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Espiritualidad

Comenzando nuestra conversación sobre la muerte: ¡escribe tu testamento!

Jennifer Boles | Mar 12, 2022

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Jennifer Boles | Mar 12, 2022

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En los últimos años me he sentido bendecida por pasar tiempo con personas extraordinarias: las maravillosas almas que la gerontología define ahora como «en el último tercio de la vida». Ya saben, personas ancianas.

Esa magnífica experiencia me ha hecho preguntarme: ¿por qué algunas personas piensan automáticamente en la palabra «viejo» como algo malo? En muchas culturas del mundo, la edad significa sabiduría, experiencia, respeto y madurez.

En esa época avanzada de la vida, los que viven lo que coloquialmente llamamos «los años dorados» reciben a menudo un gran regalo disfrazado de angustia: todo un nuevo conjunto de dolores, molestias y malestares que provocan una aguda conciencia de las limitaciones físicas. A medida que envejecemos, nuestro cuerpo empieza a deteriorarse inevitablemente -le pasa a todo el mundo- y, naturalmente, empezamos a preguntarnos qué vendrá después.

¿Suena deprimente? No lo es en absoluto, si se mira desde una perspectiva bahá’í; de hecho, en su libro místico Las Palabras Ocultas, Bahá’u’lláh describió la muerte como «una mensajera de la alegría”:

¡Oh Hijo del Altísimo! He hecho de la muerte una mensajera de alegría para ti. ¿Por qué te afliges? He hecho que la luz resplandezca sobre ti. ¿Por qué te ocultas de ella?

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Espiritualmente, nuestra época de ancianos puede representar el periodo más sólido de reflexión interior, crecimiento y conciencia. Pero mental y emocionalmente también podemos ir en la dirección contraria, centrándonos en nuestra mortalidad y en quién o qué dejaremos atrás en este mundo material.

Muchos de nosotros sentimos la urgencia de asegurarnos de tener todos los detalles terrenales en su lugar, pero también parecemos dudar en pensar y reflexionar sobre nuestra propia desaparición física. A menudo nos resulta aún más difícil plantear nuestra mortalidad a nuestros seres queridos. Ninguno de nosotros sabe cuándo llegará el momento de nuestro inevitable fallecimiento, pero tarde o temprano llega.

Así que: ¿has escrito ya un testamento?

Según la encuesta Gallup, menos de la mitad de los adultos estadounidenses han redactado un testamento, a pesar de que todos lo necesitamos. Todos deberíamos tener un testamento, no solo para legar nuestras posesiones a otros, y para evitar las complicaciones legales que pueden surgir cuando no lo hacemos, sino para poder dar testimonio de nuestras creencias y hacer provisiones que nos permitan vivir la vida en este mundo material al máximo, sabiendo también que dejamos tranquilidad y dirección a nuestras familias una vez que partamos al otro mundo.

Por qué los bahá’ís escriben su testamento

Las enseñanzas bahá’ís dicen que todo bahá’í adulto debe tener un testamento por escrito. En su Libro Más Sagrado, Bahá’u’lláh escribió «A toda persona se le ha impuesto escribir un testamento». En ese documento obligatorio, escribió Abdu’l-Bahá, cada persona tiene la «plena discreción de disponer de sus bienes» como considere oportuno:

En verdad, uno es totalmente libre durante su vida de disponer en su testamento la división y distribución de sus bienes entre sus herederos de la manera que considere oportuna, para que sus deseos puedan ser implementados después de su muerte. La redacción de un testamento es obligatoria para todos; es decir, todos deben redactar en vida un testamento firme, sólido y claro en sus disposiciones; sellarlo y ocultarlo; y guardarlo en un lugar muy seguro. Al redactar su testamento, el testador goza de plena discreción para disponer de sus bienes como considere oportuno; su testamento es un instrumento vinculante, que tiene prioridad sobre cualquier otra disposición, y nadie tiene el poder de modificarlo o cambiarlo. – [Traducción provisional por Oriana Vento].

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Para cumplir con nuestras obligaciones como parte de la familia humana, y para desarrollarnos como individuos espiritualmente sanos dentro de nuestras propias familias y comunidades, la mayoría de nosotros nos esforzamos por integrar nuestra vida física, mental y emocional. Dado que la muerte forma parte de la vida, esto debe incluir, para todo adulto, aquello que deseamos cuando nos acercamos al final de esta existencia física.

Del mismo modo que un testamento proporciona una dirección clara para la distribución de nuestros bienes, los deseos al final de la vida y los llamados «testamentos vitales» o directivas anticipadas, también puede ayudarnos a desarrollar una comprensión clara y una tranquilidad con respecto a cómo queremos pasar el resto de nuestro tiempo aquí en la Tierra.

Planificar con antelación este tipo de detalles puede parecer difícil, especialmente cuando estamos sanos o en nuestros años de juventud, en los que tendemos a pensar que esas decisiones aún no son aplicables. Como resultado, a menudo posponemos esta conversación hasta que una enfermedad repentina o un cambio en la vida nos hace tomar rápidamente decisiones demasiado precipitadas basadas en la emoción del momento.

Al igual que todos los que respiramos debemos tener un testamento que compartamos con nuestros seres queridos, es prudente documentar disposiciones adicionales sobre nuestros deseos de atención y tratamiento médico en caso de que no podamos hablar por nosotros mismos. Con la oración, la meditación y la consulta reflexiva, podemos adoptar estas decisiones importantes y personales en una conversación abierta y sincera con nuestros seres queridos.

En la próxima entrega de esta breve serie, exploraremos cómo podría ser un testamento bien pensado, y cómo puede preparar uno usted mismo.

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