Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Anoche conversamos sobre la Fe Bahá’í con algunos amigos en casa y uno de los temas que surgió estuvo relacionado con la aplicación de las leyes que Dios ha enviado a la humanidad. Bahá’u’lláh dijo que Él no nos ha dejado un mero código de leyes, sino que ha destapado una bebida selecta para la humanidad. Las leyes de Dios son llaves para liberar a la humanidad.
“¡Oh vosotros pueblos del mundo! Sabed con certeza que Mis mandamientos son la lámpara de Mi amorosa providencia entre Mis siervos y las llaves de Mi misericordia para Mis criaturas”- Bahá’u’lláh, El libro más sagrado, pág. 24.
Esta forma de entender las leyes como algo profundo, hermoso y diferente, y no como una lista de lo permitido y lo prohibido, es bastante intrigante. Las leyes divinas en esta edad moderna buscan dar luz a las complicadas facetas de un mundo diverso, tecnológico, intergeneracional e igualitario. Por ejemplo, sabemos que no debemos ser causa de tristeza para otras personas, pero en el camino de educar a nuestros hijos, muchas veces nuestras decisiones van en contra sus deseos y les causamos tristeza. Aunque estemos conscientes de que esta disciplina les traerá beneficios en el futuro, como padres nos cuestionamos sobre cuánto gusto debemos darle a nuestros hijos. Y hay miles de temas como éste. La conversación constante, no solo entre padres compartiendo experiencias, sino también en conjunto con otros padres estudiando los escritos sagrados y compartiendo reflexiones sobre ellos, nos ayuda en esta constante búsqueda de comprensión.
«La consulta confiere mayor conciencia y transmuta la conjetura en certeza. Es una luz brillante que, en un mundo lóbrego, abre el camino y guía. Para toda cosa hay y seguirá habiendo una estación de perfección y sazón. La madurez del don de la comprensión se manifiesta a través de la consulta». Bahá’u’lláh, De una carta traducida del persa.
Debemos practicar la consulta constante, es decir aquella conversación amistosa y humilde en la cual brindamos nuestro punto de vista de forma desprendida al mismo tiempo que escuchamos atentamente a los demás. A través de la conversación, podemos encontrar las mejores maneras de aplicar las leyes de Dios en nuestras vidas personales, nuestro trabajo y nuestra vida comunitaria. Nuestra comprensión de las cosas aumenta a través de la consulta.
Ya que la mayoría de las cosas en la vida no son simples y las decisiones a tomar son muchas, parece necesario desarrollar la habilidad de pensar profundamente sobre la guía dada en los Escritos Sagrados y tomar decisiones en base a ellas. Esta actividad, de ver los matices de las leyes, solía ser asunto de los filósofos o teólogos, cada uno haciendo sus teorías de cómo se debía vivir la vida. En esta edad moderna, la Fe Bahá’í nos enseña que esta responsabilidad pasa a ser de cada individuo. Pero claramente no es una tarea sencilla. Es por eso que se nos anima a consultar con otros en todos los asuntos
«Concluid todas las cosas, grandes o pequeñas, mediante la consulta. No adoptéis ningún paso importante en vuestros asuntos personales sin que medie antes la consulta. Preocupaos los unos de los otros. Ayudaos en vuestros proyectos y planes». – Abdul Bahá, «La Consulta», publicada en Recopilaciones, vol. 1, pág. 399.
En estos días estamos estudiando el Libro 1 del Instituto Ruhi “Reflexiones sobre la vida del espíritu” con unos amigos. En este encuentro reflexionamos sobre temas espirituales en base a citas bahá’ís y desarrollamos nuestra capacidad para servir a nuestra comunidad. Esta semana tocamos el tema del chisme y la murmuración. La conversación se puso interesante cuando las preguntas de reflexión nos llevaron más allá de “no es bueno hablar mal de otros” hasta situaciones más complicadas, como si era correcto escuchar cuando nuestros hijos nos cuentan las malas acciones de sus compañeros de grado. Esta es información nos será útil como padres para guiar el desarrollo de nuestros hijos, pero al mismo tiempo, ¿no estamos acostumbrando a nuestros hijos a murmurar?
La conversación se profundizó y comenzamos a hablar sobre la pureza de intención, la necesidad de pedir ayuda a adultos cuando nuestros amigos están en dificultades, sobre las vías abiertas de comunicación con nuestros hijos y sobre la necesidad de depurar nuestra vida familiar de comentarios maliciosos. No llegamos a un consenso específico de cómo exactamente manejar esa situación en todas sus variantes, pero sí quedamos con nuevas ideas para pensar en casa y prestar atención al tipo de conversaciones que tenemos con nuestros hijos. Esta oportunidad de ampliar nuestra visión a través de la consulta, revisar nuestras ideas a la luz de los Escritos Sagrados y aprender a través de la reflexión es maravillosa y muy empoderadora.
La comprensión de que las leyes divinas son una lámpara que nos pueden mostrar el camino es maravillosa, pero debemos caminar por ese camino para explorar cómo se aplican esas leyes. Y por ese camino vamos juntos, consultando continuamente sobre cómo esa luz ilumina nuestras vidas.
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