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Ata tu camello, pero confía en Dios

Peter Gyulay | Ago 6, 2020

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Peter Gyulay | Ago 6, 2020

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 «Ata tu camello, pero confía en Dios». El dicho no es exactamente así; el Hadith islámico original – una colección de frases del profeta Muhammad – dice lo contrario: «Confía en Dios, pero ata tu camello». Antes de Muhammad, Hipócrates dijo algo similar: «La oración es buena, pero mientras se invoca a los dioses, el hombre debe echarse una mano». Y la misma idea también se repite en el proverbio: «Invoca a Dios, pero rema lejos de las rocas».

Hipócrates

¿Acaso no es lo mismo que el título de este artículo? Bueno, quizás, pero no exactamente.

Lo que «confía en Dios, pero ata tu camello» significa es que aunque la voluntad de Dios es suprema, todavía tenemos libre albedrío y la responsabilidad de decidir nuestros propios destinos. A mi entender, este consejo fue dirigido a un pueblo que ya confiaba en Dios completamente. Se dieron cuenta de que Él es el más poderoso, el Creador y el controlador de todas las cosas. En comparación con Dios, el individuo es impotente.

Por eso muchos musulmanes usan la frase «Inshallah», si Dios quiere. «Entonces, ¿nos vemos a las 3 p.m.?» pregunta un amigo. «Inshallah», responde el musulmán. Es una expresión del hecho de que aunque hagamos planes, nuestro destino siempre está en manos de Dios.

La forma en que la voluntad de Dios y nuestra voluntad coexisten es una de las paradojas más desconcertantes de la vida. Pero si aceptamos las enseñanzas de las Manifestaciones de Dios -mensajeros divinos como Cristo, Muhammad y Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í- de que tenemos que elegir el bien en lugar del mal, aceptamos este enigma irresoluble y simultáneamente ponemos nuestra confianza en Dios y «atamos nuestros camellos»… o, en estos días, «ponemos seguro nuestros autos». En otras palabras, ponemos nuestras vidas completamente en manos de Dios pero, al mismo tiempo, nos ocupamos de los aspectos prácticos de la vida: cuidar nuestra salud, proteger nuestras posesiones, planificar el futuro. Confiar en Dios no significa ignorar las obligaciones diarias que conforman nuestras vidas.

¿Y qué hay de lo contrario? «Ata tu camello, pero confía en Dios». Mientras que el dicho de Muhammad estaba dirigido a una comunidad que confiaba en Dios con énfasis en «atar su camello», muchos de nosotros no venimos de comunidades que confíen en Dios. Muchos de nosotros hemos sido criados en una sociedad que pone toda la responsabilidad en el individuo, lo que a menudo conduce a un inmenso miedo y ansiedad: » ¿Se lastimarán mis seres queridos en algún accidente? ¿Perderé mi vuelo? ¿Perderé mucho dinero comprando o vendiendo una casa?».

Hace unos 10 años, mi esposa y yo nos mudamos de China a Australia. Lo que hizo que esta mudanza fuera tan difícil fue que mi esposa tenía cuatro meses de embarazo, y yo no tenía un trabajo. A pesar de enviar currículums por todo Sydney, solo podía conseguir un día de trabajo aquí y allá. Como no tenía un trabajo regular, no podía mostrar una hoja de pago a la inmobiliaria, así que no podíamos alquilar un apartamento. Estaba muy estresado. Y para ser sincero, en ese momento, no creo que fuera capaz de confiar en Dios. Pero pronto, conseguí un trabajo estable, encontramos un lugar para vivir, y mi esposa dio a luz a un niño sano. Así que, mirando hacia atrás, no había razón para preocuparse – todo lo que tenía que hacer era hacer mi pequeña parte y confiar en Dios.

Todo en la vida puede ser una gran fuente de preocupación, por lo que confiar en Dios cobra importancia a medida que equilibramos la practicidad con la tranquilidad. Después de hacer nuestra pequeña parte de empacar los pasaportes, ahorrar suficiente dinero en el banco, comer bien y hacer ejercicio, debemos renunciar a nuestra necesidad de tratar de controlar nuestro destino final.

Podemos entregarnos completamente a Dios, confiando plenamente en él. Podemos recordar las palabras de Abdu’l-Bahá, el hijo del fundador y profeta de la fe bahá’í:

No desesperéis, sino más bien sonreíd por la misericordia de vuestro Señor; y no os angustiéis cuando os encontréis con las dificultades y depresiones mundanas, porque ellas pasarán, y vuestra será la inmortalidad durante edades y centurias, épocas y ciclos.

No se trata de entregarnos a Dios, porque ya somos suyos. Se trata de darse cuenta plenamente de este hecho y soltar nuestro control imaginario sobre la vida.

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