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Amor y servicio: una combinación celestial

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Bienvenidos a una serie de tres partes sobre parejas que encontraron el amor mientras brindaban servicio a su comunidad. Asegúrense de leer la segunda y tercera parte.

¿Qué es una familia? ¿Es un vínculo con el que nacemos? ¿una conexión con otros que necesitamos crear? ¿un vínculo que nunca deja de crecer? El servicio comunitario tiene la capacidad de hacer crecer aquel concepto de lo que llamamos familia.

Eso es lo que el servicio hizo para dos residentes de Washington, D.C.: Elaina Barroso y Aaron Ginoza. Después de algunos meses de servir juntos a su comunidad, se enamoraron y crearon una familia espiritual, incluso antes de tener hijos propios.

«Cada tradición religiosa posee muchos hermosos y elevados objetivos para los seres humanos y las actividades básicas [de los bahá’ís] son el mejor ejemplo de cómo llevar esos elevados objetivos a la realidad», explica Elaina, quien es bahá’í. «Son cuatro las actividades básicas [clases para niños, reuniones de oración, un programa de tutoría para preadolescentes y círculos de estudio centrados en el desarrollo personal y comunitario, abiertos a todo quien quiera participar] cuyo objetivo es dar a la gente un punto de partida sobre cómo realmente lograr mejorar sus comunidades».

Las actividades básicas crean «espacios para que personas de todas las edades exploren su propio crecimiento espiritual», dice Elaina. También, «generan una energía positiva en la comunidad que se centra en la construcción del carácter espiritual de su vecindario, de sus familias y de sí mismos».

La Casa Universal de Justicia, el órgano rector internacional de la Fe Bahá’í, describió el propósito de estas actividades:

Respondiendo al más profundo anhelo de cada corazón de estar en comunión con su Creador, [los bahá’ís] llevan a cabo actos de adoración colectiva en diversos entornos, uniéndose con otros en oración, despertando susceptibilidades espirituales y dando forma a un patrón de vida distinguido por su carácter devocional. – Casa Universal de Justicia, carta de 2008 a los bahá’ís del mundo. [Traducción provisional]

Elaina Barroso and Aaron Ginoza hosting a Baha’i children’s class in their home.
Elaina y Aaron organizando en su casa una clase de niños bahá’í.

Aaron, que no es bahá’í, compartió por qué decidió participar en estos proyectos de servicio de inspiración bahá’í. «Me gusta mucho el enfoque práctico, el marco de acción en el que cualquiera puede empezar a involucrarse», dice Aaron. Siento que muchas veces buscamos soluciones a los problemas de la sociedad fuera de nosotros mismos y las [enseñanzas] bahá’ís realmente crean un marco donde, incluso a nivel individual, puedes comenzar a tener un impacto en tu comunidad. Así que lo veo como un modelo muy poderoso que optimiza las contribuciones significativas en un micro-nivel «.

Fue la dedicación al servicio de Aaron y Elaina lo que los unió antes de casarse en 2013.

«Había una familia en un barrio de D.C., y Aaron había estado ayudando con una clase de niños ahí», dice Elaina. Habían decidido también iniciar un grupo para preadolescentes. «Creo que en esa época, como alrededor de 2010, comencé a visitar a una señora en ese barrio. Se llamaba Diane, tenía 60 años y estaba criando a su nieto», dice Elaina. Ella le preguntó a Aaron si podría ayudar con el nieto de Diane mientras hacía el círculo de estudio con la abuela.

«Con el tiempo, pasaron algunas cosas, una de ellas es que Aaron se mudó al barrio», dice Elaina. «Yo iba a buscarlo a la estación de tren después de su trabajo y luego íbamos juntos a la casa para hacer nuestras visitas semanales con Diane y [su nieto]». Poco a poco Aaron y Elaina lograron que el nieto de Diane se involucrara en una clase de niños de la comunidad.

«Durante unos meses de seguir esta dinámica de forma regular, empezamos a hablar sobre un montón de cosas mientras íbamos en el carro», dice Elaina.

Después de ayudar a Aaron a mudarse, Elaina recuerda haber visto un libro de inspiración bahá’í sobre cómo potenciar espiritualmente a los niños de edad escolar.  «Vi todos los apuntes que tenía allí, todas las anotaciones, y me dije: ¡Oh, Dios mío, este tipo es realmente genial!”, dice. «Esas eran las cosas que me atraían».

De hecho, los dos llegaron a conocerse más trabajando con los preadolescentes del barrio de Aaron. «Los chicos de allí, los amamos», dice. Pero, como cualquier niño de esa edad, a veces su comportamiento puede ser desafiante, así que la pareja aprendió a manejarlos juntos.

Cualquiera puede ser feliz en un estado de comodidad, tranquilidad, salud, éxito, placer y alegría; pero si uno es feliz y está satisfecho en tiempo de tribulación, dificultad y enfermedad patente, es una prueba de nobleza. – ‘Abdu’l-Bahá, RJI; págs. 152-153.

Puede ser difícil para las parejas en el futuro cuando «se sienten muy cómodas, y no han pasado necesariamente por pruebas juntos», dice Aaron. «Ya que, cuando las parejas se encuentren en tiempos difíciles, no tendrán idea de cómo irá a reaccionar la otra persona o cuál sería su enfoque. Las actividades realmente nos dieron la oportunidad de comprender la resiliencia del otro [y] de apoyarnos [el uno al otro] mientras estábamos comprometidos en algo bastante difícil».

Elaina dice que servir juntos los acercó como pareja porque formaron una sociedad e hicieron de su relación «algo muchas más significativo desde el principio».

«Hay menos presión al inicio de la relación [cuando sirven juntos] porque no están tan centrados en ustedes mismos, sino que tienen este otro objetivo por el que trabajan juntos», dice Elaina. «Se desarrolla un sentido de cómo trabajar juntos y [aprender] cuáles son las fortalezas y debilidades del otro, poder reconocer si y cómo se complementan el uno al otro».

También, el ver el impacto que sus proyectos de servicio tenían en los niños a los que enseñaban y guiaban los unió.

«El sentido de los niños acerca de quiénes eran y cómo estaban conectados con el lugar donde vivían cambió un poco – se amplió a medida que tuvieron más oportunidades de conocer a niños de otras partes de su vecindario», dice Aaron. «Fueron capaces de ver que eran parte de una gran comunidad. Por lo tanto, creo que eso es otro aspecto práctico – lograr que desarrollen una mentalidad un poco más amplia y un poco más global».

La unidad de la humanidad yace en el centro de las enseñanzas bahá’ís, quienes creen que debemos tener una identidad y una visión global que abarque el mundo, una que debe mostrarse a través del amor infinito a todos los que se cruzan en nuestros caminos. Los escritos bahá’ís dicen:

Cuando améis a algún miembro de vuestra familia o a un compatriota, ¡que este amor sea como un rayo del Amor Infinito! ¡Que sea en Dios y por Dios! Dondequiera que encontréis los atributos de Dios, amad a esa persona, ya sea de vuestra familia o de otra. Derramad la luz del amor sin límites sobre todas las personas que os encontréis, ya sean de vuestra patria, de vuestra raza, de vuestro partido político o de cualquier otra nación, color o tendencia política. – Abdu’l-Bahá, La sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 45.

Aaron y Elaina no sólo manifestaron este amor entre ellos, sino que realmente derramaron este «amor ilimitado» hacia todas las familias a las que sirvieron. Tanto es así, que los lazos de amor que crearon con los niños y jóvenes perduran hasta el día de hoy.

Elaina Barroso and Aaron Ginoza with their children.
Elaina y Aaron con sus hijos.

Ha pasado una década desde esa primera clase y Aaron y Elaina llevan ya seis años de casados. «Incluso antes de que tuviéramos nuestros propios hijos, teníamos una pequeña familia», dice Elaina. Y siguen en contacto con los niños del vecindario, que ahora son adultos de 20 años.

«Una de las familias, cuidó a nuestro primer hijo durante los dos primeros años y realmente los veo como una familia, no tenemos a nuestra propia familia biológica cerca de nosotros, así que, [aunque] no estamos haciendo actividades con ellos ahora, seguimos viéndonos», dice Elaina. «Nos damos regalos de Navidad, nos invitan a sus graduaciones, y cada vez que alguien cumple años, estamos allí y viceversa.

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