Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Como seres humanos del siglo XXI, la espiritualidad, al igual que los grupos y organizaciones religiosas cuya membresía y devoción han disminuido, parece estar en declive.
La religión organizada tradicional se ha debilitado de muchas maneras: las desagradables revelaciones la socavan, los jóvenes la evitan cada vez más y el materialismo la suplanta. No importa que vivamos en sociedades capitalistas, socialistas, comunistas o totalitarias, la necesidad de Dios en la vida humana parece haberse reducido.
Las principales religiones del mundo, plagadas de desunión, facciones, conflictos, colapso del orden social y luchas civiles, y mayores disparidades entre ricos y pobres en todo el planeta, han perdido creyentes, credibilidad y autoridad moral. Estos sistemas de creencias tradicionales, que hasta ahora han mantenido unidas a las sociedades y las culturas al dar a sus adherentes un conjunto de principios y virtudes por los que vivir, están perdiendo lentamente su influencia.
Entonces, ¿cómo mantener el matrimonio, el trabajo, la estabilidad para ti y tu familia y la fe en el futuro ante un mundo enloquecido por adquirir cosas en lugar de virtudes?
Cada vez más, cosas como el dinero, la riqueza y el poder controlan la motivación humana, pero ¿dónde están los valores humanos más profundos y universales? ¿Por qué no podemos abolir la desigualdad, proporcionar una asistencia sanitaria universal, sentirnos protegidos en nuestro hogar y en nuestro país, y utilizar la tecnología para mejorar todas las vidas en lugar de los intereses de las empresas? ¿Dónde están la paz, la equidad y la justicia?
Las enseñanzas de Bahá’u’lláh, el profeta y fundador de la Fe bahá’í, ofrecen a la humanidad una solución. Él escribió:
La verdadera paz y tranquilidad se lograrán solamente cuando la totalidad de las almas lleguen a desear el bien de toda la humanidad. Aquel que es el Omnisciente Me da testimonio: si los pueblos del mundo llegaran a comprender el verdadero significado de las palabras de Dios, jamás se privarían de lo que les corresponde del océano de Su munificencia. En el firmamento de la verdad nunca ha habido ni jamás habrá estrella más brillante que ésta.
«Deseen el bien de toda la humanidad», ¿no parece algo que dijo Cristo hace dos mil años y que aún no hemos conseguido hacer? La nueva Fe de Bahá’u’lláh enseña la unidad como el remedio soberano para todos los males de la humanidad. Sin embargo, yo solo no puedo unificar mi gobierno municipal local, y mucho menos los órganos legislativos estatales, o el Congreso, o las naciones dispares del mundo.
Pero puedo controlar lo que digo, cómo lo digo, lo que hago y cómo lo hago. Al no conocer todas las formas de lograrlo, necesito un mentor, un guía, un maestro. Mi esposa Janet es de gran ayuda en ese sentido, con sus sabios consejos. Ella, al igual que yo, recurre a la sabia guía espiritual de los principios y escritos bahá’ís, ya que ambos hemos aceptado el sistema de creencias de Bahá’u’lláh.
Hasta ahora nos ha ido bien, en nuestras profesiones, como padres, como voluntarios en la comunidad, en muchos aspectos. La clave ha sido el conocimiento: saber que no tenemos todas las respuestas, profundizar en las enseñanzas morales y espirituales bahá’ís y buscar el conocimiento y la orientación de otras personas en las que confiamos. Muchos de nosotros nos preguntamos sobre el impacto potencial que podemos tener como individuos en un mundo disfuncional, pero los escritos bahá’ís dicen que son necesarias dos cosas:
En la actualidad, los beneficios de la paz universal son reconocidos por los pueblos, y del mismo modo, los efectos nocivos de la guerra son claros y manifiestos para todos. Pero en este asunto, el simple reconocimiento está lejos de ser suficiente: Se necesita un poder de aplicación para establecerla en todo el mundo. … el poder de aplicación en este gran esfuerzo es la influencia penetrante de la Palabra de Dios y las confirmaciones del Espíritu Santo. – [Traducción provisional de Oriana Vento].
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Hacer lo correcto, aunque sea difícil, y adquirir virtudes, orar, tratar de dar buenos ejemplos a nuestros hijos, ser amable con todos, mostrar cortesía y respeto a todos, y apoyar nuestra Fe y las causas dignas, estas acciones espero que me ayuden a convertirme en un bienhechor y en un ejecutor más que en un conocedor pasivo. Son objetivos diarios, no objetivos finales. De este modo, consigo mantener lo que tengo: mi confianza en el mundo que viene y mi comprensión de que aceptar la voluntad de Dios es mi mejor camino.
Cuando las cosas van bien, cuando funcionan, o incluso cuando algunas cosas no lo hacen, tengo fe en que Dios y Bahá’u’lláh quieren lo mejor para mí, para nosotros, para toda la humanidad. Hay sabiduría cuando las cosas suceden de la manera en que lo hacen. A veces nos ayuda a aprender de nuestros errores individuales o colectivos, y otras veces nos ayuda a agradecer al Espíritu Santo la fuerza para salir adelante. Esta oración de Abdu’l-Bahá lo dice mejor:
¡Señor! Dignos de lástima somos, concédenos Tu favor; somos pobres, confiérenos una porción del océano de Tu riqueza; estamos necesitados, satisfácenos; estamos humillados, danos Tu gloria. Las aves del aire y las bestias del campo reciben cada día su alimento de Ti, y todos los seres participan de Tu cuidado y amorosa bondad.
No prives a este débil ser de Tu maravillosa gracia y, por medio de Tu poder, otorga Tu generosidad a esta alma desamparada.
Danos nuestro pan de cada día y confiérenos Tu abundancia en las necesidades de la vida, para que no dependamos de nadie excepto de Ti, tengamos comunión plena contigo, transitemos por Tus caminos y declaremos Tus misterios. Tú eres el Omnipotente, el Amoroso y el Proveedor de toda la humanidad.
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