Las opiniones expresadas en nuestro contenido pertenecen al autor únicamente, y no representan puntos de vista de autoridad en la Fe Bahá’í.
Las linternas necesitan baterías, los autos necesitan gasolina y nosotros necesitamos comida. Innumerables objetos, así como todos los seres vivos, dependen de fuentes de energía externas.
Muchos de los que contamos con energía eléctrica la damos por sentado. Es posible que nos preocupe su fuente, hasta qué punto esta contamina y cómo su precio se ve afectado por la política mundial. A pesar de todo eso, confiamos en ella y asumimos su disponibilidad.
Los físicos pueden explicar qué es la energía. A través de la ciencia, sabemos cómo las plantas usan el calor y la luz, cómo los animales consumen las plantas y cómo usamos ambos para nuestro beneficio.
Durante mucho tiempo, hemos conocido formas de capturar energía sin quemar materiales a base de carbono; estos incluyen medios mecánicos como molinos de viento, interacciones químicas como las baterías y la energía de los rayos solares para producir energía solar.
Me fascinan los métodos más recientes que aprovechan mejor este conocimiento, tanto en la creación como en la conservación. No es probable que tenga un «muro vegetal” de plantas en mi hogar, pero sí tengo un techo de plantas en el cobertizo de mi patio trasero. Desearía poder generar electricidad con mis propios pasos mientras camino por mi casa. Aquella tecnología existe, aunque todavía no es factible para uso doméstico.
Al ser tan importante la energía, también quiero evitar desperdiciarla. En mi casa tengo aparatos que ahorran energía, apago las luces y sigo otras prácticas diarias similares. Pero yendo más allá de tales acciones físicas, también estoy pensando en cómo los humanos desperdiciamos nuestra energía interna a mayor escala.
Perdemos energía a través de innecesarias controversias y confusiones. Los intereses partidistas que buscan la desunión en lugar de la cooperación desperdician la energía humana, y cualquier distracción de la acción intencional también la desperdicia.
Seguramente el mayor despilfarro de energía de todos es la guerra. Una forma de comprender el costo energético de la guerra es compararlo con la paz. Shoghi Effendi, el Guardián de la Fe Bahá’í, mirando hacia un futuro sin guerras, predijo:
La enorme energía disipada y malgastada en la guerra, ya sea económica o política, será consagrada a tales fines como la extensión del alcance de las invenciones humanas y el desarrollo técnico, el aumento de la productividad humana, el extermino de las enfermedades, la extensión de la investigación científica, la elevación del nivel de la salud física, la agudización y refinamiento de la mente humana, la explotación de los recursos inusitados e insospechados del planeta, la prolongación de la vida humana, y el fomento de cualquier otro medio que pueda estimular la vida intelectual, moral y espiritual de toda la raza humana. – Shoghi Effendi citado por J.E. Esslemont en Bahá’u’lláh y la Nueva Era, pág. 235.
Mientras viva, mi cuerpo necesitará energía. Consumo alimentos para nutrir a mi cuerpo y descanso para conservarlo, y como el mundo físico es un reflejo del mundo no físico, mi espíritu también necesita energía. Norman Vincent Peale nos ofrece una forma de hacerlo: «Cuanto más te pierdas en algo más grande que tú, más energía tendrás».
A veces deseo que mi cuerpo se parezca más a mi reloj, que tiene una batería que se recarga a con la luz. Aunque mi cuerpo no puede regenerarse a través de la luz, mi espíritu sí puede. Puedo conectarme a la generosidad divina, como lo explica Abdu’l-Bahá en el siguiente pasaje:
… todos los fenómenos tienen lugar por medio de la bondad divina… los fenómenos del universo encuentran su realización a través del único poder animador y dominador de todas las cosas y todas las cosas no son sino manifestaciones de su energía y generosidad. – La Promulgación a la Paz Universal, pág. 293.
La energía potencia la tecnología en mi vida, así como mi cuerpo y espíritu. ¿Qué más puede hacer la energía?
Seguramente los creyentes de todas las religiones podemos cooperar para enfocar nuestra energía, realizar grandes obras y hacer avanzar nuestra sociedad global. De hecho, cuanto más concentrada es la energía, más calor genera. Si trabajando juntos nos concentramos en resultados dignos, podríamos lograr más de lo que nos atreveríamos a realizar por nuestra propia cuenta. No se necesitaría una fuente de energía física externa. Nos potenciaríamos unos a otros, permitiendo que todos podamos:
… encontrar una nueva vida, adquiramos un nuevo poder y alcancemos una maravillosa y suprema fuente de energía para que la Más Grande Paz de la intención divina sea establecida sobre los fundamentos de la unidad del mundo del hombre con Dios. – Ibid., pág. 44.
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