Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Cualquier visión realista de nuestra actual situación mundial debe reconocer que estamos experimentando un rápido deterioro político, social y medioambiental.
Por desgracia, los paralelismos con los nubarrones que se formaron antes de la Segunda Guerra Mundial no carecen de mérito, pero debemos añadir los riesgos digitales, el cambio climático y otras ecocatástrofes.
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El mundo se está volviendo a armarse; la xenofobia, el extremismo y los gobiernos autocráticos van en aumento, y un número creciente de países, algunos de ellos grandes y poderosos en varios sentidos, parecen estar dejando de lado normas largamente mantenidas que conducían al menos a una sensación de estabilidad, si bien no necesariamente de prosperidad. Todas estas tendencias fueron anticipadas en los escritos bahá’ís hace mucho tiempo, como en esta advertencia de Bahá’u’lláh a los líderes del mundo:
Hollad la senda de la justicia, porque éste es, ciertamente, el camino recto. Componed vuestras diferencias y reducid vuestros armamentos, para que sea aliviado el peso de vuestros gastos y se tranquilicen vuestras mentes y corazones. Reparad las disensiones que os dividen, y ya no necesitaréis armamentos, excepto los que requiera la protección de vuestras ciudades y territorios. Temed a Dios y guardaos de transgredir los límites de la moderación y ser contados entre los derrochadores. Hemos sabido que aumentáis vuestro desembolso cada año, y cargáis el peso de ello sobre vuestros súbditos. Esto, en verdad, es más de lo que pueden soportar y es una grave injusticia. Decidid justamente entre los hombres y sed los emblemas de la justicia entre ellos. Esto, si juzgáis imparcialmente, es lo que os incumbe y corresponde a vuestra posición.
En la actualidad, las advertencias científicas también nos indican que la catástrofe ecológica ya está en marcha. Aunque pueda parecer el peor momento posible para proponer una gran reforma del sistema multilateral, también es el más necesario, dado que el sistema que tenemos necesita claramente una reparación.
Los gobiernos reunidos en Nueva York durante una semana de cumbres en septiembre de 2023 –incluidas la Cumbre sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Cumbre sobre la Ambición Climática y la Reunión Preparatoria de la Cumbre del Futuro (SOTF) de 2024– emitieron ambiciosas declaraciones políticas en las que prometían un mundo mejor para 2030, al tiempo que apenas hacían referencia a los fracasos en la aplicación de lo ya acordado entre los Estados en las Naciones Unidas. Existe un amplio reconocimiento de que necesitamos una transformación fundamental en todas las dimensiones de nuestra sociedad actual: económica, social y medioambiental, pero las fuerzas de la desintegración y la inercia de supuestos obsoletos siguen imponiéndose a los esfuerzos de integración hacia un orden global basado en la justicia para todos.
Imaginando unas Naciones Unidas renovadas
En un encuentro paralelo de alto nivel organizado por el Foro de Gobernanza Mundial y la Oficina de la Comunidad Internacional Bahá’í ante las Naciones Unidas en Nueva York se debatieron propuestas para Una Segunda Carta: Imaginando unas Naciones Unidas Renovadas.
Independientemente de las fuerzas negativas que se manifiestan en la actualidad, o quizá incluso debido a ellas, la necesidad de nuevas propuestas para un orden internacional que funcione es esencial. A medida que las nuevas generaciones insatisfechas buscan alternativas, tenemos el deber de no conformarnos con el statu quo. Las oportunidades de transformación llegarán, esto es inevitable. La cuestión es si estaremos preparados para afrontar el momento.
En lugar de calificar tales esfuerzos de «Alicia en el País de las Maravillas», nosotros diríamos que, precisamente porque nos enfrentamos a catástrofes mundiales en múltiples frentes, tenemos el deber de empezar a pensar en los elementos clave de un orden mundial renovado.
En cuanto a la Paz y la Seguridad, los expertos que analizaron el propósito más fundamental de la ONU señalaron que ésta se encuentra al borde del precipicio, con la guerra adoptando nuevas y peligrosas formas, el fracaso del control de armamentos, el aumento de la violencia, los asaltos a la biosfera y una guerra nuclear tan probable que debiéramos planificar qué hacer el día después. Se mencionó el Reloj del Juicio Final del Boletín de los Científicos Atómicos, que marcó 90 segundos antes de la medianoche de enero de 2023, «lo más cerca que la humanidad ha estado del Armagedón». Hubo referencias a la guerra contra la naturaleza, y a la necesidad de que el medio ambiente se convierta en el cuarto pilar de la Carta de la ONU, con una institución ancla para el medio ambiente mundial, que reconozca que la seguridad incluye vidas sanas y productivas en armonía con la naturaleza. Si bien el problema reside en las grandes potencias recalcitrantes que emiten el 80% de los gases de efecto invernadero, las soluciones pueden encontrarse entre los pequeños Estados con liderazgo de pensamiento, y la motivación, para provocar el cambio.
Bajo el lema «Futuros sostenibles», el acto constató los retrocesos en la reducción de la pobreza provocados por el Covid-19 y la guerra de Ucrania, así como el aumento de las disparidades de ingresos, que socavan las bases de la democracia y siembran la inestabilidad política en muchas partes del mundo. El acto se centró en la urgente necesidad de abordar los límites planetarios y en la gestión del cambio climático, reconociendo que la ONU está demasiado desconectada de las bases. La ciencia y la tecnología deben utilizarse para la seguridad y el bienestar humanos, no sólo para obtener beneficios. Dado que todos estos problemas están interrelacionados, la ONU debería pensar en términos de dimensiones y no de pilares.
Los fracasos continuos han desilusionado a los jóvenes respecto a su futuro. Es necesario ofrecerles esperanza e instituciones dignas de su confianza. Todo ello exige actuar con rapidez en cuestiones urgentes que afectan al bienestar mundial, al tiempo que se realizan esfuerzos para reformar la Carta a más largo plazo.
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En lo que respecta a la reforma de la Carta de la ONU, nuestra capacidad para diagnosticar las distintas crisis es encomiable, pero nuestra capacidad para emprender reformas que aporten soluciones duraderas a los problemas actuales es mucho menor, y nuestras propuestas de acción parecen a veces tímidas y no están respaldadas por la voluntad política necesaria. La Carta de la ONU no representa la igualdad soberana, sino el dominio de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, con una voz débil para el Sur, disposiciones nunca aplicadas y el veto utilizado sin justificación. Esto socava la credibilidad moral y la eficacia operativa de la organización, a la vez que la margina cada vez más a medida que el poder y la toma de decisiones se trasladan a otros centros. Sin embargo, en un mundo fragmentado, es difícil ver dónde sería posible un acuerdo para el cambio y, salvo que se produzca una calamidad mundial que nadie desearía ver, puede ser necesario un enfoque gradual e iterativo. La Cumbre del Futuro y el uso del artículo 109 para la revisión de la Carta podrían abrir las puertas a una reforma como la propuesta en la iniciativa de la Segunda Carta.
El futuro será diferente
Mientras los gobiernos y los expertos trabajan en los retos del presente, todos debemos hacernos cargo del legado que dejaremos al futuro.
Las generaciones venideras heredarán lo que dejemos atrás. Hoy los jóvenes viven una profunda dicotomía: intrínsecamente esperanzados, en busca de justicia, galvanizados para pasar a la acción, pero también a menudo desilusionados, deprimidos, víctimas de la ansiedad climática, justificada por lo que ven a su alrededor y experimentan ellos mismos.
El liderazgo político en el mundo sigue estando dominado por los hombres, ya que el 89% de los jefes de gobierno o de Estado de los 193 miembros de la ONU son hombres, lo que permite que languidezcan formas alternativas de liderazgo, tradicionalmente asociadas a las mujeres. Perpetuamos ciclos de violencia en detrimento de toda la humanidad. Cuando cese la discriminación y las mujeres tengan plenas oportunidades a todos los niveles, estos ciclos cambiarán, dando paso a una era de mayores oportunidades para todos. Mientras tanto, los gobiernos no consiguen satisfacer las necesidades de la gente y aumenta la desigualdad. La riqueza concentrada y los intereses creados generan una corrupción masiva. Los fracasos de la democracia empujan a muchos jóvenes a aceptar las vanas promesas de autócratas, populistas y demagogos.
Más fundamentalmente, el mundo se enfrenta a un vacío de valores. El paradigma materialista dominante, independientemente de las ideologías, niega nuestro verdadero potencial humano, describiéndonos como consumidores egoístas que el sistema económico explota y desecha. Nada se dice de lo que puede surgir a medida que refinamos nuestro carácter y adquirimos virtudes superiores, ni de nuestro papel social en la construcción de comunidades cohesionadas y el avance de la civilización en todas sus dimensiones y diversidad.
Para cambiar de rumbo, tenemos que ofrecer algo positivo a las comunidades, especialmente a las generaciones más jóvenes, algo en lo que puedan creer y canalizar sus energías para conseguirlo. Las palabras no bastan; es necesario actuar, aunque sea con pequeños pasos al principio. Tenemos que darles razones para tener esperanza, como la propuesta de una segunda Carta de las Naciones Unidas. La Cumbre del Futuro y su prometido Pacto para el Futuro deberían proporcionarnos cierto impulso a medida que avanzamos. Ahora es el momento de las ideas creativas, de las propuestas prácticas para superar los obstáculos, de la visión de un mundo mejor que puede surgir si unimos nuestras fuerzas y avanzamos. Necesitamos definir acciones que empiecen ahora.
El reto, por tanto, es construir una unión de fuerzas constructivas para crear un impulso de avance. Esto puede inspirarnos a todos a resistir a las fuerzas negativas que nos rodean y a los intereses comerciales interesados que intentan atraparnos. Los jóvenes, en particular, podrán entonces prepararse para carreras constructivas, comprometerse en la acción social dondequiera que vivan y participar en discursos positivos sobre el futuro mejor que podemos construir juntos.
Pocos días después de la semana de la Asamblea General de la ONU, Andrew Strauss, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Dayton, habló en una entrevista por podcast sobre una «sensibilidad espiritual emergente» en el mundo entero, que está surgiendo fuera de los límites de las estructuras institucionales de las religiones organizadas tradicionales.
En su opinión, podría aprovecharse con éxito alguna iniciativa práctica de reforma institucional –una campaña a favor de un parlamento mundial, una revisión de la Carta de la ONU «que represente una conciencia planetaria holística sensible a la urgencia práctica de la unidad humana»– y que «el poder liberado podría ser potencialmente explosivo». «Quizás, no es demasiado esperar entonces, que las réplicas transformadoras de esa explosión puedan llegar a proporcionar un antídoto contra la propagación mundial del etno-nacionalismo-autoritarismo», concluyó.
Ojalá los esfuerzos explorados durante la reciente semana de Cumbres de la ONU se conviertan en un importante paso adelante en la búsqueda de formas creativas de salvar nuestra brecha de gobernanza y establecer una base más sólida para la paz y el desarrollo sostenibles.
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