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Justicia

El nacionalismo de las vacunas: nadie está seguro hasta que todos lo estén

Kathy Roman | Feb 13, 2021

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«El nacionalismo de las vacunas» -es el desequilibrio que se produce cuando los países más ricos del mundo presionan para ser los primeros en acceder a las vacunas que salvan vidas , dejando atrás a los países en desarrollo y nos perjudica a todos.

Este enfoque de «mi nación primero» no sólo es poco ético e inhumano, sino que, según el Foro Económico Mundial, el nacionalismo de las vacunas ralentizará la recuperación económica mundial de la pandemia, costando a los países de altos ingresos 119.000 millones de dólares al año.

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Esto no tiene sentido desde el punto de vista económico porque el coste de suministrar vacunas a los países de bajos ingresos se estima en 25.000 millones de dólares, aproximadamente una quinta parte del coste anual de no hacerlo.

El nacionalismo de las vacunas no es nada nuevo. En 2009, el virus H1N1, también conocido como gripe porcina, mató a unas 284.000 personas en todo el mundo. En siete meses, los científicos desarrollaron una vacuna, pero la mayoría de los países de altos ingresos resultaron ser los beneficiarios, dejando vulnerables a las naciones más pobres.

NBC News entrevistó recientemente al principal epidemiólogo que ayudó a erradicar la viruela, Larry Brilliant. Él advirtió: «Esto es una pandemia. Hasta que todo el mundo esté a salvo, nadie estará a salvo. Si un país se queda sin vacunar, esta enfermedad rebotará de un lado a otro».

Dado que el nacionalismo de las vacunas sólo provoca la propagación del virus, ¿no sería prudente que los países más ricos dejaran de acaparar vacunas? Por ejemplo, Canadá ha pre-ordenado 6 veces la cantidad de vacunas necesarias para inocular a cada ciudadano. Estados Unidos tiene opciones de compra para inocular a todos los ciudadanos 5 veces más, mientras que la mayor parte del mundo se encuentra en apuros.

Esta actitud de «yo primero» traerá inevitablemente sufrimiento a todos.

En claro contraste con el egoísmo del nacionalismo, los bahá’ís ven a la humanidad como una sola familia. Este enfoque, según la Casa Universal de Justicia, el órgano de gobierno global elegido democráticamente por los bahá’ís del mundo, representa la única esperanza de la humanidad para la futura salud y prosperidad de nuestro planeta:

El bienestar de cualquier segmento de la humanidad está inextricablemente enlazado al bienestar de la totalidad. La vida colectiva de la humanidad sufre cuando cualquier grupo dado piensa en su propio bienestar de manera aislada al bienestar de sus vecinos, o persigue ventaja económica sin considerar cómo queda afectado el medio ambiente, que proporciona sustento para todos. Un obstáculo tenaz se interpone así en el camino de un progreso social significativo: una y otra vez, la avaricia y el egoísmo prevalecen a expensas del bien común.

Sentirse orgulloso del país propio es algo maravilloso, pero si este orgullo excluye o devalúa a otras naciones, pone en peligro la unidad y, por tanto, nos amenaza a todos. El nacionalismo de las vacunas pone de manifiesto que cuando uno de los miembros de la sociedad sufre, todos se ven afectados.

Afortunadamente, ya existe una colaboración mundial para acelerar el acceso equitativo a las pruebas, los tratamientos y las vacunas contra el COVID-19. COVAX -una coalición liderada por Gavi, la Coalición para las Innovaciones en Preparación ante Epidemias (CEPI en inglés), la Organización Mundial de la Salud (OMS), UNICEF y otros- se ha dedicado a asegurar que todos los países reciban de forma equitativa las vacunas y los tratamientos contra el coronavirus. Esta colaboración mundial con visión de futuro reconoce que la humanidad está inextricablemente conectada.

Los epidemiólogos y los profesionales de la salud pública entienden que si, como planeta, no honramos a cada individuo, todos sufrirán. Tanto la Biblia como Bahá’u’lláh confirman esa realidad científica: «Si un miembro sufre, todos sufren juntos; si un miembro es honrado, todos se alegran juntos». – Corintios 12:26. Bahá’u’lláh escribió: «El bienestar de la humanidad, su paz  y seguridad, son inalcanzables, a menos y hasta que su unidad sea firmemente establecida».

Según la agencia de investigación sin ánimo de lucro RAND Europe, «el coste de la pandemia global seguirá siendo tan alto que alcanzará los 1,2 billones de dólares al año y continuará la perturbación de la economía mundial, a través de cadenas de suministro maltrechas y una demanda más débil que seguirá pesando sobre todas las naciones.»

Lógicamente, la única forma sensata de abordar la distribución de vacunas es que todas las naciones coordinen estrategias basadas, no en la política, sino en la ciencia y la compasión. Sabemos que todas las principales religiones del mundo nos enseñan la Regla de Oro de: «Ama a tu prójimo como a ti mismo», pero Bahá’u’lláh llevó este mandamiento un paso más allá cuando dijo «Bendito quien prefiere a su hermano antes que a sí mismo».

Cuando no seguimos este sabio consejo espiritual, nos atrincheramos en el nacionalismo egoísta, el materialismo y el miedo. Con la miríada de calamidades a las que se enfrenta ahora el mundo, desde el calentamiento global hasta el racismo, la pobreza, las catástrofes naturales y las enfermedades, es hora de reconocer y actuar sobre nuestra interconexión y unidad esencial. Si no lo hacemos, la decisión de cualquier nación de protegerse o ponerse en primer lugar traerá inevitablemente consecuencias perjudiciales para toda la humanidad.

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