociedad en general y, en última instancia, en el mundo entero.
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Hoy he decidido escribir sobre este tema porque, además de experiencias personales que me han hecho reflexionar sobre el significado y el valor de la unidad, he observado desunión entre algunas personas que trabajan por el mismo objetivo.
Esa experiencia me llevó a una conclusión personal: que lograr y mantener la unidad solo es posible cuando los individuos implicados alcanzan un alto nivel de madurez espiritual. Este factor esencial desempeña un papel importante en cualquier esfuerzo hacia la unidad, lo que significa que tenemos que evaluar ciertas actitudes y virtudes para valorar la causa y la raíz de la desunión.
Estos son siete de los factores que más provocan desunión:
- Prejuicios y percepción,
- Ego,
- Las expectativas,
- Actitud equivocada durante la consulta,
- Falta de previsión,
- Actuar de forma hiriente, y
- Defectos de carácter como los celos, la falta de humildad y sabiduría, el mal genio, la murmuración, la hipocresía y el afán de obtener beneficios materiales o poder.
Muchas de estas actitudes y defectos conducen inevitablemente a la desunión. Es importante recordar que unidad no significa conformidad. Nuestra diversidad es parte del reto, ya que todos tenemos personalidades, temperamentos, crianzas y educación diferentes, que en última instancia influyen en nuestras percepciones y comportamiento.
Los escritos bahá’ís nos ofrecen respuestas, empezando por esta admonición de Abdu’l-Bahá:
Estad en perfecta unidad. Nunca os enojéis el uno con el otro… Amad a las criaturas por amor a Dios y no por sí mismas. Jamás estaréis enojados o impacientes si los amáis por amor a Dios. (La promulgación de la paz universal, Abdu’l-Bahá)
Esta cita puede tocarte el corazón, pero seamos realistas: ¿quién no se ha enfadado alguna vez con alguien? Yo seguro que sí. Aunque intento tener amor y compasión por todos los que me rodean, me enfado mucho ante la injusticia, la opresión, la mentira, el dolor y el engaño.
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Precisamente esto fue lo que me produjo un efecto eureka: me di cuenta de que la unidad, el amor y, sobre todo, la justicia van de la mano, como nos dice este pasaje de los escritos de Bahá’u’lláh: «La luz de los hombres es la Justicia. No la extingáis con los vientos contrarios de la opresión y la tiranía. El propósito de la justicia es hacer surgir la unidad entre los hombres».
Durante mucho tiempo, solía creer que el amor y la bondad bastarían para establecer la unidad, hasta que me encontré con individuos que, a pesar de mi bondad y amor, no correspondían los mismos tratos hacia mí o mis seres queridos. Pero incluso en este caso, he aprendido de las enseñanzas bahá’ís, tenemos que seguir siendo amables, cariñosos y perdonar.
Seamos sinceros, no es una tarea fácil. Pero los profetas y mensajeros de Dios nos han mostrado que es posible amar a nuestros enemigos y desearles lo mejor independientemente de cómo nos traten. Así pues, perdonemos… es esencial para la unidad, y para la paz y para el alma del que perdona.
Pero, ¿con qué frecuencia perdonamos el mismo error y el mismo daño cometidos por el mismo individuo? ¿Hay algún momento en que el perdón no sea la solución? Otra cita bahá’í sobre el perdón, del libro Contestación a unas preguntas de Abdu’l-Bahá, nos da este consejo de oro:
Así como la clemencia es uno de los atributos del Misericordioso, también la justicia es uno de los atributos del Señor. El pabellón de la existencia no se sostiene sobre el pilar de la clemencia, sino sobre el pilar de la justicia.
Aquí está de nuevo la importancia de la justicia. Según tengo entendido, en casos de injusticia reiterada, el perdón no es la solución: se requiere asumir responsabilidades y aplicar el castigo necesario. En una de sus Tablas, Bahá’u’lláh escribió:
La justicia tiene una fuerza poderosa a su disposición. Ésta no es otra que la recompensa y el castigo de las acciones de los hombres. Por el poder de esta fuerza se establece el tabernáculo del orden en todo el mundo, haciendo que los perversos repriman sus naturalezas por temor al castigo.
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Últimamente, en la psicología moderna leemos mucho sobre los límites sanos, y los escritos bahá’ís esbozan claramente la necesidad de establecer límites sanos cuando se trata de injusticia, opresión, tiranía, robo, engaño y cosas por el estilo. Podemos perdonar personalmente a quienes nos agravian, y a quienes agravian a otros, pero la justicia debe prevalecer para que la sociedad se sostenga.
Así pues, en el conjunto de la sociedad, la justicia tiene que ser lo primero para que la unidad sea posible. Para proteger nuestros corazones y nuestras almas, debemos seguir esforzándonos por cultivar el amor, la compasión, el servicio y el perdón, pero trazar una línea cuando nos encontremos con la injusticia, la violencia y la tiranía.
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