Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Si está esperando el día de la resurrección -el «día del juicio» profetizado en varias escrituras religiosas y libros sagrado- las enseñanzas bahá’ís te invitan a reflexionar sobre si este ya puedo haber ocurrido.
Los escritos bahá’ís afirman que el día del juicio se produce en el momento de la aparición de un nuevo mensajero de Dios, al igual que ocurrió cuando Cristo, Buda, Moisés y Muhammad inauguraron sus respectivas revelaciones: «En el Día de la Resurrección Dios juzgará, en verdad, a todos los hombres, y todos suplicamos, en verdad, Su gracia».
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Los bahá’ís creen que Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, es ese nuevo mensajero:
¡O h pueblos del mundo! El Sol de la Verdad ha aparecido para iluminar la tierra entera y para espiritualizar a la comunidad humana. Loables son sus resultados y sus frutos, abundantes las santas evidencias que proceden de esta gracia. Ésta es pura misericordia y generosidad del todo inmaculada; es luz para el mundo y para todos sus pueblos; es armonía y confraternidad, y amor y solidaridad; realmente, es compasión y unidad y el fi n de la separación; es estar en armonía, en completa dignidad y libertad, con todos los que están en la tierra.
Cuando el profeta más reciente se pronuncia, enseñando las verdades encarnadas por una nueva revelación, esas verdades ponen a prueba el carácter de las almas humanas, juzgándolas según su respuesta a ese nuevo mensaje espiritual.
Este momento de la historia, también conocido como «el Día de la Resurrección» en muchas escrituras, ilumina de nuevo el mundo espiritual y desata un tremendo potencial de crecimiento, progreso y solidaridad humana. Ese «tiempo del fin» marca la era en la que una nueva dispensación religiosa sucede y suplanta a las anteriores.
Este día de resurrección, señalan las enseñanzas bahá’ís, revela «el verdadero significado de nacer de nuevo»:
Las recompensas existenciales consisten en las virtudes y perfecciones que adornan la realidad humana. Por ejemplo, la persona estaba sumida en la oscuridad y se vuelve luminosa; era ignorante y se vuelve instruida; era descuidada y se vuelve consciente; estaba dormida y despierta; estaba muerta y es resucitada; estaba ciega y comienza a ver; estaba sorda y comienza a oír; era terrenal y se torna celestial; era material y llega a ser espiritual. Mediante estas recompensas, vuelve a nacer en espíritu, es creada de nuevo y se convierte en la manifestación del versículo del Evangelio que dice que los Apóstoles «no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios»;149 es decir, se libraron de las características y cualidades animales que son inherentes a la naturaleza humana, y adquirieron atributos divinos, que son la efusiva gracia de Dios. Esto es lo que verdaderamente significa haber nacido de nuevo… Cuando estas almas se libran de la oscuridad de estos vicios mediante la luz de la fe, cuando son iluminadas por los rayos del Sol de la Verdad y dotadas de toda virtud humana, estiman que ello supone la mayor recompensa y lo consideran el verdadero paraíso.
Bahá’u’lláh, en su Libro de la Certeza, definió el significado del Día de la Resurrección:
Tal revelación se circunscribe a Sus Profetas y Elegidos, por cuanto nadie más poderoso que ellos ha llegado a existir en el mundo del ser… o. A través de su conocimiento se revela el conocimiento de Dios, y a través de la luz de su semblante se manifiesta el resplandor de la Faz de Dios… Por tanto, todo aquel que, en cualquier Dispensación, haya reconocido y llegado a la presencia de estas Lumbreras sublimes, resplandecientes y gloriosas, ciertamente ha llegado a la «Presencia de Dios» mismo y ha entrado en la ciudad de vida inmortal y eterna.
…
Éste es el signifi cado del «Día de la Resurrección», del que se habla en todas las escrituras y que se ha anunciado a todo pueblo. Reflexiona: ¿Puede concebirse día más precioso, de más poder y gloria que éste, para que el hombre voluntariamente renuncie a su gracia y se prive de sus dones, los cuales como lluvias de primavera se vierten sobre la humanidad desde el cielo de la misericordia? – p. 113 – 114.
Abdu’l-Bahá, hijo y sucesor de Bahá’u’lláh, describió así el advenimiento de un nuevo mensajero divino:
El mundo espiritual es similar al mundo de los fenómenos. El uno y el otro son la contraparte exacta. Los objetos que aparecen en este mundo de la existencia son las imágenes exteriores del mundo del cielo. Cuando contemplamos el mundo de los fenómenos percibimos que está dividido en cuatro estaciones; una es la estación de la primavera, otra es la estación del verano, otra es el otoño, y luego estas tres estaciones son seguidas por el invierno. Cuando aparece la estación de la primavera en el reino de la existencia, todo el mundo rejuvenece y encuentra nueva vida. La brisa que refresca el alma sopla desde todas partes; la nube de merced derrama su lluvia, y el sol brilla sobre todas las cosas. Día tras día percibimos que los signos de la vegetación nos rodean. Flores maravillosas, jacintos y rosas perfuman el olfato. Los árboles están colmados de hojas y capullos, y los capullos son seguidos por los frutos. La primavera y el verano son seguidos por el otoño y el invierno. Las flores se marchitan y dejan de existir; las hojas se vuelven grises y la vida se ha ido. Entonces vuelve otra primavera; la primavera anterior se repite; otra vez nueva vida se agita en todas las cosas. El surgimiento de las Manifestaciones de Dios es la divina primavera. – La promulgación de la paz universal, p. 35.
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Vivimos precisamente en un momento así. Abdu’l-Bahá, en su libro «Contestaciones a unas preguntas», identificó la aparición de cada nuevo mensajero divino como el regreso de:
… el mediador entre Dios y Su creación. Es como un espejo orientado hacia el Sol: igual que un espejo impoluto recibe los rayos del Sol y refleja su bondad a otros, el Espíritu Santo es el mediador de la luz de la santidad, y la transmite del Sol de la Verdad a las almas puras. Este Espíritu está adornado con todas las perfecciones divinas. Siempre que aparece, el mundo vuelve a renacer, se inicia un ciclo nuevo y el cuerpo de la humanidad se engalana con un nuevo atuendo. Es como la primavera: cuando viene, lleva al mundo de una condición a otra. Pues a la llegada de la primavera, la tierra oscura, los campos y los prados se tornan verdes y lozanos, brotan todo tipo de flores y hierbas aromáticas, los árboles cobran vida de nuevo, se producen frutos maravillosos y se inaugura un nuevo ciclo.
Lo mismo ocurre con la manifestación del Espíritu Santo: cada vez que aparece, confiere nueva vida al mundo de la humanidad y dota de nuevo espíritu a las realidades humanas. Reviste toda la existencia con un glorioso atuendo, disipa la oscuridad de la ignorancia y hace resplandecer la luz de las perfecciones humanas. – p. 92.
Las escrituras de todas las religiones contienen profecías sobre «el tiempo del fin», también conocido como el Día del Juicio o el Día de la Resurrección, cuando el Prometido aparece y trae el Reino de Dios a la Tierra. Ese momento, confirma la revelación de Bahá’u’lláh, ha llegado.
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