Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Mi corresponsal online, Jesse, pasó de nuestra discusión sobre las enseñanzas espirituales esenciales de una religión a la diferencia entre profesar un sistema de creencias y practicar realmente sus principios.
Me preguntó qué opinaba del derramamiento de sangre que Dios había ordenado a los hebreos.
Según las historias del Antiguo Testamento, Dios insistió en que mataran a todos los hombres, mujeres y niños de algunos grupos para que no cayeran en la tentación de acoger a esos enemigos en su seno… cosa que podrían haber hecho de otro modo, obedeciendo el repetido mandamiento de Dios de tratar al extranjero como a uno de los suyos.
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Este aspecto del relato del Antiguo Testamento también había suscitado una disonancia cognitiva en mi mente y en mi corazón. Fue durante mi investigación de la Fe bahá’í que mediante un cuidadoso estudio de la Biblia descubrí algo que nunca había notado en mi anterior lectura superficial de estos libros. Los llamados profetas menores –especialmente Ezequiel– tenían algunos comentarios muy vívidos sobre esta masacre épica.
Aunque los hebreos afirmaban estar bajo las órdenes de Dios, Ezequiel dejó claro que exterminar a tus vecinos y luego decir «Dios nos obligó a hacerlo» no era un comportamiento aceptable. Como se registra en Ezequiel 22:18 y 24-29, Dios dirigió a Ezequiel unas palabras muy duras:
Hijo de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en escoria; todos ellos son bronce y estaño y hierro y plomo en medio del horno… Hijo de hombre, di a ella: Tú no eres tierra limpia, ni rociada con lluvia en el día del furor. Hay conjuración de sus profetas en medio de ella, como león rugiente que arrebata presa; devoraron almas, tomaron haciendas y honra, multiplicaron sus viudas en medio de ella. Sus sacerdotes violaron mi ley… Sus príncipes … derramando sangre, para destruir las almas, para obtener ganancias injustas. Y sus profetas recubrían con lodo suelto, profetizándoles vanidad y adivinándoles mentira, diciendo: Así ha dicho Jehová el Señor; y Jehová no había hablado. El pueblo de la tierra usaba de opresión y cometía robo, al afligido y menesteroso hacía violencia, y al extranjero oprimía sin derecho.
Varias sectas cristianas enseñan que Adán y Eva fueron hechos perfectos pero cayeron en desgracia y que la humanidad se está deteriorando desde esa perfección naciente. Creen que la historia terminará en un día de juicio en el que Dios destruirá a los pecadores y llevará a los creyentes al cielo.
No se trata de una doctrina universal, ya que muchas personas religiosas – sin duda los bahá’ís – entienden que la humanidad no se está deteriorando a partir de una creación previa perfecta, sino que está evolucionando desde el dominio de nuestra condición animal hacia ser verdaderamente humana. Estamos pasando de una comprensión material del mundo a una espiritual. Lo conseguimos a través de un proceso, a veces doloroso, de adquisición de autoconocimiento y virtudes humanas. Algunos estamos deseosos de hacerlo; otros se resisten de todo corazón.
Por eso, cuando miramos hacia atrás desde cualquier distancia en la historia de la humanidad, es útil recordar un par de cosas:
Cuando se escribieron los libros del Tanaj (Antiguo Testamento), los seres humanos se encontraban en una etapa anterior de su evolución intelectual, espiritual y social.
El abismo del que pretendían sacarlos las enseñanzas que recibieron estaba tan por debajo de lo que hoy consideraríamos civilizado que puede parecer inimaginable o incluso completamente ajeno a nuestra experiencia.
Cuando Moisés proclamó «ojo por ojo y diente por diente», se dirigía a un conglomerado desmoralizado de grupos tribales hostiles cuya idea de la justicia era «robas mis ovejas, masacraré todo tu rebaño». No había cárceles en las que encarcelar a la gente, ni tribunales de justicia, ni nada de lo que consideramos los resguardos esenciales de una sociedad civilizada. No existía ninguna infraestructura social, y sí una plétora de creencias religiosas en conflicto.
Lo segundo que hay que tener en cuenta es que, sea cual sea la herramienta que se dé a los seres humanos para su beneficio colectivo, encontrarán la forma de convertirla en algo egoísta, siendo el poder sobre los demás uno de sus favoritos. Si bien Jesse arremetió contra prácticas y dogmas que no formaban parte de las enseñanzas reales de Cristo o Muhammad, reconoció que existe una diferencia entre lo que se enseñó y lo que muchos creyentes profesantes piensan, dicen y hacen.
En Mateo 7:15-21, Cristo ofreció algunos de los mejores consejos sobre cómo navegar por esta aparente paradoja: No te fijes en lo que dicen; fíjate en lo que hacen:
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? … Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego. Por sus frutos, pues, los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos.
Le ofrecí a Jesse una analogía casera: Si un vegetariano declarado come carne en tu presencia, ¿asumes que todos los vegetarianos comen carne? ¿O que todos los vegetarianos son mentirosos? ¿O que el vegetarianismo es una filosofía hipócrita? ¿O que los médicos y nutricionistas que recomiendan un estilo de vida vegetariano son charlatanes?
Probablemente no. Lo más probable es que pensaras que el comportamiento de esta persona era hipócrita, o quizás el resultado de una voluntad débil, o que quizás no entendía lo que significaba ser vegetariano.
Si quieres entender lo que se supone que es el cristianismo, lee lo que Cristo enseñó y esfuérzate por entenderlo en el contexto del mundo en el que vivió. Decir «Jesús es mi Señor» y poner en práctica lo que realmente enseñó no es lo mismo.
Un fruto de la Fe de Dios es una norma de comportamiento. Si se cumpliera esa norma, el mundo sería un lugar mucho mejor, como dijo Cristo en Mateo 23:23:
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello.
Y como Bahá’u’lláh reveló:
¡Oh hijo del hombre! Si tus ojos están vueltos hacia la misericordia, abandona las cosas que te benefician y aférrate a lo que beneficiará a la humanidad. Y si tus ojos están vueltos hacia la justicia, elige para tu prójimo aquello que elegirías para ti mismo.
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