Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
¿Podemos cultivar nuevos patrones de pensamiento y acción durante la pandemia de coronavirus, y trabajar contra el cambio climático?
El coronavirus ha ofrecido oportunidades para que reflexionemos sobre nuestros valores y hábitos, y decidamos qué cambios queremos hacer en nuestras vidas. Quedarme en casa me ha hecho pensar en la belleza del mundo en el que vivimos y en cómo nuestras acciones están empañando lo que muchos de nosotros damos por sentado.
Los humanos están afectando negativamente el equilibrio del mundo y degradando nuestra relación simbiótica con los organismos con los que cohabitamos. Pero la pandemia ha demostrado que algunos de estos daños son reversibles: por ejemplo, en las noticias se informó ampliamente que en el estado indio de Punjab, la cordillera del Himalaya es visible por primera vez en décadas debido a la disminución de la contaminación atmosférica por el confinamiento del país.
A medida que voy adquiriendo más conocimientos sobre la ciencia que subyace al cambio climático antropogénico (causado por el ser humano), recuerdo uno de mis pasajes favoritos de las enseñanzas bahá’ís sobre la relación de la humanidad con la naturaleza y la interconexión de la Tierra. Abdu’l-Bahá, el hijo de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la fe bahá’í escribió:
“Aseméjese el mundo de la existencia con el templo del hombre. Todos los órganos del cuerpo humano se asisten mutuamente y por ello la vida continúa… Del mismo modo, entre las partes de la existencia hay una conexión maravillosa y un intercambio de fuerzas que es la causa de la vida del mundo y la continuación de estos innumerables fenómenos “.
Como bahá’í, creo que es mi responsabilidad ser un defensor de la Tierra no sólo por mi seguridad, sino también por la de mis hijos y nietos, sin mencionar los millones de personas en todo el mundo que ya se ven afectadas por el cambio climático, especialmente los que viven en la pobreza. Bahá’u’lláh también nos aconsejó: «Preocupaos fervientemente de las necesidades de la edad en que vivís y centrad vuestras deliberaciones en sus exigencias y requerimientos«.
Nuestra interdependencia como ciudadanos de un mundo interconectado, especialmente como se ha visto durante la pandemia de coronavirus, también se manifestó en el preámbulo de la Carta de la Tierra, una declaración internacional de principios lanzada en el año 2000 para construir un mundo justo, sostenible y pacífico. En ella se afirma «Todos comparten la responsabilidad del bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo en general».
Antes de poder actuar, todos debemos entender para qué estamos trabajando y el impacto de nuestras acciones. La educación debe ser un precursor de la acción. Pero las palabras por sí solas no son suficientes.
En los últimos dos meses, he trabajado con We, «World and Elders Climate Action» en una conversación intergeneracional sobre el clima para planificar cómo podemos educar a todos, independientemente de la edad, la fe o los antecedentes, sobre la importancia de la lucha contra el cambio climático. Al informar a las personas sobre los efectos que las actividades humanas tienen en la Tierra, que se calienta rápidamente, y al cultivar patrones de acción, podemos disminuir nuestro impacto futuro – y tal vez incluso revertir las acciones de las generaciones pasadas, así como las nuestras.
Como primer paso, nuestro grupo participó en un panel de discusión en línea con el Instituto Wilmette. Discutimos algunas de las formas en que los jóvenes y los adultos pueden colaborar en el movimiento por la justicia ambiental. Eventos como este nos ayudan a «integrar en la educación formal y en el aprendizaje de vida permanente el conocimiento, los valores y las habilidades necesarias para una forma de vida sostenible», como se declara en el principio 14 de la Carta de la Tierra. Espero con interés continuar nuestros esfuerzos juntos por un futuro más sostenible, en particular durante estos tiempos difíciles.
Como dijo Abdu’l-Bahá en un discurso en Colorado en 1912, «La necesidad suprema de la humanidad es la cooperación y la reciprocidad. Cuanto más fuertes sean los lazos de compañerismo y solidaridad entre los hombres, mayor será el poder de construcción y consumación en todos los planos de la actividad humana«. Ahora que hemos visto los efectos que el cambio de perspectiva y comportamiento puede tener en nuestro clima, ¿por qué debemos esperar hasta la próxima calamidad para practicarlo a gran escala? Hagamos de la cooperación y la unión la nueva pauta, reconociendo que todos tenemos un papel que desempeñar para asegurar el bienestar
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