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En busca de la verdad en un mundo polarizado

Ingo Hofmann | Sep 6, 2024

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Ingo Hofmann | Sep 6, 2024

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La pensadora y filósofa judeo-alemana Hannah Arendt, que emigró a Estados Unidos tras la toma del poder por los nazis, escribió en su ensayo de 1957 en el New Yorker titulado «Verdad y política»:

Nadie ha dudado nunca de que la verdad y la política se llevan bastante mal, y nadie, que yo sepa, ha incluido nunca la veracidad entre las virtudes políticas. La mentira siempre se ha considerado una herramienta necesaria y justificable, no sólo del político o del demagogo, sino también del estadista.

Este análisis crítico de la época de la guerra de Vietnam parece igualmente aplicable a las guerras del siglo XXI.

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Por desgracia, las mentiras, los fanatismos y los prejuicios provocan guerras.

Entonces, ¿cómo hacemos para encontrar la verdad cuando los países y las facciones en guerra tienen versiones completamente diferentes de lo que consideran cierto? El discurso público se ve además perturbado por la desinformación y la propaganda, lo que hace aún más difícil buscar y encontrar la verdad.

Desde una perspectiva bahá’í, encontrarse con opiniones diferentes siempre marca el comienzo de un proceso de búsqueda de la verdad, ya sea en el ámbito personal, en foros interreligiosos o donde sea. De hecho, ese principio –la investigación independiente de la verdad– es una de las creencias fundamentales de la Fe bahá’í. Abdu’l-Bahá, en un discurso que dio en Washington, D.C., en 1912, dijo:

La primera enseñanza es que el hombre debe investigar la realidad, pues la realidad es contraria a la interpretación dogmatica y a las imitaciones de antiguas formas de creencia, a las cuales se adhieren tan tenazmente todas las naciones y pueblos. Estas ciegas imitaciones son contrarias a la base fundamental de las religiones divinas, porque las religiones divinas en su enseñanza esencial están basadas en unidad, amor y paz, en tanto que estas variaciones e imitaciones siempre han producido guerra, sedición y lucha.

En términos prácticos, esto significa que sólo el camino, a menudo laborioso, de la consulta –que alternativamente podemos llamar discusión o diálogo– conduce paso a paso a la búsqueda de la verdad. Abdu’l-Bahá también dijo: «La brillante chispa de la verdad surge sólo después del choque de diferentes opiniones».

Así pues, resulta crucial que, en una actitud de respeto mutuo, se permitan todas las alternativas u opiniones presentadas, y que todos los participantes en cualquier discurso se sientan libres de expresar sus opiniones. Sólo la capacidad de encontrar la verdad, a pesar de la gran diversidad de opiniones, puede ayudarnos en tiempos de crisis a evitar la polarización y la división. Debemos escuchar a todos.

Esto plantea la siguiente pregunta: ¿cómo contribuye la falta de veracidad política que lamentaba Arendt a la incertidumbre, la desconfianza y la polarización? La pérdida de consenso sobre cuestiones importantes de la sociedad –en otras palabras, la pérdida de la capacidad de tomar decisiones que puedan ser apoyadas equitativamente por la mayoría de la población– puede poner en peligro las democracias que dependen de la verdad para su supervivencia.

La paz: la principal preocupación de la humanidad

Las guerras pasadas de los siglos XX y XXI nos hablan ahora en términos claros: Nadie «ganó». Sólo hubo perdedores.

Con la globalización y la incipiente división del mundo en bloques geopolíticos cada vez más alienados, esta tendencia podría empeorar. Y más armamento no aporta ninguna solución. Antes de la llegada de estos dos últimos siglos llenos de guerras desperanzadoras, Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe bahá’í, ya había escrito sobre la necesidad de una paz mundial:

Tal paz exige que las grandes potencias decidan, para la tranquilidad de los pueblos de la tierra, estar completamente reconciliadas entre sí. Si algún rey se levantase en armas contra otro, todos deben levantarse conjuntamente e impedírselo. Si así se hiciera, las naciones del mundo ya no necesitarían armamentos, salvo con el fin de preservar la seguridad de sus reinos y mantener el orden interno en sus territorios. – Las tablas de Bahá’u’lláh, p. 196.

Por lo tanto, garantizar la paz como tarea colectiva de todas las naciones del mundo es la obligación ineludible para el futuro bienestar de la humanidad.

Con la creación de la Sociedad de Naciones en los años 20 y de las Naciones Unidas en los 40, ya se dieron los primeros pasos en este camino global hacia la seguridad colectiva de toda la humanidad. Estos primeros pasos, por imperfectos que fueran, pusieron a nuestra familia humana en el camino hacia la unidad y la paz.

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En estos primeros pasos se reconocía implícitamente, tal y como las enseñanzas bahá’ís han pronunciado desde mediados del siglo XIX, que ahora debemos considerar a toda la raza humana como una sola familia, que se extiende más allá de todas las fronteras, ya sean nacionales, religiosas o étnicas. En una oración que Abdu’l-Bahá reveló en la Iglesia All Souls de Chicago en 1912, le pidió al Creador:

! Une a todos. Permite que las religiones concuerden y haz de las naciones una sola, para que puedan considerarse como una sola familia, y a toda la tierra como un solo hogar. Que puedan vivir todos reunidos en perfecta armonía. – La promulgación de la paz universal, p. 117.

Aunque la humanidad todavía esté lejos de alcanzar la justicia social y la armonía perfecta parezca un objetivo imposible, y aunque el levantamiento de las fronteras siga siendo un desafío en todas partes, nuestra compasión por todas las personas que son víctimas de guerras y penurias debe ser total. Sobre todo, la compasión de solo una parte no debe conducir al odio; pues el odio puede utilizarse fácilmente para justificar más guerras.

Antes de la Primera Guerra Mundial, en 1911, durante un discurso en París, Abdu’l-Bahá pidió a sus oyentes que «manifiesten compasión y buena voluntad hacia toda la humanidad». La mejor manera de lograr ese noble objetivo es hacer todo lo que esté en nuestras manos para evitar guerras futuras.

¿Cómo? Bueno, está claro que la creciente polarización de nuestras sociedades y del mundo en general es, en gran medida, una herencia del pasado. Las enseñanzas bahá’ís nos instan a alinear nuestra brújula interior con el futuro, centrando nuestros pensamientos, nuestro discurso y nuestras acciones en el bienestar de toda la raza humana. Podemos trabajar por un futuro pacífico si centramos nuestros pensamientos y acciones en el servicio a los demás: en nuestro entorno personal, en nuestra región del mundo y, preferiblemente, a escala global.

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