Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Siempre creí que sabía lo que quería, pero cuando era joven casi siempre me equivocaba, y mucho.
Al crecer pobre en el centro de la ciudad, solía robar el cambio de la cartera de mamá, o una vez, de un compañero de segundo grado, para comprar cómics de diez centavos en el quiosco de la esquina o helados en la heladería por 25 centavos. El sentimiento de culpa no me molestaba, ni el miedo a que me pillaran. Disfrutaba de todo lo que tomaba o conseguía. Me comía los conos de helado y escondía los cómics debajo de mi cama.
A los catorce años me encantaba construir maquetas de coches de plástico, los Thunderbirds y los Chevys eran mis favoritos, pero costaban tres dólares cada uno. Así que un día escalé una valla de tres metros de unos grandes almacenes cercanos, con un destornillador en la mano, forcé una ventana de cristal y robé maquetas de coches, relojes de pulsera y caramelos. Llené dos grandes bolsas de basura, volví a casa y las escondí en el garaje.
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Luego regalé los relojes a los niños del vecindario, y comimos los caramelos y nos reímos mientras jugábamos a la canasta. Disfrutaba montando los coches y mentía a mamá y a mi padrastro sobre dónde los había conseguido.
Unas semanas más tarde, dos detectives acudieron a nuestra puerta, después de haber seguido la pista del niño excesivamente generoso. Los relojes que llevaban mis amigos y las maquetas de coches que guardaba en el primer piso confirmaron sus sospechas. Me arrestaron. Siendo menor de edad, tuve que presentarme frente a un juez de menores y luego visitar a mi agente de libertad condicional cada dos semanas. Mis enfadados padres me castigaron durante todo ese verano de 1964.
Aprendí que no se trataba de lo que quería, sino de cómo lo conseguía, y debía ser de una forma legal.
Así que una pregunta justa sería: ¿qué quieres? Y lo más importante, ¿cómo lo vas a conseguir? ¿Alguna vez oras por cosas materiales? Las enseñanzas bahá’ís indican que incluso ese tipo de oraciones adquisitivas pueden ser respondidas:
Las súplicas son concedidas por medio de las Manifestaciones Universales de Dios. Con todo, cuando el deseo es obtener cosas materiales, aunque se trate de los desatentos, si suplican implorando humildemente la ayuda de Dios, incluso su oración tendrá efecto.
No voy a entrar en el porqué de las cosas que deseamos. Hay cuatrillones de motivaciones para querer algo, ya sea tangible o intangible. Abraham Maslow describió esas categorías como cinco: fisiológica, seguridad, amor y el sentimiento de pertenencia, estima y autorrealización. El orden es importanate, porque necesitamos pan y agua para alimentar nuestros cuerpos y cerebros antes de poder hacer cualquier otra cosa.
Pero como estudiante de espiritualidad y filosofía, combinadas con la religión, he descubierto que la religión enseña algo adicional. Ese algo viene antes de satisfacer incluso las necesidades fisiológicas, porque tiene todo que ver con cómo satisfacemos nuestras necesidades, cualquier necesidad. Porque, independientemente de lo que queramos o necesitemos, primero debemos determinar cómo lo vamos a conseguir.
En el pasaje de Abdu’l-Bahá anterior, él afirma una verdad: que la oración puede ayudar a satisfacer nuestras necesidades, o más bien, que la oración puede llevarnos a la satisfacción. Esto tiene mucho sentido cuando sabemos que debemos tener una idea, un plan, un método o una manera de obtener lo que queremos. Orar por esa idea o plan, como sabemos, nos lleva a la inspiración, la confirmación, la confianza, la seguridad y una mayor conciencia de los detalles de nuestros deseos, todo lo cual nunca hubiéramos encontrado de otra manera.
La Casa Universal de Justicia, en su carta de 2014 a los bahá’ís asediados y perseguidos de Irán, describió la oración:
… el alimento espiritual que sostiene la vida del espíritu. Como el rocío de la mañana, aporta frescura al corazón y lo limpia, purificándolo de los apegos del insistente yo. Es un fuego que quema los velos y una luz que conduce al océano del reencuentro con el Todopoderoso. En sus alas el alma se eleva a los cielos de Dios y se acerca a la realidad divina. [Traducción provisional de Oriana Vento]
En las alas de la oración nos acercamos a Dios, a la realidad divina que lo sabe todo, que tiene una solución para cada dificultad.
Vivir es difícil. En cierto modo, debe serlo. Esas dificultades pueden ayudarnos a crecer y aprender y a desarrollar poderes de la mente, el espíritu, el corazón y el cuerpo. Esos poderes nos permiten evitar errores y equivocaciones que podríamos provocar, y nos proporcionan más poder espiritual interior para afrontar los acontecimientos y las circunstancias que inevitablemente surgen.
Yo sostengo que el «alimento espiritual» es el verdadero alimento, y debería ser el primero en la pirámide de necesidades de Maslow. La oración proporciona ese alimento, como escribió Abdu’l-Bahá:
Contad con Dios. Confiad en Él. Alabadle y recordadle continuamente. Él, en verdad, convierte los problemas en tranquilidad, y la tristeza en solaz, y el malestar en paz absoluta. En verdad, Él tiene dominio sobre todas las cosas. Si deseas escuchar mis palabras, libérate de los grilletes de cualquier acontecimiento. Más bien, en todas las condiciones agradece a tu amoroso Señor, y entrega tus asuntos a Su Voluntad que obra como Él quiere. Esto, en verdad, es mejor para ti que todo lo demás, en cualquier mundo. [Traducción provisional].
Conseguimos lo que queremos solo de unas cuantas maneras. Una, por suerte, cae en nuestro regazo de forma inesperada y sin avisar. Dos, legalmente, trabajamos por lo que queremos y finalmente lo conseguimos. Tres, ilegalmente. Cuatro, por la gracia de Dios. Sin embargo, nuestra actitud, tanto como el acto, determina la categoría. Puedo mentir, robar y engañar para conseguir algo tanto legal como ilegalmente. Puedo agradecer a la gente que me ayuda, o puedo utilizarlos para mis beneficios egoístas. Legalmente no siempre significa de forma correcta, como cuando la esclavitud era legal, pero ilegal siempre significa incorrecto, aunque la ley sea injusta. Entonces debemos protestar civilmente y trabajar para cambiar la ley.
Hay muchas maneras de conseguir lo que queremos, pero si lo conseguimos, ¿entonces qué? ¿Cómo lo conservamos, o lo disfrutamos, o lo usamos, o lo transmitimos a otros? En el próximo ensayo, exploraremos cómo conservar lo que tenemos.
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