Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
A veces puedes sentir como si tu corazón y tu mente se desvincularan, tu corazón quiere hacer una cosa, pero tu lógica decide hacer otra.
Algunos de nosotros elegimos escuchar mayormente a nuestros corazones, mientras que otros tienden a ser más calculadores y racionales sobre las decisiones que toman. Pero el hecho de que tengamos la capacidad de usar tanto la lógica como los sentimientos siempre me ha llevado a pensar que debemos usar ambos. En lugar de pensar que el corazón y la mente siempre están en contradicción, ¿qué más fácil sería nuestra vida si creáramos una relación entre nuestros pensamientos y sentimientos caracterizada por la coherencia y el equilibrio? Se eliminaría aquella falsa dicotomía que muchos de nosotros pensamos que debemos resolver. En lugar de elegir entre confiar en nuestros sentimientos o ser lógicos, podríamos elegir ambos.
Cuando reflexiono sobre la batalla que surge entre mis sentimientos y mis creencias, me doy cuenta de que lo que realmente necesito en ese proceso es purificar y aterrizar mi corazón y mi mente. Si elijo un objetivo común, se hace más sencillo armonizarlos.
Los escritos bahá’ís describen la transformación que nuestras mentes deben experimentar para mejorar nuestras vidas y el mundo en general:
Naturalmente, los nuevos pensamientos e inclinaciones espirituales deben también hacerse manifiestos. Si la espiritualidad no se renovase, ¿qué frutos produciría la mera reforma física? Por ejemplo, el cuerpo del hombre puede mejorar, la calidad del hueso y los tendones puede progresar, la mano puede desarrollarse, otras partes y miembros pueden aumentar su excelencia, pero si la mente no se desarrolla, ¿de qué sirve el resto? El factor importante del mejoramiento humano es la mente. En el mundo de la mente necesariamente debe haber desarrollo y mejoramiento. Debe haber reforma en el reino del espíritu humano; de lo contrario, no se logrará ningún resultado del mejoramiento de la mera estructura física. – Abdu’l-Bahá, La promulgación a la paz universal, pág. 286.
Los escritos bahá’ís nos alientan a limpiar nuestros corazones de pensamientos terrenales y materialistas:
Limpiad vuestros corazones del amor por las cosas mundanas; vuestras lenguas, de todo recuerdo salvo Su recuerdo; vuestro ser, de todo lo que os impida ver Su Faz, u os tiente a seguir los impulsos de vuestras inclinaciones malas y corruptas. Que Dios sea vuestro temor, oh pueblo, y sed de los que huellan la senda de la rectitud. – Bahá’u’lláh, Pasajes de los escritos de Bahá’u’lláh, pág. 310-311.
Esto puede parecer muy difícil, ya que normalmente describimos los sentimientos como algo que no podemos controlar ni resolver. Pero a pesar de que los sentimientos pueden llegar a ser bastante abrumadores, pueden cambiar si los verbalizamos, buscamos apoyo, y nos oponemos a ellos cuando sea necesario. Cuando tengo sentimientos de inseguridad arraigados en «cosas mundanas» – como valorar las apariencias o el estatus por encima de mi naturaleza espiritual o cuando siento que brotan en mí inclinaciones corruptas como la envidia o el egoísmo – a menudo encuentro que el simple hecho de admitir esos sentimientos puede hacer maravillas.
Cuando eso no es suficiente, trato de abordar el sentimiento negativo diciéndome que todo estará bien, y animándome a superarlo. Cuando eso no es suficiente, comparto aquel sentimiento en espacios terapéuticos. Ya sea que se trate del enfoque de mi próxima clase de meditación o del tema de discusión de mi próxima sesión de terapia. Cuando los sentimientos se vuelven tan gigantescos que parecen apoderarse de mí, trato de asegurarme de enfrentarlos.
En lugar de quedarme congelada sintiendo culpabilidad por mis sentimientos o mis defectos, me parece mucho más productivo tener una conversación honesta conmigo misma y luego seguir adelante. Los escritos bahá’ís advierten que cuando la culpabilidad se manifiesta y dejamos que se arraigue, podemos quedarnos paralizados:
También se debe evitar la parálisis engendrada por la culpa; de hecho, la preocupación por un determinado defecto moral puede, a veces, hacer más difícil su superación. – La Casa Universal de Justicia, 19 de abril de 2013. [Traducción provisional]
Este proceso de abordar los sentimientos egoístas o materialistas mantiene mi mente ocupada. A medida que mi mente apoya el proceso de mi corazón, los dos se van volviendo cada vez más interconectados y armonizados de forma natural. Ambos necesitan cooperar cuando trabajo en mis sentimientos. A medida que me hago más consciente de mis sensibilidades internas y cualidades, mi intelecto se equipa mejor para impulsarme hacia un crecimiento holístico y espiritual. Aunque las crisis internas nunca son divertidas, me he dado cuenta de que puede surgir un inmenso crecimiento de este tipo de batallas.
Solemos pensar en las dificultades como obstáculos externos que se ponen en nuestro camino, pero a menudo estos surgen de nuestro interior. Sin embargo, no importa lo difícil que sean, las enseñanzas bahá’ís dicen que a través de estas pruebas todos tenemos la oportunidad de resurgir más fuertes y más desarrollados espiritualmente:
Hasta que el hombre no es probado, el oro puro no puede ser claramente separado de la escoria. El tormento es el fuego de la prueba en el cual el oro puro brilla resplandeciente y la impureza se quema y ennegrece. En la actualidad, gracias a Dios, eres firme y constante en las pruebas y aflicciones y ellas no te hacen tambalear. – Abdu’l-Bahá, Selecciones de los escritos de Abdu’l-Bahá, pág. 165.
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