Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las enseñanzas bahá’ís dicen que la oración no significa mucho a menos que esta resulte en acción.
Nuestra oración puesta en acción se refiere a la implementación de nuestras palabras de oración. Todo lo que hacemos es visto por Dios. Con el tiempo, nuestra oración se refleja en nuestra vida cotidiana. Cuando queremos observar los indicios de nuestro propio crecimiento espiritual, las buenas acciones son siempre más convincentes que las buenas palabras. Son la prueba de nuestra sinceridad y progreso.
En última instancia, otros nos evalúan y nosotros mismos nos juzgamos por lo que hacemos, no por lo que decimos que haremos. En la mente de los demás, nuestros actos serán recordados mucho después de que nuestras palabras se disipen en la nada. Nuestras acciones de oración son nuestro legado al mundo. Las enseñanzas bahá’ís dicen:
Que las acciones y no las palabras sean vuestro adorno. – Bahá’u’lláh , Las Palabras Ocultas, pág. 24.
La oración no siempre tiene que hacerse con palabras, sino en pensamiento e intención. Si uno carece de este amor y deseo, es inútil tratar de forzarlos. Las palabras sin amor no tienen significado. – Abdu’l-Bahá, citado por J.E. Esselmont en Bahá’u’lláh y la Nueva Era, p. 81.
No hay mejor legado que los actos desinteresados de amorosa bondad; elevan la condición espiritual de la humanidad, y ninguna oración por el mundo podría ser más poderosa que esto. Los efectos de nuestra amorosa bondad perduran más allá de los días de nuestras propias vidas:
La oración más aceptable es aquella que se ofrece con la mayor espiritualidad y radiancia. Su prolongación no ha sido ni es apreciada por Dios. Cuanto más desprendida y pura sea la oración, más aceptable es en la Presencia de Dios. – El Bab, Selecciones de los Escritos del Báb, pág. 8.
Nuestros pensamientos de oración son nuestras voces interiores que ascienden a un reino superior. Son las oraciones susurradas del corazón que Dios siempre está escuchando. Nuestros pensamientos internos, además de lo que decimos y lo que hacemos, son parte de nuestra identidad personal porque expresan la condición de nuestra alma e influyen en su desarrollo. Es por eso que oramos y meditamos, para ayudarnos a desarrollar un profundo sentido de amor y reverencia por nuestro Creador en nuestros pensamientos, y hacer de tales pensamientos la base de quienes somos. La oración y el recuerdo de Dios son las formas más efectivas de hacer esto. La reverencia es una actitud que se manifiesta en el corazón mucho antes de que se escuche en nuestras voces o se vea en nuestro comportamiento.
Cuando los tres aspectos de la oración, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, se reúnen y armonizan, comenzamos a reflejar la verdadera realidad de nuestro ser interno y espiritual. Cuando nos hemos vuelto sinceramente a Dios, la oración se convierte en nuestro estado de ser. La totalidad de nuestras vidas puede verse como una oración perfecta y duradera:
Rogad a Dios que os fortalezca en la virtud divina, para que seáis como ángeles en el mundo, y faros de luz para revelar los misterios del Reino a quienes poseen un corazón comprensivo. – Abdu’l-Bahá, La Sabiduría de Abdu’l-Bahá, pág. 77.
Nuestras oraciones a veces se enfocan en las circunstancias externas de nuestras vidas y las cosas que deseamos. Parece natural pedirle a Dios las cosas que nos faltan. Sin embargo, puede haber una diferencia entre lo que queremos y lo que necesitamos. Podemos pensar que estos son los mismos, pero a menudo no lo son. Lo difícil es que generalmente podemos tener una idea de lo que queremos, pero probablemente no tenemos idea qué es lo que realmente necesitamos. Solo Dios lo sabe. Podemos desear algo que, al final, sea perjudicial para nosotros. Debido a esto, nuestro Creador no debe verse como si fuese un hada madrina. La tarea de Dios no es hacer cumplir nuestros deseos. Los escritos bahá’ís explican:
El verdadero adorador, mientras esté orando, debería esforzarse no tanto de pedir a Dios que cumpla sus deseos, más bien ajustarlos y hacerlos conformarse a la Voluntad Divina. Sólo por medio de tal actitud se puede derivar aquel sentimiento de paz interna y contento que solo el poder de la oración puede conferir. – Selecciones de los Escritos de Bahá’u’lláh, Abdu’l-Bahá, Shoghi Effendi y la Casa Universal de Justicia, pág. 49.
Será mucho mejor para nosotros si, cuando oramos, nos esforzamos por recordar que es nuestro deber alinear nuestra voluntad con la de Dios y no la de Dios con la nuestra. Si somos humildes en nuestras peticiones y las condicionamos en conformidad con la voluntad de Dios, esto será mejor para nuestro crecimiento espiritual. Hay muchas cosas por las que orar, pero las más beneficiosas son aquellas que despiertan nuestro ser espiritual y nos hacen avanzar en nuestro viaje espiritual.
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