Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
«¿Acaso soy el responsable de mi hermano?» dijo Caín a Dios después de matar a su hermano Abel. Esa famosa pregunta del Génesis constituye una de las principales lecciones morales del judaísmo y el cristianismo, y de toda religión.
En la Torá, Abraham y Moisés nos pidieron que fuéramos protectores de nuestros hermanos. En el Nuevo Testamento, Cristo pidió a todos que fueran el hermano de su hermano. En la revelación bahá’í, Bahá’u’lláh se dirigió a toda la humanidad cuando escribió «Bendito quien prefiere a su hermano antes que a sí mismo». En esta nueva versión de la Regla de Oro, las enseñanzas bahá’ís piden a toda la humanidad que sirva humildemente a los demás, considerando sus necesidades más importantes que las nuestras.
¿Te imaginas un mundo en el que la mayoría de la gente siga ese consejo espiritual?
En este sentido, una de las soluciones a los problemas contemporáneos que se explican en los escritos bahá’ís trata de resolver nuestros problemas económicos mediante soluciones espirituales. Necesitamos ese enfoque de la desigualdad, porque las injusticias económicas han alcanzado un nivel crítico en el mundo actual. Millones de nuestros hermanos y hermanas sufren, arrastrados a una vida de pobreza cada día. Abdu’l-Bahá, en un importante discurso que pronunció en Filadelfia en 1912, explicó la solución:
Bahá’u’lláh estableció principios de guía y enseñanzas para el reajuste económico. Reveló las regulaciones que aseguran el bienestar de la mancomunidad. Así como el rico disfruta de su vida rodeado de comodidades y lujos, el pobre de igual modo debe tener un hogar y debe ser provisto con el sustento y las comodidades proporcionales a sus necesidades. Este reajuste de la economía social es de la mayor importancia puesto que asegura la estabilidad del mundo de la humanidad; y hasta que no sea efectivizado, la felicidad y prosperidad son imposibles.
Como mi campo de interés es la economía, me concentro en los sufrimientos causados por la mala gestión de los recursos económicos del mundo, que ha dejado a miles de millones de personas en la miseria, sin tener lo suficiente para comer, y a otros que tienen miles de millones y encuentran formas ridículas de acapararlos o malgastarlos.
Los demás, que no somos ni ricos ni pobres, podemos sentirnos impotentes ante esta injusta disparidad. Podemos pensar que no podemos hacer nada para provocar un cambio, y que debemos esperar la llegada de un nuevo sistema. Yo no acepto esta excusa, y creo que podemos cambiar gradualmente el sistema económico inyectando moralidad y humanidad en él, todo ello mientras participamos en nuestras propias actividades económicas. El órgano administrativo mundial, democráticamente elegido, de los bahá’ís del mundo, la Casa Universal de Justicia, escribió recientemente:
Cada alternativa que toma un bahá’í ―como empleado o empleador, productor o consumidor, prestatario o prestamista, benefactor o beneficiario― deja una huella, y el deber moral de vivir una vida coherente exige que las decisiones económicas de uno estén en concordancia con ideales elevados, que la pureza de los propósitos de uno vayan acompañados de la pureza de sus acciones para lograr esos propósitos.
Mi libro sobre soluciones espirituales a los problemas económicos del mundo tiene un capítulo llamado «Sugerencias económicas prácticas para el uso diario». He aquí 9 de ellas:
- Cambiar nuestra mentalidad. La primera acción que todos debemos tomar es interna, cambiando nuestra mentalidad y reconociendo que el concepto bahá’í de la economía es fundamentalmente diferente y está basado en principios espirituales y morales. Abdu’l-Bahá lo explicó claramente: «Los secretos de toda la cuestión económica son de carácter divino, y tienen que ver con el mundo del corazón y del espíritu».
- Paga un precio justo. Si crees que el precio de algo es demasiado bajo, paga más de lo que se pide. Una de las cosas más hermosas relacionadas con las actividades económicas es el compromiso de las personas de mentalidad justa de ignorar los precios existentes y pagar más, porque creen que su estimación del precio es justa.
- Compartir las ganancias con los empleados. Los trabajadores deben tener una participación en las ganancias. Además de compartir las ganancias, hay muchas formas de ayudar. Conseguir cobertura médica para los empleados. Apoyar el bienestar emocional y físico de los empleados. Cuidar de los trabajadores es un privilegio y una oportunidad de servir a la gente. Buscar esas oportunidades es un acto hermoso.
- Pagar salarios justos, no basados en lo que dicta la sociedad. No es necesario seguir las directrices del salario mínimo. Las directrices salariales de la sociedad no deberían impedirnos pagar más si creemos que es justo.
- Exigir tasas de interés razonables. Si prestas dinero, pide una tasa de interés razonable, no la máxima. El tipo de interés tiene que ser justo y razonable. Los bancos no deben ser los únicos que fijen los tipos de interés.
- Participa en proyectos sociales y económicos. Podemos ayudar a cambiar el mundo a mejor si nos involucramos en este tipo de proyectos: pueden representar una valiosa forma de aprender y contribuir.
- Crea una conciencia de familia humana. Tu bienestar y felicidad dependen, en última instancia, del bienestar, la prosperidad y la felicidad de todas las personas pobres, necesitadas y desfavorecidas del mundo. El verdadero significado de la unidad de la humanidad surgirá cuando veamos a los demás como miembros de nuestra familia. La Casa Universal de Justicia escribió: “El bienestar de cualquier segmento de la humanidad está inextricablemente enlazado al bienestar de la totalidad. La vida colectiva de la humanidad sufre cuando cualquier grupo dado piensa en su propio bienestar de manera aislada al bienestar de sus vecinos, o persigue ventaja económica sin considerar cómo queda afectado el medio ambiente, que proporciona sustento para todos”.
- Dar generosamente a quienes trabajan por el salario mínimo o ganan muy poco. Podemos encontrar la manera de pagar más a todos los que trabajan por un salario mínimo, ya sea en forma de una generosa propina o dando más del precio que se pide a los vendedores ambulantes que ganan una miseria con sus ventas. ¿Cómo podemos reducir de otro modo la brecha entre ricos y pobres si no hacemos contribuciones desinteresadas?
- Sé considerado con tus arrendatarios. Sé sensible a la situación de todos. Si tienen problemas, sé flexible con los pagos del alquiler. Deja que se salten un pago o una parte del mismo. Además de la satisfacción espiritual que sientes, también ganas un inquilino que se preocupa por ti y por tu propiedad y la utilizará como si fuera suya. Además, tiene sentido desde el punto de vista económico, ya que probablemente disminuirá el coste de las reparaciones.
Cada uno de estos consejos puede ayudarnos a aplicar el consejo espiritual de Bahá’u’lláh de preferir a su hermano por encima de sí mismo. Sin embargo, primero debemos evolucionar hasta el punto de ver la unidad de la familia humana, y ver a todas las personas como nuestros hermanos y hermanas.
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