Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Históricamente, hemos ignorado y marginado a los pequeños agricultores y su conocimiento de la agricultura sostenible. ¿Qué pasaría si pudiéramos encontrar una manera de corregir este error histórico y retirar la capa de invisibilidad que se encuentra sobre ellos?
Qué pasaría si, al hacerlo, ellos pudieran contribuir como una fuerza global para abordar algunos de los mayores desafíos que enfrentamos como familia humana: lograr la seguridad alimenticia, combatir el cambio climático y alcanzar la igualdad de género. ¿Qué pasaría si pudiéramos lidiar con esos tres grandes problemas a la vez?
Me gustaría sugerir que podemos hacer todo eso orientando nuestra atención a las mujeres agricultoras.
La mayor parte de lo que hizo que los pequeños agricultores quedaran olvidados durante tanto tiempo fue debido a fuerzas externas más allá de su control. Pero una cosa, una parte de la cultura de cada país del mundo ha predominado en diversos grados: la incapacidad de aceptar e implementar la igualdad de género. Los pequeños agricultores no necesitaron influencia externa para reflejar a las culturas más grandes que los rodeaban y negar sistemáticamente a las mujeres agricultoras prácticamente todo tipo de apoyo que los agricultores varones dan por sentado como parte del statu quo.
Por esta razón, estoy enmarcando el ensayo de hoy en el contexto de las mujeres agricultoras. Actualmente, tenemos una oportunidad única para reconstruir la comunidad mundial de pequeños agricultores como una fuerza global para el bien.
Pero aquí está la clave de todo el concepto: ninguna iniciativa, ninguna comunidad, ninguna civilización, ninguna empresa global alcanzará su máximo potencial a menos y hasta que las mujeres logren la igualdad plena, sin restricciones e incuestionable con los hombres. ¿Por qué alguien pensaría en un plan para mejorar la condición humana y la perjudicaría desde el principio al no incorporar la emancipación de las mujeres en su núcleo? Las enseñanzas bahá’ís han planteado esa pregunta vital a la humanidad durante casi dos siglos:
Y sépase… que hasta que la mujer y el hombre reconozcan y lleven a cabo la igualdad, no es posible el progreso social aquí o en cualquier otra parte. Porque el mundo de la humanidad consiste de dos partes o miembros: uno es la mujer; el otro es el hombre. Hasta que estos dos miembros no sean igualmente fuertes, no podrá establecerse la unidad de la humanidad y la felicidad y dicha de la raza humana no será una realidad. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 94.
Estoy hablando de mujeres como estas granjeras de Burkina Faso. Hace siete años, su aldea padecía una grave falta de alimentos e ingresos. Las mujeres se unieron y se hicieron cargo de la agricultura en la zona. Se convirtieron en las principales generadoras de ingresos para sus familias y utilizaron técnicas ecológicamente racionales para construir la fertilidad del suelo, preservar el agua y atravesar las sequías provocadas por el cambio climático. Usaron la agricultura para cambiar el destino de su comunidad.
Así que hoy estoy feliz de transmitir una buena noticia: la revolución de los pequeños productores ha comenzado. Todavía se encuentra por debajo del radar, pero ha comenzado a tomar forma en los últimos años, un proyecto a la vez, una región a la vez, un grupo comprometido de mujeres a la vez.
La revolución aún no tiene nombre. Sin logo. Sin duda cuenta con algunos héroes, como Vandana Shiva y otros que asistieron al Parlamento de Religiones conmigo el año pasado. Sin embargo, a los miles de proyectos, experimentos e ideologías que apoyan a los pequeños agricultores en todo el mundo en desarrollo aún les falta reunirse y formar un tipo de movimiento coherente. Se está acercando, se está construyendo, pero aún no está aquí.
Probablemente sea algo bueno, porque hay que realizar un trabajo importante para garantizar que esta revolución venga con un plan de acción claro. Aquí es donde entras tú en acción, personas de diferentes comunidades religiosas y áreas del mundo, personas cuya participación en actividades de desarrollo está determinada por su fe, como la mía por las enseñanzas bahá’ís.
Solo para aclarar, no estoy hablando en nombre de la Fe Bahá’í o sus instituciones. Solo soy yo tratando de servir. Cito a Bahá’u’lláh, el fundador de la Fe Bahá’í: «La tierra es un solo país y la humanidad sus ciudadanos«. – Las tablas de Bahá’u’lláh, pág. 111.
Este ensayo está adaptado de una charla de Hugh Locke al Parlamento de las Religiones del Mundo que tuvo lugar en Toronto en noviembre de 2018.
Foto de portada de Andrew Esiebo, The Gaia Foundatio
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